Sabía que la noche sería larga cuando comencé a sentir una picazón en mis pies, un ahogamiento interno y unas ganas de salir a gritar hasta que mis cuerdas vocales no pudieran más. Ahí estaba otra vez esa ansiedad que no me dejaba dormir tranquila.
Para variar no había sistema eléctrico, a pesar que ni siquiera había una tormenta, más que solo una abundante neblina. Se escuchaban ruidos en el exterior, mi conciencia me susurró que lo mejor era meterme debajo de mis cobijas. Sin embargo, otra parte eminente de mí, me decía que debía ir a ver qué sucedía.
Tomé aquella linterna que tenía sobre el buró —la cual utilizaba cada que iba al baño—, y decidí abrir lo más silencioso posible la puerta de mi balcón.
Esto parece como una película de terror en la que sabes que hay un asesino serial suelto, sales y no hay nada, pero cuando regresas resulta que el asesino ya está dentro de tu habitación.
Ignoré los comentarios dramáticos de mi conciencia y prendí la linterna para alumbrar. La figura encapuchada se tapó sus ojos debido a la fuerte luz que atacaba a sus ojos.
—¿Quieres quitar la luz de mis ojos? —dijo aquel chico que estaba colgado del árbol como si fuese un mono.
—¿Qué estás haciendo ahí? —inquirí.
—¿Quieres meterte a tu habitación? vas a enfermarte.
—¿A dónde vas? —indagué y volví a alumbrar a sus ojos.
—Carajo, Jul. Solo métete a tu habitación y no hables porque vas a despertar a nuestros padres.
—Así que el hijo perfecto, el angelito de esta familia, el que no rompe ni un plato, ahora rompe la vajilla completa. Wow esto sí que es interesante.
Entonces saltó del árbol hacia el balcón.
—Como si tú jamás hubieses escapado —bufó.
—La diferencia es que yo soy el demonio de esta familia —me alumbré el rostro—. En esta casa hay reglas hermanito, reglas que porsupuesto yo no acato. Yo escribo mis propias reglas, que a veces cumplo y a veces rompo.
—¿Qué haces despierta a esta hora? —preguntó.
—¿Hacia dónde te dirigías? —le respondí con otra pregunta.
—Tengo que ir a un lugar y ya voy tarde -bufó-. Solo métete y tú nunca me viste.
—¿A dónde?
—Jul, no preguntes.
—Entonces papi Leonel va a saber de esto —intenté meterme y él me detuvo.
—Voy a ir a correr en moto ¿contenta?
—No. Yo quiero ir —solté.
—¿Qué? estás loca si crees que voy a llevarte.
—Okey. Que papi Leonel se entere.
—Jul, no seas chantajista.
—Antes me llevabas.
—Estas carreras no son como las de antes, estas carreras son más peligrosas, más extremas. Bajo la neblina, con tipos que podrían faltarte el respeto Jul. No te voy a arriesgar de esa manera.
Entonces me acerqué a él y susurré en su oído-: me gusta el peligro.
—No es lugar para ti.
—Entonces no lo es para ninguno.
Y después de una pequeña disputa, ahora me encontraba caminando como una ladrona bajo las tinieblas.
—No puedo creer que me hayas convencido -gruñó David.
—No te convencí, te obligué.
Llegamos hasta las caballerizas que quedan bastante retiradas de la casa. David quitó el plástico de la moto y tomó el casco que estaba colgado.
—Ten póntelo —gruñó.
—¿Y tú?
—Solo hay un casco y es el que vas a usar tú -demandó y se quitó su sudadera—. También ponte esto, no sé cuál es la manía tuya de vestirte con las piernas desnudas y blusas que parecen sostén.
Ignoré su comentario y me puse lo que él me dio. Su sudadera me tapaba hasta la mitad de mis muslos, pero mínimo así no iba a terminar como un hielo.
Ya eres un hielo.
Me subí a la moto y lo hice en el lugar del conductor.
—¿No vienes? —pregunté y me coloqué el casco.
—Estas loca si crees que tú vas a manejar.
—Quien lleva el casco es quien maneja -aclaré—. Así que sube hermanito y agarrate bien, no me voy a detener por ti si te caes -entonces me coloqué la mica que tapaba mis ojos y lo escuché murmurar algunas cosas sin sentido.
Se subió detrás de mí, sus brazos rodearon mi cintura y me tensé al sentirlo tan cerca. Nuevamente no podía comprender cómo no podía decirle que se agarrara de otro lado, de cualquier parte, menos de mí. No entendía por qué lo dejaba y por qué se sentía tan... natural. Encendí la moto y enseguida las luces rompe neblina, acto seguido le pisé a toda velocidad y él no pareció incómodarle eso. Es como si estando conmigo perdiera el control justo como lo hacía yo.
Él me guiaba por todo el camino, ya que no sabía exactamente en donde quedaban esas supuestas carreras. Ni siquiera sabía si eran legales, pero ya estaba allí y si eran ilegales era mejor. Al llegar al lugar del evento, noté que era una extraña carretera abandonada, una que seguía siendo transitada, pero más solitaria. Había varios grupos de motociclistas los cuales llevaban alguna chaquetas con el logo de su pandilla, me preguntaba si David formaba parte de una, pero lo descarté cuando él no llevaba ningún símbolo que lo identificara.
—Espérame aquí ahora vengo, y por favor Jul, no te muevas, no hables con nadie, no mires a nadie ¿de acuerdo?
—Ajá.
David negó con la cabeza y se dirigió hacia un grupo de sujetos que usaban gorros rojos. Miré que se apartó un poco para hablar con otro tipo, el cual estaba subido en su moto con una chica de grandes atributos.
—¿Y esta princesa de que cuento de hadas salió? —preguntó un tipo sin camisa y con un enorme tatuaje en su abdomen. Lo acompañaba una peliroja que parecía recién salida de un reclusorio de máxima seguridad.
—De uno que por supuesto no conoces -respondí.
—¿Oíste eso Cherry? la princesa cree que no conozco todos los cuentos.
Ellos rieron y yo los miré sin ninguna expresión, ya que claramente no entendí el afán de reír por estupideces.
—No digas cosas sin sentido princesa —dijo él.
—Entonces no hagas preguntas estúpidas —solté y la peliroja dio un paso hacia al frente mientras sacaba una navaja, sin embargo, el tipo la detuvo.