Alexia

Capítulo 19 - Familia

Yo no era perfecta, eso lo sabía de sobra. En el intento de cuidar de mis hermanas había cometido muchos errores y el dejar que Eider entrara en mi vida era probablemente el más grande. Pero procuraba no pensar que me estaba convirtiendo en la chica que estaba demasiado enamorada para estar pendiente de sus ocupaciones, e intentaba racionalizar que todo lo que estaba haciendo, lo hacía porque mis hermanas necesitaban sentir seguridad familiar en sus vidas. Sin embargo, sentía que todo esto era mentira, que solo intentaba engañarme, que estaba actuando como una egoísta.

Como empezaba a ocurrir cada viernes, la cafetería estuvo demasiado concurrida para tener un respiro, así que solo deseaba terminar el turno. Además Eider pasó más temprano para informar que no podría llevarme a casa esa noche,  otro motivo para querer salir lo más pronto posible.

Cuando terminé el turno decidí caminar hasta casa como en los viejos tiempos, el trayecto lo hice a paso ligero, bajo un frío infernal, sorteando a algunos borrachos que creían que por ser mujer y estar sola, podían divertirse un poco a costa mía. Megan odiaba que regresara a casa caminando después del turno de la cafetería, pero era lo que hacía antes de tener un chofer personal y la verdad ya me había acostumbrado.

Subí tranquilamente la escalera del porche, y el alivio y el agotamiento de todo un día de trabajo casi me hicieron fundirme con la puerta. Por fin en casa. Como cada noche, decidí que solo necesitaba un vaso de agua y luego ver que Amy estaba bien antes de irme a dormir, fui a la cocina por el agua, pero me paré en seco en el umbral.

Allí estaba mi padre borracho sin conocimiento en el suelo, verlo me llenó de un rencor inmenso. No lo había visto mucho desde el incidente.

Pensé en cuánto tiempo llevaría ahí y a pesar de todo temí que hubiera cogido frío por el contacto con las baldosas o que se hubiese lastimado al caer. Meneando la cabeza y reprimiendo lágrimas de cansancio y frustración, me quité la chaqueta y esperé un minuto mientras resolvía cómo iba a llevarlo a su habitación sin despertar a Amy ni lastimarnos a ambos en el proceso.

Intenté moverlo con suavidad, para llevarlo a rastras con todo el cuidado posible. Lo levanté agarrándolo de los brazos y empecé a deslizar su cuerpo fuera de la cocina, pero a pesar de mi intentó por no hacer ruido, golpeó con el pie el extremo de la puerta y esta dio en la pared, me estremecí y me quedé paralizada. Esperaba no haber despertado a Amy.

Por desgracia, acababa de reiniciar la labor de arrastre cuando oí que se abría la puerta del cuarto de mi hermanita. Me volví y la vi de pie en el pasillo, mirándome medio adormilada.

—Lo siento, cariño. No quise despertarte. Vuelve a la cama —susurré.

Su rosto estaba inmutable, observó a nuestro padre por un largo rato sin mostrar ninguna emoción. Le sonreí, pero la boca me temblaba de cansancio, de tristeza. Ella se dio cuenta y su propia tristeza le parpadeó en el semblante antes de darse la vuelta y dirigirse a su habitación, golpeo la puerta cuando llegó a esta.

Evidentemente Amy ya estaba tan agotada como yo de esta situación, mi padre no solo se estaba matando a sí mismo, se estaba llevando a sus hijas en el proceso.

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En un intento de sacudirnos el mal rato que nos hizo pasar papá, tan pronto amaneció llevé a Amy a casa de la familia de Megan para esa comida a la que estábamos invitadas.

La casa de los Wright me recordaba mucho a la casa en la que Amy y yo crecimos.

No en el sentido de ser una magnífica casa que estaba en la mejor parte de la Ciudad —aunque esto nos habría encantado, sin duda— sino porque estaba llena de calidez y de verdadera solidaridad familiar. Era un hogar.

Después de lo sucedido en mi familia, la madre de Megan se presentó un día en casa a invitarnos personalmente a Amy, papá y a mí a uno de sus almuerzos familiares de fin de semana. Para evitar que viera el estado en el que estaba papá ya que para ese momento la bebida ya lo tenía dominado, tomé a Amy y salimos directo a casa de los Wright, y lo pasamos tan bien que en lo sucesivo asistimos al almuerzo semanal de los Wright siempre que nos fue posible.

Me encantaba ir a esas comidas porque era el único rato en que Amy y yo éramos nosotras mismas. Y más allá de lo que ellos supieran, nunca nadie preguntaba por papá, así que Amy y yo podíamos relajarnos unas horas a la semana sin pensar en él. Además, Linda era un amor y Craig su esposo era como sería papá si no estuviera ocupado tratando de acabar consigo mismo.

En estos almuerzos los integrantes casi siempre éramos los mismos, Megan, sus padres, su hermano y su ahora prometida Kate y nosotras. Nos adoptaron como parte de la familia.




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