Alexandra Potter

¡¡HARRY ES MI SOBRINO!!

— Alexandra entiende, Lily Potter hizo un sacrificio de sangre y supongo que lo mejor para que el niño este protegido es que darse con la persona que tiene la misma sangre que Lily y esa es Petunia — dijo Dumbledore en un intento de cambiar la decisión de la joven frente a él

— ¿Así que solo son suposiciones? Por tus estúpidas suposiciones quieres dejar a mi sobrino con esa maldita loca — Dumbledore supo que la había cagado — Sí son verdad tus conjeturas entonces le saco sangre a Petunia y llevo a mi sobrino conmigo — respondió Alexandra observando con desagradó la casa de la familia Dursley

— Así no funciona mi muchacha...— fue interrumpido nuevamente por la azabache y sintió un escalofrío ante la mirada de Minerva McGonagall

— Me importa una mierda si funciona o no; Harry estará bien protegido a mi lado — una sonrisa espeluznante surco el rostro de la joven — y sí tengo que pasar por tu cadáver y el de esos asquerosos muggles...que así sea — respondió la azabache sacando a flote su lado Slytherin — Maldita sea Dumbledore ¡¡HARRY ES MI SOBRINO!! Debe estar conmigo — Alexandra estaba enojada consigo misma "Tal vez si ella hubiera llegado antes James y Lily aún estarían vivos" "Porque no pudo ser ella quien muriera, así Harry tendría a sus padres" "Tampoco pudo salvar a Regulus su mejor amigo, su confidente...su gran amor" " Todos a los que amaba le eran arrebatados o ellos la traicionaban" Pero eso significa que ella se daría por vencida, ella tenía que ser fuerte por Harry...lo protegería a costa de todo y de todos nadie tocaría a su sobrino y el que lo intentara o tan siquiera lo pensara terminaría muerto.

— Dejen de discutir porfavor, no queremos despertar a los muggles — la voz de Minerva se volvió a escuchar — ¿Cómo va a llegar el niño hasta aquí, Dumbledore? — pregunto en dirección al viejo profesor

— Hagrid lo traerá — respondió comiendo otro caramelo de limón

— ¿Le parece... sensato... confiar a Hagrid algo tan importante como eso? — Pregunto la mujer preocupada

— A Hagrid, le confiaría mi vida— dijo Dumbledore.

— No estoy diciendo que su corazón no esté donde debe estar — dijo a regañadientes la Profesora McGonagall — Pero no me dirá que no es descuidado. Tiene la costumbre de....¿Qué ha sido eso? — un ruido sordo rompió el silencio que los rodeaba se fue haciendo más fuerte mientras miraban a ambos lados de la calle, buscando alguna luz.

Aumentó hasta ser un rugido mientras los tres miraban hacia el cielo, entonces una pesada moto cayó del aire y aterrizó en el camino, frente a ellos. La moto era inmensa, pero si se la comparaba con el hombre que la conducía parecía un juguete, era dos veces más alto que un hombre normal y al menos cinco veces más ancho. Se podía decir que era demasiado grande para que lo aceptaran además, tan desaliñado... Cabello negro, largo y revuelto, una barba que le cubría casi toda la cara, sus manos tenían el mismo tamaño que las tapas del cesto de la basura y sus pies calzados con botas de cuero, parecían crías de delfín y en sus enormes brazos musculosos sostenía un bulto envuelto en mantas.

— Hagrid — dijo aliviado Dumbledore — Por fin ¿Dónde conseguiste esa moto? — Alexandra reconoció esa moto al instante...era la moto de Canuto

— Me la han prestado Profesor Dumbledore — contestó el gigante, bajando con cuidado del vehículo mientras hablaba — El joven Sirius Black me la dejó. Lo he traído señor — dijo enseñando el bulto que cargaba en brazos

— ¿No ha habido problemas por allí? — Pregunto Dumbledore sintiendo la penetrante mirada de la azabache

— No, señor. La casa estaba casi destruida, pero lo saqué antes de que los muggles comenzaran a aparecer. Se quedó dormido mientras volábamos sobre Bristol — Dumbledore y la Profesora McGonagall se inclinaron sobre las mantas

Entre ellas se veía un niño pequeño, profundamente dormido. Bajo una mata de pelo negro azabache, sobre la frente, pudieron ver una cicatriz con una forma curiosa, como un relámpago.

— ¿Fue allí...? —susurró la profesora McGonagall.

— Sí —respondió Dumbledore — Tendrá esa cicatriz para siempre — respondió con pena

— ¿No puede hacer nada, Dumbledore? — Pregunto la profesora mirando al pequeño con cariño, después de todo era el hijo de dos de sus alumnos favoritos, porque aunque no lo dijera en voz alta James Potter fue uno de los alumnos más brillantes que pudo conocer, un alumno desastroso y bromista pero muy brillante.

— Aunque pudiera no lo haría, las cicatrices pueden ser útiles. Yo tengo una en la rodilla izquierda que es un diagrama perfecto del metro de Londres. — Alexandra rodó los ojos por tan ridícula información

— Dame a Harry, Hagrid yo me haré cargo de él — Hagrid miro dudoso a Dumbledore, la Potter miro al viejo profesor de una forma desafiante — Es mejor que Harry vaya conmigo de lo contrario no me haré cargo de la masacre que pueda ocurrir

Hagrid y Dumbledore se pusieron pálidos y temblaron en su lugar.

— Te aseguro que si te opones los cuerpos de los Dursley te esperaran en tu despacho mañana temprano — Dumbledore no pudo hacer ni decir nada más por que sabía por experiencia propia que Alexandra Marie Potter no amenazaba en vano, así que miro a Hagrid y asintió con pesadez, Hagrid inmediatamente paso en brazos de Alexandra al pequeño Harry quien se acomodo al sentir sus brazos

La azabache miraba a su sobrino con nostalgia el niño era tan similar a su hermano que parecía una calca de James, pero tenia los hermosos ojos de Lily.

Ella estuvo presente el día en que Harry nació, fue la primera en ver esos hermosos ojos verdes iguales a los de su madre, sus brazos eran los únicos aparte de los de Lily y James en los que el pequeño azabache no lloraba.

— ¿Puedo... puedo despedirme de él, Alex? — preguntó Hagrid con timidez, Alexandra asintió

Hagrid inclinó la gran cabeza desgreñada sobre Harry y le dio un beso, raspándolo con la barba. Entonces repentinamente, Hagrid dejó escapar un aullido como si fuera un perro herido.




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