Alexitimia

Capítulo 22

El fin de semana terminó y no había que tratar de adivinar en dónde fue que la pasé porque la respuesta era obvia.

Con nuestro gatito.

Aunque tampoco era que me podía ocultar por mucho tiempo, pues tendríamos que encontrarnos en algún momento en la universidad. Y así fue, David y yo nos encontramos en la cafetería, de frente, y nos vimos por una fracción de segundos. Creí que me diría un montón de cosas, como normalmente solía hacer, pero no, él me quitó la mirada de encima y pasó por mi lado, sin decir absolutamente nada.

Estaba frente a mi 911, él me compartía de sus grasosas papas a la francesa y yo le compartía de mi malteada de fresa. Estaba disfrutando de poder meter mis papas en la salsa de tomate, cuando, de pronto, miré a la reencarnación de Cristo.

¡La madre que nos parió!

Y no, no era mi madre.

Se trataba de Aidan, venía arrastrando uno de sus pies, un brazo lo tenía sobre un cabestrillo, un ojo lo tenía cubierto con una especie de gasa blanca, mientras que el otro lo mantenía abierto, pero de un color morado. Su labio se miraba reventado y su mejilla izquierda rojiza.

Le dieron la putiza de su vida ¿cómo no estuve allí?

—Uy, eso se mira como muy maluco ¿no? —comentó Naím y de inmediato quité mi mirada de Aidan.

—¿Así lo dejó David? —inquirí.

De pronto se me había ido el hambre y me entraron unas ganas terribles de vomitar.

—Digamos que David dejó el trabajo inconcluso y alguien tenía que terminarlo —comentó y me quitó mi malteada.

—¿Tú...?

—¿Que si yo lo golpeé al malparido ese? —preguntó y yo asentí—. Mor, me encantaría decirte que fui yo, pero es que yo no podía dejarte sola, mamacita.

—¿Entonces?

—Alguien lo hizo por mí —soltó y yo abrí la boca.

—¿Por qué?

—Solo quería que al gonorrea ese le quedara claro, que tenía que pensarlo mil veces antes de volver a darte esa mierda que te fumaste.

Abrí mi boca aún más para añadir algo, pero no pude hacerlo. En cambio me removí sobre la silla y miré la hora en mi celular para tener el pretexto de escapar.

Cobarde.

—Lo miré en tus ojos —comentó y ni siquiera podía verlo a los ojos—. No soy ningún bobo, y yo a vos no te quito responsabilidad porque sé que sabés decir que no. Pero no te juzgo mamacita, ese man se aprovechó de tu vulnerabilidad para darte esa mierda.

—Yo...

—No quiero que te sientas una mierda por lo que sucedió esa noche —me interrumpió—. Solo fue un error que yo sé que no volverás a cometer ¿cierto?

Asentí.

—Manes como ese hijueputa son los que vos no te merecés —finalizó.

Había regresado a mi aula y gracias a las llamas infernales, Adara no me había hablado en todo el día. En ocasiones volteaba a verme de una manera extraña, nunca me había mirado así y en realidad no sabía qué era lo que quería decirme. Sabía que las personas a veces te decían muchas cosas con una mirada, y en realidad me parecía estúpido porque las miradas no podían hablar.

Pero si hablaran, las miradas de Adara ya nos habría matado.

Pasaron dos semanas más... Mamá y Leo habían regresado de su viaje a México. Volvieron una semana antes y me vi en la obligación de regresar a casa. Liam dijo que era necesario para aparentar que todo estaba bien. Y tenía razón, porque estaban tan entretenidos hablando sobre su viaje que no notaron que David y yo ni siquiera nos mirábamos la cara. Porque así es como había sido, él no me había dirigido la palabra para nada. A pesar de la cantidad de veces que nos habíamos encontrado, tanto en casa como en el campus.

Los mensajes anónimos habían regresado. Ahora eran más insistentes, pero aún así no le tomé importancia. Fuera quien fuera en algún momento se tendría que cansar.

Me había encontrado con Aidan muchas veces dentro del campus, de lejos él me sonreía, ya se miraba bastante recuperado, pero yo solo quería olvidar lo que había pasado entre los dos.

Adara, seguía sin hablarme durante las clases, a veces me preguntaba si ella sabía lo que había sucedido en la fiesta de Nicole. Y hablando de la coreana, ella habló conmigo en una ocasión en la que Liam no estaba cerca, porque resultaba que uno no podía respirar sin el otro. Nicky me dijo que ya era momento de que les dijera a todos sobre mi problema, que ella no soportaba escuchar como todos creían que yo era una hija de puta sin corazón. Cuando en realidad, había una oscuridad dentro de mí que no me dejaba abrirme emocionalmente.

Y no necesitaba decirles a todos que tenía un trastorno que me hacía ser la hija de puta que ellos decían que era. Un trastorno no iba a cambiar lo que ellos pensaban de mí.

Había llegado el mes de mayo, el mes que una vez me hizo caer y exactamente tenía que ser el mismo mes, el que comenzaría a quebrantar mi vida por segunda vez.

Y todo comenzó con un mensaje de texto.

Asher: 
S.O.S ¡Úrsula está aquí!
 


 

Sonreí un poco al ver el mensaje y luego lo bloqueé al notar que venía mi 911. 
 


 

—¿Nos vamos? —preguntó. 
 


 

—En realidad... debo ir a casa. Asher me acaba de enviar un mensaje. 
 


 

—Pues hágale mi amor, te llevo entonces —hizo un movimiento de cabeza. 
 


 

—Prefiero irme sola —solté—. Creo que... me hará bien. 
 


 

Naím guardó silencio por unos segundos, miraba mis ojos como si tratara de buscar algo en ellos, pero finalmente aceptó y se marchó. Me quedé parada viendo cómo se alejaba en su convertible y cuando me aseguré de ya no había rastros de él, comencé a buscar al demonio que había pedido ver. 
 


 

Pero todos los planes se me vinieron abajo con solo escuchar su voz. 
 


 

—Hola —saludó e inmediatamente mi cuerpo se puso recto. 
 


 

Volteé y lo miré, ya quedaban pocos estudiantes, así que el silencio era más victorioso. 
 




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