Alexitimia

Capítulo 23

Aquel bar con fachada de luces neones estaba frente a Liam y yo. Mi hermano el adoptado, me miró de reojo y después hizo un asentimiento de cabeza. Yo de lo contrario, me encogí de hombros como si ya cualquier cosa me diera lo mismo.

—Nadie sabe que estamos aquí —comentó Liam, antes de entrar al bar, el cual era propiedad de Leonel—. Pero... David insiste en saber cómo estás, él sabe lo que pasó.

—¿Y qué pasó? —inquirí—. Que yo sepa no sucedió nada, solo no quise cantar una mierda.

—¿Por qué te empeñas en querer hacerte siempre la fuerte? —preguntó.

—Soy fuerte —aclaré.

—Y sueles tener momentos de debilidad —añadió.

—Ajá. Y después expulso esa debilidad por mis poros, porque simple y sencillamente la debilidad y yo no somos compatibles.

—A veces es necesario ser débil —comentó—. A veces es necesario verte caer a ti mismo.

—¿Y para qué? ¿para que todo el mundo te ponga el pie encima?

—No. Para que sepas hasta que punto tienes la fortaleza para levantarte tú sola.

¿Por qué no es un adoptado normal?

Habían momentos en los que con una palabra era capaz de dejar callada a la otra persona, pero habían otros momentos en los cuales la que se quedaba sin habla era yo.

—¿Entramos o estás esperando algo? —pregunté para cambiar el tema de la conversación.

Liam, suspiró y negó con la cabeza. Puso su mano en mi espalda baja y enseguida nos metimos dentro del bar. Ni siquiera sabía qué hacía ahí, aunque tampoco quise preguntar nada cuando Liam subió a su auto y me indicó que lo siguiera en la moto.

—¿Vas a pedir algo? —preguntó mi hermano.

—No tengo ganas de tomar. ¿Tú?

—Yo no tomo —respondió y lo miré con cara de yeso.

—¿Entonces para qué coño me trajiste aquí?

—Era esto o llevarte a la biblioteca del pueblo, esa que tiene cafetería y está abierta las 24 horas del día.

—Mejor esto —bufé.

Una hora más tarde...

Liam, giraba las llaves en un solo dedo mientras con su codo se recargaba en la barra del bar. Yo, estaba sentada en una de las sillas con la espalda bien atrás y mi cara viendo hacia el techo, mientras enrollaba mi cabello alrededor de mis labios.

Y yo me estoy viendo unos paquetes bien...

Liam no encajaba ahí y yo no encajaba en ese lugar con él. Nadie iba a acercarse, porque él, tenía cara de Frankestein.

—Ehh, iré al baño —mencioné antes de que alguno de los dos se quedara dormido.

—¿Te acompaño?

—Hace tiempo aprendí a limpiarme sola —finalicé.

Me escabullí entre la multitud, no iba a ir a los baños que todas esas personas usaban, no. Obviamente yo iría al baño de la oficina de Leonel. Quizás lograría encontrar algo más interesante, que volver a seguir viéndole la cara al adoptado. Leonel, muy pocas veces iba a ese lugar, hasta la fecha me sigo preguntando por qué es dueño de un bar si rara vez lo maneja. Pero como dijo, necesitaba algo en donde invertir su dinero.

Miré un pasillo al final y seguí por el caminito. Había venido una sola vez a este bar y creo que había sido cuando Leonel lo inauguró. Así que por eso me sentía más perdida que mi conciencia. Al final del pasillo habían dos puertas, una estaba enfrente de la otra. Me quedé parada mirando a ambos lados, pensando qué puerta abrir. Finalmente me decidí por la de la derecha y estaba cerrada.

Genial.

Mis pies por inercia comenzaron a caminar hacia atrás y giré inmediatamente cuando sentí como mi trasero chocaba con algo.

O alguien.

Aidan.

—¿Estás perdida? —preguntó.

—¿Me estás siguiendo? —levanté una ceja.

La última vez que le hiciste esa pregunta todo terminó en un caos.

—Podría ser.

—Pues ve y busca a tu sombra, no necesito de alguien que esté detrás de mí.

—Yo quiero estar detrás de ti.

—Yo no. Así que hazte a un lado.

—Debo cuidarte.

—No debes hacer una mierda. Quítate.

—También es mi bebé, tengo derecho.

—Dije que... espera, ¿qué?

—¿Por qué no me has hablado? —preguntó.

—¿Eh?

—En la universidad —dijo—. El otro día te miré irte con él.

—¿Y qué se supone que deba hacer? ¿aplaudirte? —lo miré con cara de yeso.

—Hablarme —me tomó de las mejillas—. Yo soy el responsable, no él. Además, no me parece que te subas en una moto en ese estado.

—¿Ajá?

—Tampoco me parece que vengas a estos lugares...

—Okey. Para la otra pondré un recordatorio en mi celular que me avise que me vale mierda lo que te parezca o no —le aparté sus manos de mi cara.

—Solo quiero que me dejes protegerlos —insistió.

—Ve y protege a tu madre —finalicé y caminé de regreso al bar.

No sabía qué coño le sucedía a la gente, pero si seguían así iban a terminar como la madre de David.

O vamos a terminar nosotras allí.

Cuando regresé al lado de Liam, él seguía más perdido que nunca. Me miró de pies a cabeza y arrugó sus cejas.

—¿Por qué tardaste tanto? —inquirió.

Porque nos encontramos a Aidan.

—Tengo diarrea —solté.

¿Es en serio?

Liam, se pellizcó el puente de la nariz y negó con su cabeza mientras esbozaba una pequeña sonrisa.

—¿Alguna vez te he dicho que eres una mala mentirosa? —se rió.

—¿Alguna vez te he dicho que eres adoptado?

—Esto es... patético —Liam resopló—. Se supone que tenía que animarte y hacer algo divertido.

—Y es una mierda —aseguré.

—Lo es —me dio la razón.

Miré como la sonrisa de Liam se desvanecía, su mirada la había bajado, y subía y bajaba el cierre de su chaqueta. No podía decir abiertamente que conocía a mi hermano del todo, pero sabía que estaba haciendo un gran esfuerzo por estar en un lugar que claramente él no encajaba. Porque sí, Liam no era un chico de fiestas, bebidas y relajo. Él era, libros, café y silencio.

Aún no sé qué hace con la coreana.

—Gracias —solté, pero no lo miré.




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