Alexandra Potter

31 Octubre de 1981

— Me alegro de verla aquí, profesora McGonagall — hablo Dumbledore sonriendo al gato

Este ya no estaba, en su lugar le dirigía la sonrisa a una mujer de aspecto severo que llevaba gafas de montura cuadrada, que recordaban las líneas que había alrededor de los ojos del gato. La mujer también llevaba una capa, de color esmeralda, su cabello negro estaba recogido en un moño.

Parecía claramente disgustada.

— ¿Cómo ha sabido que era yo? —preguntó con curiosidad

— Mi querida profesora, nunca he visto a un gato tan tieso — contesto sonriendo

— Usted también estaría tieso si llevara todo el día sentado sobre una 
pared de ladrillo —respondió la profesora McGonagall severamente

—¿Todo el día? ¿Cuando podría haber estado de fiesta? Debo de haber pasado por una docena de celebraciones y fiestas en mi camino hasta aquí — hablo mirando el número 4 de Privet Drive 

La profesora McGonagall resopló enfadada.

— Oh, sí, todos estaban de fiesta, de acuerdo —dijo con impaciencia— Yo 
creía que serían un poquito más prudentes, pero no... ¡Hasta los muggles se han dado cuenta de que algo sucede! Salió en las noticias. — movió la cabeza en dirección a la ventana del oscuro salón de los Dursley— Lo he oído, Cientos de lechuzas, estrellas fugaces...bueno, no son totalmente estúpidos, tenían que darse cuenta de algo estrellas fugaces cayendo en Kent... Seguro que fue Dedalus Diggle. Nunca tuvo mucho sentido común — reprochó la mujer

— No puede reprochárselo —dijo Dumbledore con tono amable — Hemos tenido tan poco que celebrar durante once años... — murmuro

— Ya lo sé —respondió irritada la profesora McGonagall— Pero ésa no es una razón para perder la cabeza, la gente se ha vuelto completamente 
descuidada sale a las calles a plena luz del día, ni siquiera se pone la ropa de los muggles, intercambia rumores... — dijo haciendo muecas — Sería extraordinario que el mismo día en que Quien-usted-sabe parece haber desaparecido al fin, los muggles lo descubran todo sobre nosotros. Porqué realmente se ha ido, ¿No, Dumbledore? — pregunto temerosa

— Es lo que parece — dijo Dumbledor — Tenemos mucho que agradecer ¿Le gustaría tomar un caramelo de limón? — ofreció con amabilidad

— ¿Un qué? — pregunto con el seño fruncido

— Un caramelo de limón, es una clase de dulces de los muggles que me 
gusta mucho — explico comiendo uno

— No, muchas gracias — respondió con frialdad la profesora McGonagall 
como si considerara que aquél no era un momento apropiado para caramelos — Como decía aunque Quien-usted-sabe se haya ido... — Dumbledore la interrumpió

— Mi querida profesora, estoy seguro de que una persona sensata como usted puede llamarlo por su nombre, ¿verdad? Toda esa tontería de Quien-usted-sabe...Durante once años intenté persuadir a la gente para que lo llamara por su verdadero nombre Voldemort — La profesora McGonagall se hizo hacia atrás con temor — Todo se volverá muy confuso si seguimos diciendo «Quien-usted-sabe», nunca he encontrado ningún motivo para temer pronunciar el nombre de Voldemort. — dijo el hombre con simpleza

La profesora McGonagall le lanzó una mirada dura, antes de hablar.

— Las lechuzas no son nada comparadas con los rumores que corren por ahí. ¿Sabe lo que todos dicen sobre la forma en que desapareció ¿Sobre lo que finalmente lo detuvo? — Cuestiono llena de intriga

Era evidente que, fuera lo que fuera «aquello que todos decían», no lo iba a creer hasta que Dumbledore le dijera que era verdad. Dumbledore, sin embargo, estaba eligiendo otro caramelo y no le respondió.

— Lo que están diciendo —insistió— es que la pasada noche Voldemort apareció en el valle de Godric. Iba a buscar a los Potter. El rumor es que Lily y James Potter están... están... bueno, que están muertos — comento la mujer con cierta precaución

Dumbledore inclinó la cabeza. La profesora McGonagall se quedó boquiabierta.

— Lily y James... no puedo creerlo... No quiero creerlo... Oh, Albus... — se lamento con lagrimas en los ojos — Y Alexandra ¿crees que ya lo sepa?, oh mi pobre niña va ha estar destrozada cuando se entere, ella no se va a quedar de brazos cruzados, Albus sabes lo vengativa y poderosa que es — dijo con preocupación

Dumbledore se acercó y le dio una palmada en la espalda.

— Lo sé... lo sé... —dijo con tristeza — Esperemos que Alexandra no ponga en riesgo su vida por cobrar venganza — Dumbledore pedía a Merlín que la azabache no hiciera una locura

— Eso no es todo, dicen que quiso matar al hijo de los Potter, a Harry. Pero no pudo, no pudo matar a ese niño. Nadie sabe por qué, ni cómo, pero dicen que como no pudo matarlo, el poder de Voldemort se rompió... y que ésa es la razón por la que se ha ido. — murmuro temblando aún con lagrimas escurriendo por sus mejillas

Dumbledore asintió con la cabeza.

—¿Es... es verdad? —tartamudeó la profesora McGonagall— Después de 
todo lo que hizo... de toda la gente que mató... ¿no pudo matar a un niño? Es asombroso... entre todas las cosas que podrían detenerlo... Pero ¿cómo sobrevivió Harry en nombre del cielo? — Pregunto un poco más tranquila

— Sólo podemos hacer conjeturas —dijo Dumbledore— Tal vez nunca lo 
sepamos — argumento

La profesora McGonagall sacó un pañuelo con puntilla y se lo pasó por los ojos, por detrás de las gafas. Dumbledore resopló mientras sacaba un reloj de oro del bolsillo y lo examinaba. Era un reloj muy raro, tenía doce manecillas y ningún número; pequeños planetas se movían por el perímetro del círculo. Pero para Dumbledore debía de tener sentido, porque lo guardó y dijo.

— Hagrid se retrasa, imagino que fue él quien le dijo que yo estaría aquí, 
¿no? — pregunto por primera vez en la noche

—Sí —dijo la profesora McGonagall— Y yo me imagino que usted no me 
va a decir por qué, entre tantos lugares, tenía que venir precisamente aquí, bien sabe que Alexandra se puede hacer cargo del niño, después de todo es su sobrino — la mujer trataba de convencer a Dumbledore para que el niño estuviera con alguien que de verdad lo amara




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