Alexitimia

Capítulo 8

—En todo el camino no has dicho ni una sola palabra —soltó David, cuando estacionó el auto.

—Estoy cansada —mentí.

—¿Después de esto que pasará entre tú y yo?

—Nada.

—¿Nada? —bufó—. Jul, acabamos de hacer el amor, no vas a decirme que solo fue deseo carnal porque no soy de piedra, yo sí lo sentí.

—Todo sigue igual David. Tú seguirás con tu novia, tu carrera y tu vida. Yo me regresaré a España y seguiré con la mía.

—¿Y qué hay con esto que sucede entre tú y yo?

—¿Qué hay de qué?, entre tú y yo no sucede nada. La pasamos bien, pero hasta ahí, es mejor dejar las cosas así.

—Jul, entiende que yo te amo —susurró.

—Entiende que yo tengo una vida fuera de este país, y es la vida que yo quiero. No la voy a cambiar solo por este tipo de imprevistos.

Salí del auto y él lo hizo enseguida.

—Solo piénsalo —dijo desde el otro lado del auto—. No tomes las decisiones a la ligera, aún tienes días para pensarlo. Piénsalo y hablamos.

—No hay nada que pensar.

—Por favor —pidió—, es lo mínimo que puedes hacer.

—No sigas.

—Piénsalo, Jul.

Entonces, sin decirle nada, me adentré al interior de mi casa. Cuando iba a abrir la puerta de mi habitación él me detuvo; me volteó, me azotó contra la puerta y me besó.

—Piénsalo —susurró, una vez más en mi oído. Él se fue a su habitación y yo me quedé parada tratando de tomar aire.

Si sigues así, vas a terminar acostumbrándote a los besos de él.

Algo tenían sus labios que nunca les podía decir que no.

Decidí entrar a mi habitación, encendí la luz, y aquella voz inconfundible me hizo voltear hacia la cama.

—Ojos oceánicos son los tuyos, tan azules y con una profundidad insuperable. No solo son oceánicos por el color, sino, por todo aquello que ven, por todos esos secretos que guardan, por todo aquello que esconden —terminó por decir, y sus ojos de gato se posaron en mí.

—Naím —dije.

—Es muy poético —dijo el descarado, que leía las cartas que alguna vez David me escribió cuando éramos novios.

—No seas cabrón y deja de revisar mis cosas —me acerqué a él y le quité el montón de cartas que tenía abiertas.

Entonces, de pronto, comenzó a olfatear y a hacer gestos extraños.

—¿Hueles eso? —preguntó y se arrodilló en la cama.

—¿Qué cosa?

—Huele como... —siguió olfateando—. Como a sexo aburrido —dijo y soltó una carcajada.

—Cierra la jodida boca, van a escucharte. ¿Qué estás haciendo aquí?

—Vos dijiste que no te llamara ¿cierto?, pero no me dijiste que no podía venir —se acomodó en la cama y colocó sus manos detrás de su cabeza.

—¿Mi mamá sabe que estás aquí?

—Sí.

—¿Y te dijo que te metieras a mi habitación?

—No. El peladito fue quien me dejó.

—Voy a ducharme —dije.

—¿Te ayudo o qué? —sonrió.

Lo ignoré y tomé una pijama de seda del cajón junto con mi ropa interior y me metí al baño dejándolo ahí. Después de que salí de ducharme, él ya se encontraba sin camisa y debajo de mis cobijas.

—¿Piensas dormir aquí? —inquirí.

—Mor, no es la primera vez que dormimos juntos. ¿O es que algo ya cambió y yo no me he enterado?

—Como quieras —Apagué la luz y me acomodé al lado de él.

—¿Y es que no me vas a preguntar cómo es que me fue en el viaje o qué?

—Estas aquí, supongo que te fue bien —respondí.

—No pues, ni un besito ni nada. Andas como muy brava ¿cierto?

—No me jodas, Naím. Ya cállate y déjame dormir o sino te voy a mandar a dormir con el perro.

—Pero mor, no tenés un perro —bufó—. A menos que me mandes con el perro de la habitación del lado.

Me volteé dándole la espalda, él se me acercó, unió sus piernas con las mías y su brazo rodeó mi cintura.

—Aquí se siente una tensión muy maluca —susurró—. Sé que si vos me pediste que no te llamara fue por algo, lo entendí y te di tu espacio. Pero mamacita, yo no voy a dejarte, llegué a la vida de vos para protegerte y por lo mismo seguí investigando —suspiró—. Beba, vine hasta acá personalmente para decirte que ya sé quién es ese man —agarró mi mano y la acarició—. Marwan es un torbellino de problemas beba, ese man es un duro, ese man es un asesino, uno muy peligroso.

Algo en mi se activó de inmediato y me volteé de nuevo hacia Naím.

—¿Que es qué?

—No hay una base de datos de ese man, no hay huellas, no hay rastros, tampoco puedo asegurarte 100% que sea él, pero... todas las pistas lo llevan a él.

—¿Cómo sabes esto?

—La DEA, el FBI, la INTERPOL, entre otras agencias policiales han querido dar con el rastro de este sujeto. Se dice que mata a sangre fría, pero es como un fantasma. Nadie lo ha visto, nadie sabe quién es, no deja ninguna pista, es alguien demasiado astuto y se esconde muy bien, al menos bajo una buena fachada.

—¿Y por qué crees que se trata de Marwan si nadie sabe quién es? —inquirí.

—Porque la demás información la obtuve por mi papá biológico —confesó—. Mi padre, más allá de ser un narcotraficante, se ha hecho un negociante de lavado de dinero en varios países del mundo. Sus principales fachadas son los hoteles y, aquí es donde extrañamente está el hotel donde este man y vos se conocieron.

—No entiendo...

—Beba, mi padre dice que el dueño de ese hotel es un duro, que cuida mucho su perfil, no se deja mostrar a cámaras, casi no aparece por sus hoteles y cuando eso sucede, extrañamente no hay grabaciones de ese día.

—¿Tu papá lo conoce?

—No. Él día que cerraron el negocio de usar su hotel como fachada para lavar dinero, ese día ese man no se presentó. Fue su representante legal y en la junta su presencia solo era a través de un celular, pero ni siquiera era su voz original.

—Jodida mierda.

—Por eso es que creo que el man que la policía busca, es el mismo con el que se asoció mi padre, el dueño de ese hotel y quizás otras cadenas hoteleras. Pero sobre todo, el man con el que te casaste.




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