Alexia

Capítulo 14 - Una ayuda inesperada

Me molestaba la luz que se filtraba por la ventana, me giré para ver el reloj en la mesita de noche y descubrí que aún faltaba un par de horas para llevar a Amy al colegio, di la vuelta en la cama para tratar de dormir un poco más, entonces descubrí que fue lo que me despertó.

—¡Oh, mierda!— El estrépito y la palabrota me hicieron salir inmediatamente de la cama, pero justo antes de cruzar la puerta de su cuarto lo escuché llamarme—¡Aleeeeeex!

Abrí la puerta de golpe y no me sorprendió encontrar a mi padre en el suelo, junto a la cama, agarrado a las sábanas mientras intentaba levantarse. A su lado había una botella de vodka rota y el suelo estaba lleno de trocitos de vidrio. Lo vi dejar caer una mano hacia uno de los trozos y me precipité hacia él para apartarle el brazo de un tirón.

—No —dije con suavidad—. Te cortarás.

—Me caí Alex —Empezó a murmurar.

Asentí y me agaché para pasarle las manos bajo los sobacos y ayudarlo a subir a la cama de nuevo.

—Deja que limpie esto.

—Necesito más.

Miré desde debajo de mis pestañas, fulminando con una resentida mirada al hombre postrado en la cama sin conseguir que parpadeara siquiera. En otro tiempo, había sido un hombre increíble, fuerte, seguro de sí mismo, o eso pensé. Pero ahora, medio calvo y con la piel estropeada, mi padre de cuarenta años parecía un anciano.

—¿Me traes un poco más? — Lo intentó de nuevo

—No. Debo llevar a Amy al colegio.

No dijo nada más, pero sabía que tan pronto yo saliera de casa él buscaría la manera de salir a comprar más alcohol por sí mismo, era la única forma que se atrevía a salir, así que debía esconder el dinero que tenía guardado y cualquier otra cosa que él pudiera vender para pagar su vicio.

Recogí los trozos de vidrio del suelo y salí de la habitación y allí estaba Amy esperándome junto a la puerta. Cuando la vi traté de colocar una sonrisa en mi rostro, pero ésta parecía más una mueca que otra cosa.

—Buenos días cariño, que bueno que ya despertaste ¿Por qué no vas a prepararte mientras yo te preparo el desayuno?

Amy asintió, pero al volverse pude ver la tensión en su cuerpo, la frustración que sentía por nuestra situación y su incapacidad de hacer algo. Y me lastimaba tanto verla así.

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Con todo lo que estaba pasando acordamos, idea de Megan, no dejar a Amy sola si no era estrictamente necesario. Y nunca lo era. Mis hermanas estaban pasando por un muy mal momento y yo estaba tratando fuertemente de solucionar todo lo mejor posible, aunque a veces nada me salía tan bien.

Por eso esa tarde cuando necesitaba urgentemente ir al supermercado, Megan se ofreció a quedar con ella en casa.

Nunca abundábamos en dinero así que solo tomé lo necesario, lo que significaba no poder llevar las galletas favoritas de Amy, con todo el pesar me dirigí a la fila para pagar. Cuando llegó mi turno me di cuenta, no sin cierta vergüenza, que aun así no poseía el dinero necesario para pagar los artículos que había elegido. Me faltaban unos pocos dólares para completar lo que sería la comida de la semana y darme cuenta que no podía siquiera suplir eso me destrozaba completamente.

Empecé a buscar desesperadamente aquello de lo que tendría que prescindir para que el dinero me alcanzara, entonces escuché a las personas detrás de mí quejarse. Sentí mis mejillas enrojecer y pedí disculpas apresuradamente por hacerlos demorar, justo en ese momento vi un brazo extenderse con unos billetes en ella. La cajera los tomó, cobró y me dio el recibo de mi compra. Con profunda vergüenza pero muy agradecida me giré para dar las gracias a la generosa persona que había decidido ayudarme y justo allí, a dos personas de distancia de encontraba Damian Wells que me saludó con una inclinación de cabeza y su perenne ceño fruncido.

Verlo me sorprendió tanto que las palabras no lograron salir. Recogí mis compras y salí de la tienda rápidamente, pero no llegué muy lejos tenía que agradecerle, yo no era una desagradecida. Así que muy en contra de mi voluntad esperé hasta que saliera.

– Gracias – Dije tan pronto lo vi atravesar las puertas del supermercado – Se lo pagaré por supuesto.

Damian se detuvo y me observó fijamente.

– No tiene por qué hacerlo.

– Y usted no tenía por qué ayudarme.

No sé si fue la luz, mi imaginación o algún hecho místico, pero juraría que lo vi elevar una esquina de su boca ¿una sonrisa? Sin embargo, tan pronto inició sus labios vuelven a su posición normal. Falsa alarma.

– Touché.

– Bueno— Dije ya impaciente por alejarme de él— sólo quería agradecerle. Hasta luego.

Me di la vuelta y empiezo a caminar sin darle tiempo siquiera a responder. Tenía un largo camino por delante dado que mi dinero se había quedado todo en la tienda, pero no llevaba mucho caminando cuando un auto se detuvo a mi lado.




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