Alexitimia

Capítulo 34

Ahogo.

Yo me ahogué con sus palabras.

Las verdades a veces son duras de tragar.

Y una vez que pasó el ahogamiento, supuse que eran más difícil de digerir.

Después vendrán esos pequeños cólicos, cuando tratas de desechar las palabras.

Pero yo no quería desecharlas. Yo quería el contexto de lo que ocasionó un ahogo en mí.

Uno se había ido. Y yo realmente estaba esperando cualquier insulto, total, con David ya me había acostumbrado a ellos. Pero jamás esperé que Naím fuese a encender una mecha, ni mucho menos que me lanzaría una dinamita, para después darse la vuelta y dejarme en medio de tanta pólvora.

Borroso.

Todo era borroso.

Tanta pólvora asfixió mis pulmones. Y ahí, tirada en el suelo, mientras me obligaban a usar el inhalador, miré al otro irse.

¿Por qué huía? ¿Realmente aquella dinamita era verdadera?

No sabía si estaba preparada para saberlo, pero quería respuestas y solo una persona me las daría, por las buenas o por las malas. Ya estaba hasta la madre de tantos secretos, de tantas mentiras, de tantos misterios.

Y después del explosivo, de luchar para que la pólvora no entrara a mis pulmones, el desastre cesó.

¿Cómo llegué hasta ahí?

No lo sabía.

Pero iba acostada en la parte trasera del automóvil de Liam.

—¿A qué hospital? —preguntó Liam.

—El hospitalito del pueblo —respondió David—. En lo que yo me bajo a hablar con el doctor, tú despiertas a Jul para bajarla.

—¿Te das cuenta que ni siquiera merece lo que estamos haciendo por ella? —preguntó Liam, con su vista al frente—. No lo va agradecer, encima... no puedo creer que Jul haya hecho eso.

—Jul no te dejó solo cuando quisiste aprender a usar su moto y te partiste la madre. Tampoco me dejó solo cuando tuve el accidente en las carreras. No te dejó solo aunque destrozaste su moto, no le importó lo material. Tampoco me dejó solo en esas horas de la noche y se quedó a lidiar conmigo. Y no porque se haya metido con el padre del colombiano tenemos que hacerla menos. Además no es algo que debería sorprenderte. Se metió con mi supuesto mejor amigo, que le hiciera eso a Naím, ya me lo esperaba.

—Y no olvides que por su culpa, Nicole está muerta —añadió Liam.

Me hice un ovillo en el asiento trasero, no quise levantarme para no interrumpir su brillante plática. Pero de momento, el auto se detuvo, David abrió la puerta para bajarse, pero antes de hacerlo añadió:

—No es culpa de Jul que la coreana haya muerto. Si lo que tanto quieres es culpar a alguien, entonces cúlpate tú mismo por haberla dejado ir. Porque sí viste cuando se fue, ¿no? —David no esperó una respuesta, solo hizo la pregunta y salió del auto.

Liam se quedó adentro unos segundos más, recargó su cabeza en el respaldo de su asiento, lo escuché suspirar y después bajó del auto azotando la puerta. Entonces yo me levanté de inmediato y estiré mi cuerpo hacia enfrente, para presionar el botón que hacía que todas las puertas se cerraran.

Mala idea haber dejado las llaves pegadas, hermanito.

Si Liam no había querido matarte, ahora sí que lo hará.

Me brinqué al asiento del conductor, Liam ni siquiera sé había percatado que lo había dejado fuera. Estaba viendo hacia la nada, mientras le daba la espalda al auto que iba a tomar prestado. Salió de su ensimismamiento, cuando David salió del hospitalito y le gritó, entonces Liam volteó e intentó abrir el auto, pero su intento fue fallido.

—Jul, abre la maldita puerta —golpeaba el vidrio y en respuesta yo encendí el auto—. Jul, no estoy jugando, abre la maldita puerta.

—Pú-dre-te, Li-am —dije las palabras en sílabas, para que pudiera leer mis labios, a la misma vez, que mi dedo medio lo saludaba, entonces le di reversa y después aceleré.

Miré a David por el espejo retrovisor, intentaba alcanzar el auto, pero como no lo logró, se quedó en medio de la calle con las manos en la nuca. Sabía que él quería que yo fuera analizada por un doctor, pero nunca me había importado mi salud y menos lo sería en ese momento, cuando yo necesitaba respuestas.

Quería enfrentar a la única persona que podía decirme lo que necesitaba saber. Y esa vez no sería de madre a hija, sino, de perra a perra.

Al llegar pude ver que Nicole estaba sola. Y yo sabía que la causa de su soledad era yo. Arruiné su despedida y ni siquiera fui buena para acercarme a su ataúd.

Solo lo hiciste para crear un incendio.

Me quedé un momento más dentro del auto. Algo me impedía bajar y a la vez, algo me decía que debía hacerlo y enfrentar la realidad.

Deberías dejar las cosas así, no es conveniente despertar monstruos de hace tantos años.

Era mi padre. Y los monstruos siempre habían vivido en mí, solo que aprendí a llevarlos conmigo.

Entonces baja y ve por esas toneladas de verdades que solo acabarán contigo.

¿Se puede estar más acabada?

Compruébalo.

Y por eso fue que puse los pies sobre el cemento.

Bueno, aquí vamos.

Silencio. Todo era silencio. Podría hasta jurar que no había nadie, si el olor a comida no hubiese entrado por mis fosas nasales. Fui a la cocina y ahí estaba ella, de espaldas, moviendo la comida con un cucharón. Asher la acompañaba, solo que él le ayudaba a picar verduras y llevaba los auriculares puestos. Pero me vio cuando me acerqué a la barra y se quitó los auriculares.

—Jul —dijo mi nombre, como sino esperara verme en ese momento. Entonces, mi madre se giró a verme, mientras seguía sosteniendo el cucharón.

—Vete a tu habitación, Asher —dije, pero con mi mirada hacia ella.

—¿Qué?

—¿Sucede algo, cariño? —mamá preguntó.

—Vete a tu habitación, Asher —repetí y él soltó el cuchillo—. ¡Ahora! —grité y él obedeció finalmente.

—¿Qué está pasando, Jul? ¿En dónde está David y tu hermano? —mamá se quitó su delantal y lo puso en el respaldo de uno de los bancos.




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