Alexitimia

Capítulo 12

Sabía que mamá seguía siendo de esas mujeres las cuales despertaban muy temprano. Su rutina era ejercitarse, tomar sus extraños jugos verdes, ducharse y después volver a ser una mamá normal en la cocina. Así que tuve que poner la alarma muy temprano para poder bajar a hablar con ella.

—Buenos días —dije.

Mamá traía una olla en las manos y se le cayó al escucharme, haciendo un ruido ensordecedor.

—Hija, me asustaste —se llevó una mano a su pecho y con la otra se recargó sobre la barra.

—Así tendrás la conciencia —murmuré.

—Supe que llegaste ayer por la tarde —dijo—. Asher me contó que llegaste con Aidan, el amigo de David, y que también llegaste con la rodilla herida.

—No fue nada —tomé una manzana del centro de la barra y me la llevé a la boca dándole una mordida—. David me ayudó a curar la herida, ya para la noche no me dolía nada.

Se notaba, te cerraron la rodilla, pero te abrieron las piernas.

—¿Qué se traen David y tú? —indagó.

—No sé, dímelo tú que fuiste su cómplice para que me llevara por la noche en medio de la nada.

—Yo no sabía que Naím y tú tenían algo —soltó

—Pero sí sabías que David y la polilla tenían algo.

—¿La polilla?

—Adara, mamá. Su novia.

—Como sea Jul. El caso es que deben ponerle un final a eso que sea que tengan. Si él está con alguien y tú con alguien, no es justo para aquellas terceras personas.

La miré por unos segundos con mis ojos entrecerrados, mientras seguía mordiendo mi dulce manzana.

—¿Para que uno si pueden ser dos?

—¿Qué? —me miró con cara de yeso.

—¿Nunca te pasó por la cabeza quedarte con Leonel y con papá a la vez?

—¿De verdad me estás preguntando eso?

—Sí. Podría ser que me encuentre en la misma situación. David puede ser como papá, y Naím como Leonel. ¿Fue difícil para ti?

—¿Fue difícil qué? —se cruzó de brazos.

—Elegir a uno. Es que... ¿quién dijo que solo puede ser uno, cuando pueden ser dos o más?

—¡Basta, Jul! no voy a tener esta conversación contigo —soltó—. Sé madura y deja de meterte en tantos problemas. Vas a entrar a la universidad y vas a ser una chica normal.

Entonces, se escuchó el ruido de varias pisadas bajar las escaleras.

—No soy como tú mamá, de hecho, jamás podré ser como tú. Soy Julieta Aragón, y soy peor que tú. Fuiste una cruz para mis abuelos, yo no tengo que ser eso para ti. Déjame meterme en problemas que yo también sé cómo salir de ellos —me acerqué a ella—. Si me quedo aquí es por ti, pero no esperes a que vaya a acatar las reglas que yo no escribí.

Mamá me miraba con una cara extraña la cual no podía ponerle un nombre. Yo, sin embargo, no le bajé la mirada ni un instante.

—¿Todo bien aquí? —Leonel preguntó y nos miró a ambas.

—Todo bien, ¿cierto mami?

—Todo bien, cariño —respondió ella con una sonrisa, y no podía comprender cómo podía sonreír después de todo.

Liam y Asher se sentaron en la mesa y miraban hacia nuestra dirección, yo seguí mordiendo mi manzana y me fui a sentar con ellos.

—¿David no venía con nosotros? —preguntó Leonel.

—Está afuera con Adara —respondió Liam y me miró—. No sé a qué vino.

—¿Vas a salir morrilla? —me preguntó Leonel, el cual comenzó a comer del plato que le pasó mamá.

—Tengo cosas que hacer —me limité a decir, mamá intentó poner un plato frente a mí, pero con una seña de mano le hice entender que no desayunaría con ellos.

Entonces, de pronto, se escuchó una voz chillona y en unos segundos Adara ya estaba junto a David, a punto de sentarse en la misma mesa que yo.

¿Pero qué no tiene dignidad?

—Iré a Dublín —mencionó Liam—. Puedo llevarte si es que vas para allá.

—No es necesario adoptado, Naím vendrá por mí.

—Y después te botará en medio de la carretera —Liam murmuró y David soltó una risita.

Ignoré su comentario y revisé mi celular, el cual había sonado con un nuevo mensaje de texto de Naím. Decía que ya estaba afuera esperándome. Así que sin permiso alguno me levanté de la silla para subir corriendo a mi habitación por aquella pequeña bolsa en donde guardé mis ganancias de la competencia.

—Me iré ya —regresé a la cocina solo para avisar. Tomé un vaso de la mesa solo para servirme un poco de jugo.

—¿Te esperamos para comer? —preguntó mamá.

—No es necesario.

—¿Y para cenar? —preguntó Liam.

—No. Ni para dormir —dije—. Y por cierto Liam, ya que vas a Dublín, deberías comprar más cobijas.

—¿Te da frío en la noche? —indagó—. En mi habitación tengo cobijas.

—Entonces deberías dárselas a David, anoche tenía tanto frío que me tocó quitárselo —luego de haber dicho esas palabras, desaparecí de la cocina.

Es que tú no eres perra, eres perrísima.

Cuando salí de mi casa, Naím estaba trepado en un convertible negro. Llevaba unos lentes oscuros puestos y eso lo hacía lucir más bueno de lo que ya estaba.

—¿Y a ti se te perdió el sol o qué? —pregunté una vez que me acomodé en el asiento del lado.

—Te compré unos —dijo y me pasó unos lentes.

—No los necesito.

—Deberías usarlos, bajo tus ojos hay una capa negra que te hace lucir como un mapache.

—¿Por eso llevas puestos unos? —pregunté y volteé a mirarlo.

Naím se quitó sus lentes oscuros y confirmé que también parecía un mapache.

—Bien. Entonces seremos mapaches los dos. ¿No dormiste bien?

—No cuando sé que estás fuera de tu casa por la madrugada —soltó y después miré como empuñaba sus manos en el volante.

—¿Cómo sabes que no estaba en mi casa? —inquirí.

—Vine a verte y no estabas —soltó, pero no le creí.

—Ah.

—¿Y...?

—Y... ¿qué?

—¿Dónde estabas?

No tenía porque darle explicaciones a Naím, pero al final lo terminé haciendo. Abrí mi pequeña bolsa en donde guardé mis ganancias y puse sobre sus piernas el rollito de billetes que me entregó el trenzas.

Rastas.

Ese.

—¿Y esto? —me miró.




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