Siempre existió una batalla entre el espejo y yo. Yo creía lucir bien, yo me sentía bien, pero el espejo me gritaba que no era así, que me veía fatal.
Coloqué sobre mi lengua aquella píldora que debía ayudarme a mejorar, la pasé con un poco de agua y cuando eso sucedió, sentí como si fuese un dragón a punto de soltar fuego.
—Solo es un día común y cualquiera —repetí eso frente al espejo, mientras el líquido cremoso caía sobre la esponja.
Me dispuse a llenar mi cara de maquillaje, porque a decir verdad, no quería que nadie notara lo pálida que lucía mi piel. Aquella capa negra debajo de mis ojos, lucía mal y no podía permitir que alguien viera eso en mí. Así que froté con fuerza para cubrir todo lo que se pudiera.
Al terminar de alistarme, pude ver que hice lo mejor que pude y me sentí un poco más segura. Los colores oscuros me hicieron ver como era y como quería ser siempre.
—Morrilla, ¿puedo pasar? —preguntaron desde afuera de mi habitación.
—Pasa —me limité a decir, mientras caminaba por la habitación para buscar algo en dónde transportar mis libretas.
—¿Qué sucedió hace unos días con tu mamá? —soltó, y sabía que me haría esa pregunta, pues Leonel no soportaba ver mal a mamá.
—Nada.
—Ella dice que la odias.
—Bueno. Entonces puedes creerle a tu esposa.
—Sé que no la odias.
—Solo intento mantenerla lejos de mí.
—Hiriendo a tu mamá no es la mejor manera.
—Y tenerla cerca tampoco lo es.
—¿Estás tomando tus antidepresivos?
—Sí.
—¿Tal y como debe ser?
—No.
—Debemos ir con el psiquiatra nuevamente —afirmó—. Te he notado Jul, te he estado observando y cada vez haces peor las cosas. No te pones límites, atacas sin tener un depredador y está mal. Solo estás lastimando a personas que te aman y no está demás recordarte, que ellos no saben que tú tienes un problema.
—¿Qué problema tiene Jul, que no sabemos? —dijo aquella voz bastante familiar y lo único que pude hacer fue cerrar mis ojos con fuerza.
—Nada —respondí brevemente.
—¿Qué está pasando aquí y por qué discutían? —volvió a interrogar.
—Ya dile morrilla —dijo Leonel con calma.
¿Se había vuelto loco?
—No le voy a decir nada, y tú tampoco. Lo prometiste Leonel —le recordé.
David nos miraba a ambos como tratando de sacar sus propias conclusiones.
—No tiene nada de malo que te sientas así —Leonel bufó—. David lo va a entender.
—¿Entender qué? —repitió el nombrado.
—Jul, tiene días de un mal genio porque se siente nerviosa de entrar a la universidad, cree que nadie la va a querer y que ustedes la van a ignorar.
¿Qué demonios?
Acepta tu derrota, al menos te salvó el culo.
Poniéndome como una frágil.
—Papá, ¿podrías dejarme un momento con Jul? —pidió sin dejar de mirarme.
Leonel no respondió, sin embargo, antes de irse me lanzó una mirada extraña, la cual no supe que significaba.
—¿En verdad te sientes de esa manera? —preguntó mientras se acercaba a mí.
—Solo es algo que debo vivir por segunda vez —solté, no tenía otra opción.
—Puedo estar contigo en los recesos —dijo y me tomó de las manos mientras estaba frente a mí.
—¿Ah sí? ¿y tu novia estará en medio de los dos? —escupí y no entendía por qué tenía que importarme eso—. Olvida lo que dije, no es necesario, solo será un día.
Soltó una de mis manos para acariciar mi mejilla y después hizo un raro acto de meter mi cabello detrás de mi oreja.
—Ven conmigo —pidió—. Lleguemos juntos en la moto.
—Naím vendrá por mí, he quedado con él —dije, aunque traté de sonar lo más ligera posible.
—¿Qué no se ha ido ya el colombiano ese? —bufó apartándose de mí.
—Hoy se irá.
Volvió a relajarse y a acercarse a mí.
—Me habría gustado ser yo quien te llevara en tu primer día de clases —confesó—. Pero supongo que solo me queda desearte buena suerte.
Y cuando estaba por responder, sus labios impactaron los míos y yo seguí las instrucciones de sus movimientos.
Y volviste a caer, ahora siendo la dama de día.
—Me gusta —dijo señalando mi atuendo.
—La mayoría del tiempo visto así.
—Lo sé. Solo luces tan tú.
—¿Tan oscura?
David asintió—: y tan hermosa.
Esa última palabra que mencionó me hizo sonreír y al notar que él también lo hacía, tuve que congelar de nuevo mi sonrisa, seguro me miraba demasiado torpe haciéndolo.
—Lo haces muy poco, pero cuando lo haces me das mucha vida —dijo refiriéndose a mi sonrisa.
Entonces volvió a acercarse a mí en un intento de volver a besarme, pero en eso la puerta se abrió fuertemente golpeando la pared y por inercia lo aparté de mí.
—Hermana, mi cuñado ha venido por ti —dijo Asher.
—Él no es tu cuñado —escupió David.
—Ni tú tampoco —lo miró extraño y después salió de la habitación.
—¿Qué le sucede a Asher? —preguntó David más para él que para mí—. Desde que tú llegaste se ha comportado muy extraño conmigo, como sino me quisiera.
Y yo tampoco entendía qué le sucedía a Asher, actuaba extraño cada que David estaba cerca de mí.
—No sé y a decir verdad no me importa —solté.
David ignoró mi respuesta e intentó besarme una vez más, solo que esta vez tuve más dignidad y no lo dejé tocar mis labios.
—Esto tiene que acabar ya —dije y salí de la habitación. Se lo había dicho muchas veces y aún así volvíamos a tener contacto.
Al bajar las escaleras mamá le estaba dando una bolsa de papel a Asher, supuse que debía ser su lonche.
—Buenos días princesa —mamá me dio un beso en la mejilla que no fue correspondido de mi parte—. Te preparé algo para que lo comas en tu tiempo libre.
—Voy a la universidad mamá, no a preescolar —dije y la dejé con la mano estirada.
—¡Suerte! —gritó antes de que yo desapareciera.
Al salir miré a Naím recargado en una moto de color negra, llevaba un casco puesto, el cual se quitó en cuanto me vio salir.