Alexitimia

Capítulo 41

Estaba en mi cama, completamente relajada después de haber recibido mi dosis de medicamento. Sentía el éxtasis correr por mis venas, sentía tranquilidad porque sabía que ese era el día, en el que por fin abandonaría la maldita prisión para locos.

Pero mi relajación no podía perdurar, porque siempre había algo que lo jodía todo.

Una enfermera entró a mi habitación, con las manos vacías, lo cual era excesivamente raro. Además que tenía cara de yeso, como si hubiese visto al mismísimo demonio. Lo extraño fue, que mientras ella estaba parada como si la hubiesen congelado, la puerta se había quedado abierta.

Me senté sobre la cama y fruncí el ceño mientras la veía.

—¿Qué...? —murmuré, cuando miré que cerró sus ojos.

¿Estará poseída?

—Ti-ti-tienes vi-vi-visita —tartamudeó y yo volteé hacia la puerta que estaba abierta.

*Inserta música de suspenso*

Entonces, la punta de un arma se asomó por la puerta y enseguida, me golpeó la nariz ese impregnante perfume amaderado.

Ahí estaba él.

Y yo en vez de irme, me vine.

Le apuntaba a la enfermera con un arma.

Y yo solo veo su arma de abajo.

Era él, era Marwan.

Nuestro esposito.

—Ich habe Sie gefunden —dijo en mi dirección y bajó su arma.

Ahora fui yo la que se quedó congelada. No sabía qué coño me había dicho, pero hizo que hasta mis piernas se durmieran.

Sí a todo, menos al divorcio.

—Te encontré —repitió, como si me estuviese traduciendo lo que anteriormente me había dicho en su idioma.

Estaba vestido con un impecable traje negro, pero encima llevaba una gabardina oscura. También llevaba puesta una gorra y unos lentes oscuros. Se le veía barba, y sus manos estaban cubiertas con unos guantes negros de cuero. En realidad, si yo lo hubiese visto a tan solo unos metros, no lo habría reconocido. Pero reconocí su olor, su voz y también sabía que él podría ser capaz de transformarse con tal de no ser reconocido.

Inteligentes, como me gustan.

Se acercó a la cama, se sentó en ella, se quitó sus lentes oscuros para que pudiese ver sus ojos y entonces; me tocó.

¿Qué lugar exactamente?

Colocó su mano en mi mejilla y yo seguía con mis piernas dormidas, éstas no querían responder.

Pues me las despiertas, porque yo aquí no me quedo. Debemos cumplir con nuestras obligaciones maritales.

—¿Qué te han hecho? —susurró, pero inmediatamente se aclaró la garganta y dejó de tocarme. Volvió a ponerse sus lentes oscuros y añadió—: Este juego se terminó.

—¿Vas a llevarme? —murmuré.

—Voy a sacarte de aquí —aseguró.

Se levantó de la cama y me dio la espalda, la enfermera seguía congelada. Marwan, se colgó el arma que traía y se la echó a la espalda, acto seguido, volteó a verme y frunció el ceño.

—¿No piensas levantarte? —inquirió.

—No voy a irme contigo.

¿Qué? ¿Cómo que no?

—Dije que el juego terminó —afirmó.

—Y yo dije que no quiero irme contigo.

—Hicimos un trato —añadió.

Y los tratos hay que cumplirlos, yo siempre te he enseñado eso.

—Igual no puedo caminar, mis piernas están dormidas —señalé.

Y en menos de 5 segundos, yo había abandonado la cama, para estar en los brazos de un asesino.

Corrección: nuestro esposo. El respeto en un matrimonio es fundamental.

—No sabía que eras de esas mujeres románticas que les gusta que las carguen en su luna miel —susurró en mi oreja—. Siento mucho que este momento sea de este modo.

Me sujeté de su cuello y puse cara de yeso.

—Bonitas piernas —añadió, antes de comenzar a caminar conmigo.

—Pero, ¿a dónde se la lleva? —inquirió la enfermera, pero con cierta duda en su voz.

Marwan se detuvo, muy cerca de ella.

—No tengo porqué dar explicaciones de a dónde me llevo a mi esposa —finalizó y me sacó de esa celda, llamada habitación.

Mi esposa... no sé tú, pero yo ya caí y sin paracaidas.

Marwan, caminaba por los pasillos conmigo en sus brazos, como si se los supiese de memoria. Volteé a mirar hacia las cámaras y noté que todas estaban apagadas, ya que no tenían esa luz. Un desierto podía estar más habitado que los pasillos del hospital y eso era sumamente extraño, ya que siempre estaban llenos de enfermeros.

Y entonces, después de 13 días, miré la luz natural.

El aire golpeó mi rostro y volví a sentirme libre.

No creo que nuestro esposito crea que eres libre...

Marwan bajó las escaleras y comenzó a caminar hacia el estacionamiento, hasta detenerse frente a un McLaren color negro. Me depósito sobre la parte trasera de éste y se puso entre mis piernas sin permiso.

Oh, sí, ábrelas más.

Se levantó un poco la manga de su gabardina y de inmediato dejó ver un reloj inteligente negro. Le movió durante algunos segundos y de pronto, las puertas del McLaren se abrieron hacia arriba como alas de mariposa.

Él también tiene unas alas, elegimos un buen esposo.

Me iba a volver a cargar, cuando lo golpeé en la mano.

—Puedo hacerlo sola.

Puse mis manos sobre el auto para impulsarme y bajar, pero Marwan detuvo mi brazo antes de intentarlo, y obviamente yo puse cara de yeso.

—Para tu buena suerte, soy demasiado caballeroso para dejar que te bajes sola —insistió—. Y no puedo tocarte sin tu consentimiento, así que aquí nos quedaremos hasta que me dejes subirte.

—No puedes tocarme, pero sí drogarme ¿no?

—Eso es un punto que tocaremos más adelante —asintió—. Lo sabrías ya, si no te hubiese gustado jugar.

Primero que nos toque nuestro punto.

—Ya bájame de aquí —rodé los ojos.

Perdí el juego, ya que más podría perder.

Me cargó de nuevo y me subió dentro de su lujoso McLaren, enseguida rodeó el auto, se quitó el arma que cargaba en su espalda y la aventó al asiento trasero. Se subió y cerró las puertas, encendió el auto y tecleó algo en la pantalla de enfrente, entonces los cinturones de seguridad se colocaron sobre nosotros.




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