Alexia

Capítulo 8 - ¡¡Fiesta!!

El sábado por la mañana me levanté temprano porque papá nos había despertado rompiendo botellas de licor en el fregadero de la cocina.

Llegué antes de que hiciera más destrozos, le puse unas tiritas en los pequeños cortes de las manos, y finalmente lo ayudé a llegar a la cama de nuevo.

En un intento de deshacerme de los sentimientos tan oscuros que me producía ver así a mi padre, decidí llevar a Amy a comprar su bolso nuevo y luego la llevé a casa de una amiga donde pasaría el día, finalmente limpié el desastre de papá y luego me senté a leer.

No pasó mucho tiempo antes de que me quedara dormida de nuevo.

Me desperté un poco más tarde por un fuerte golpe en la puerta completamente desorientada. ¿Qué hora era? ¿Y quién tocaba tan fuerte? abrí la puerta y me encontré con una Megan muy bien vestida como siempre y con un gran bolso, por lo visto lista para salir.

—¿Quién duerme un sábado en la noche tan temprano? —Fue lo primero que dijo tan pronto entró.

—¿Alguien que tiene dos trabajos, clases toda la semana y dos niñas a su cargo? —respondí con sarcasmo.

—¿Y por qué tienes tan mal aspecto? —Volvió a preguntar como si yo no hubiera dicho nada

—No esta vez Megan, por favor. Ni siquiera tengo dinero y lo sabes. —Me dirigí al sofá y me acurruqué en él.

Sin embargo sabía que solo estaba alargando lo inevitable y que cualquier excusa que dijera era inútil, Megan era imposible cuando se trataba de “un poco de diversión” según ella.

—No vine aquí a pedirte dinero. —Se acercó a mí y me colocó en los brazos un vestido negro que no me había dado cuenta que también tenía en la mano.

—¿Y Amy?

—Me dijiste que hoy se quedaba en casa de una amiga así que esa excusa no te sirve. —Se detuvo y me miró con cariño —Alex,  sé que es duro, pero también sé que esta no es la vida que querías para ti. Y yo no puedo permitir que te conviertas en una ermitaña encerrada en estas cuatro paredes lamentándote la vida que les tocó vivir a ti y a tus hermanas.

—No estaba lamentándome, estaba durmiendo. Bastante falta que me hace.

—Deja de quejarte y ve a ponerte eso. O no, mejor ponte esto —sacó un top blanco de corte bajo de su gran bolso, según lo que pude ver era algo que me quedaría bastante ceñido y me lo lanzó. —Póntelo con tus mejores pantalones y esos impresionantes tacones que hace mucho no te veo. Te vestiremos para atraer las miradas correctas. —Se detuvo, me miró fijamente e hizo una pequeña mueca —Aunque no sé ni para que me esfuerzo si igual vas a apartar a todo el que se te acerque con tu actitud y la irritante manera que tienes de poner tus enormes ojos en blanco.

Suspiré resignada y me levanté del sofá, Megan sonrió triunfante sabiendo que había ganado, ella me conocía bastante bien.

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Beber alcohol no era algo que me quitaba el sueño y no era para menos si revisabas mi historial familiar, a ver, mi madre murió por culpa de un borracho y mi padre ya no era mi padre desde que empezó a beber.

Sin embargo aquí estaba en un club, porque que no bebiera no significaba que no pudiera bailar palabras de Megan. Entre las dos habíamos llegado al acuerdo de que yo sería el conductor designado, así ella podría y sabía que lo haría beber por las dos. El trato era perfecto para mí, porque Megan no dejaba de molestar con eso de que realmente me vendría bien divertirme un poco, además, tampoco era como si yo supiera cómo hacer eso.

—Esos chicos no dejan de mirarte, ¿podrías dejar de fruncir el ceño, y mirar a uno de ellos hasta que él sepa que no va a perder el miembro por invitarte a bailar? —Dijo Megan antes de tomar otro trago de su Margarita.

—No estoy frunciendo el ceño —Respondí a la vez que juntaba mis cejas, lo que me hizo ganarme una sonrisa de parte de ella.

—De acuerdo señorita-no-estoy-frunciendo-el-ceño. Bailemos solo nosotras entonces.

Aún era relativamente temprano, así que el pequeño club al que habíamos decidido ir esa noche no estaba muy lleno como seguro lo estaría en unas horas más. Megan y yo nos apropiamos de una esquina de la pista casi vacía y empezamos a movernos con la música, perdiéndonos en ella gradualmente, o eso hacía ella mientras yo reía de sus movimientos.




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