Alexitimia

Capítulo 31

Naím caminó hasta la puerta solo para ponerle el seguro. Me di cuenta que aún llevaba el mismo atuendo con el que se fue. También lucía cansado y quizás ni siquiera había comido.

Y aún así, seguía siendo hermoso.

—Es para más privacidad ¿sí o qué?

Sí a todo.

Me encogí de hombros en señal que me daba igual. Naím suspiró y regresó hasta mí, sentándose a mi lado. Tomó una de mis manos y se la llevó a sus labios solo para besarla. Fue de modo que noté que su camisa estaba manchada de sangre y poniéndole más atención, miré la venda que enrollaba a su brazo.

—Me preocupas beba —soltó—. Quizás sea mejor que un psicólogo te analice. 

—No —solté quitando mi mano de su agarre.

—Pero mamacita —volvió a tomar mi mano—. Lo que viviste, lo que vos viste, puede ser una experiencia traumática y eso no va a ayudarte en esa vaina.

—¿En dónde está? —solté la pregunta tal y como me salió.

Naím cerró sus ojos por un momento, los abrió y me tomó de la nuca para acercar mi frente a la suya y la besó.

—En la morgue. Entregarán su cuerpo mañana por la mañana.

—Ella quería ser incinerada.

—Mor, yo me encargaré de todo. No te preocupés por nada.

Asentí.

Comencé a jugar con los dedos de mis manos, mi pierna comenzó a temblar y mi garganta picaba por todo aquello que necesitaba sacar. La mano de mi 911 se posó sobre mi pierna, haciendo que ésta dejara de temblar, mordí mi labio inferior y de pronto sentí una necesidad de querer arrancarme un pedazo. Sentí su mano acariciar mi espalda, dándome aquella relajación que mi cuerpo necesitaba y que yo no podía darle debido a la maldita ansiedad.

—Hey, está bien —él susurró—. Es normal que te sientas así. Decime mamacita. No te guardés nada.

Abrí mi boca, pero no salió nada, quería golpearme mentalmente hasta matarme.

—Hagamos algo —propuso poniéndose de pie—. Vamos al baño, cuando regresemos nos acostamos y así nos relajamos. Todo va a fluir solo, no tenés que presionarlo.

—Ya me bañé.

—Pero mor, yo no te estoy invitando a que lo hagas conmigo, ¿cierto?

¡Ja! ¿ahora quién fue la que quedó como payasa?

—No iré a ver como te bañas —volteé a verlo, solo para saber si en sus ojos estaba aquella mirada que hacía cuando se reía de todo.

Yo creo que habla muy, muy, pero muuuuuy en serio. Y yo no tengo ningún problema con verlo.

—Me estás jodiendo ¿no?

—Yo no jodo.

A mí puedes coge... digo, joderme todo lo que quieras.

—No. No lo haré.

—Oh, sí que lo harás.

Hizo un movimiento para cargarme como recién casados, cuando grité que yo podía hacerlo. Al final tenía que comenzar a caminar bien por mí misma y nunca lo iba a conseguir sino practicaba.

Lo esperé sentada en el retrete mientras él se duchaba con la puerta de vidrio abierta. No quiso cerrarla porque luego se empañaban los vidrios y así no me podía vigilar. Mi conciencia era la que estaba disfrutando de ver como el agua caía por el cuerpo de mi 911 y decía cosas como...

"Quisiera ser llave para que conectes tu manguera."

Al final salió envuelto en una toalla blanca. En una mochila traía un cambio de ropa, pero él solo se puso un bóxer. Se cambió la venda que adornaba su brazo por otra nueva y lo miré hacer algunos gestos en el intento. No me pidió ayuda y yo tampoco se la ofrecí, como tampoco le quise preguntar qué le había sucedido.

—¿Por qué? —preguntó cuando ambos estábamos acostados—. ¿Por qué no me dijiste que estabas en peligro? es que... vos sos tan terca.

Sin embargo, yo no iba a responder a esa pregunta. Era pésima tomando decisiones y solo hacía lo que mi cuerpo me dictaba en ese momento.

—Ella estaba amarrada como si fuese un perro —apreté mis labios, solo de recordar la posición en la que la vi—. No me veía, le dije a él que la soltara y se burlaba en mi cara.

Sentí la mano de Naím acariciar mi abdomen y eso hacía que mi tensión volviera a descender.

»Tenía ganas de golpear a Nicole por no levantarme la cara, no me gustaba que no quisiera verme. Y por eso provoqué a Aidan, porque yo era la que merecía estar amarrada como un perro. Dejé que me golpeara, que me humillara y que me encadenara. Yo tenía que ser su prisionera, no Nicole.

Naím estaba en rotundo silencio, solo estaba dedicado a escucharme, sin interrumpir nada de lo que yo le relataba. Le conté cuando Aidan nos dejó solas después de haberle bajado la temperatura a la cámara frigorífica. Le conté cómo Nicole sufría espasmos de frío. Cuando escuchamos los disparos y comencé a hacer ruido para que nos escucharan. Le conté cada detalle, omitiendo las peticiones que Nicole hizo antes de dejar de respirar.

—Te sientes culpable, ¿cierto que sí? —murmuró.

—No me siento culpable. Soy la culpable —aclaré.

—Mira mamacita —Naím se aclaró la garganta y se acomodó en una mejor posición para verme—. Yo entiendo tu punto de vista, entiendo que querás cargar con esa gran culpa. Te entiendo porque yo me sentiría de la misma manera, si por mi culpa vos hubieses dejado de respirar.

—Si yo jamás...

—Beba. Ese man te acosaba desde mucho antes que vos metieras las cuatro. Aunque no lo hubieses hecho con él, él ya tenía toda esa mierda planeada. Es una aberración, ese man está loco y yo no voy a dejar que vuelva a acercarse a ti, ¿me entendés? Yo primero mato a ese hijueputa antes de que se le ocurra respirar cerca de ti.

Aquí es.

Recordé que en sus últimos suspiros, ella mencionó a mi 911.

"Él está aquí, Jul. Él va a encontrarte. Eres su crimen y un 911 jamás abandona su escena de crimen".

—¿Cómo me encontraste? —inquirí y él dejó de verme a los ojos.

¿Eso qué más da? lo importante es que nos encontró.

—No —me incliné sobre la cama y lo obligué a que me viera a los ojos—. ¿Por qué siempre sabes en dónde encontrarme?

Sus ojos de gato se pusieron brillosos, lo miré sonreír y con sus dedos acarició desde mi sien, hasta que llegó a mi pecho, donde descansaba mi dije.




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