Abrí mis ojos. Me vi cubierta con un cobertor e inmediatamente mi vista fue dirigida hacia mi costado, solo para asegurarme que no estaba acompañada. Por la noche, después de que me diera un ataque de asma; Marwan le ordenó a Cedrik, que se fuera a su habitación y que en un momento lo alcanzaría.
Él intentó explicarme sobre el niño, sin embargo, cuando yo recuperé la poca cordura que me quedaba, lo corrí de su propia habitación. Yo no entendía cómo no pudo decirme ese grandísimo detalle, de que tenía un hijo. Marwan respetó mi decisión de querer estar sola, pero antes de salir, mencionó que tomara las pastillas que había dejado en un mueble, justo al lado de una jarra con agua. Quise preguntarle sobre esas pastillas, pero él se adelantó a decirme que me ayudarían a pasar la noche tranquila. Y bueno, pues sí funcionó.
Me levanté de la cama para inspeccionar la habitación. Encontré unas puertas y me pregunté a dónde me llevarían, así que las abrí para descubrirlo. Se trataba de un guardarropas, en el cual podría dormir para no verle la cara a Marwan. De un lado estaban sus cosas, y del otro lado, estaban las mías, aquellas que elegí en el penthouse de Dublín. Quise ir a curiosear en las cosas de Marwan, así que abrí unos cajones en los que encontré: relojes, lentes, corbatas y guantes. Estaba por oler uno de sus perfumes, cuando el toque de la puerta me hizo sobresaltar y casi se me cae su perfume.
Esposa tóxica.
Dejé todo tal y como estaba y salí del guardarropas para abrir la puerta.
—Señora Wichmann —saludó un hombre de color—. El señor me envió por usted para llevarla al laboratorio.
—Dígale al señor, que no necesito un guía. Estaré ahí cuando tenga tiempo —dije y cerré la puerta.
Sin embargo, cuando salí de la habitación, después de haberme duchado y arreglado, el hombre de color seguía esperando por mí. No sabía su nombre y como no iba a preguntarle, decidí llamarlo: Lombardi.
Me guió por otros túneles. En el camino nos encontramos con algunas personas, pero ninguna se atrevía a mirarme por más de tres segundos.
—Hasta aquí es mi recorrido con usted —Lombardi tecleó cuatro dígitos en la cerradura digital—. Detrás de la puerta la espera el señor Wichmann.
Nuestro esposito.
Asentí como respuesta. El seguro de la puerta cambió a color verde, y entonces se abrió como puerta de elevador.
No sabía que había un laboratorio dentro de la cueva, pero cuando Lombardi lo mencionó, creí que sería algo pequeño y tuve una idea errónea. El laboratorio era enorme, con muchos químicos trabajando. Todo estaba en colores blancos y azules, y no me fue difícil ubicar a Marwan, con esa vestimenta en color negro.
Algo en común con nosotras.
Estaba de espaldas, hablando con un sujeto que estaba cubierto de pies a cabeza. La puerta se abrió a mis espaldas, volteé por inercia, encontrándome con los ojos oscuros de Adler, quién me sonrió en cuanto me miró.
—Que bonita mañana —mencionó al posesionarse a mi lado.
Que bonita entrepierna.
Sin embargo, no respondí. No pretendía encajar en el mundo de Marwan, así que no tenía porqué hablar con su familia. Pero Adler, no parecía inmutarse de que le hiciera la ley del hielo. Me tomó la mano sin previo aviso y la giró solo para observar el tatuaje de mi muñeca. Sus cálidos dedos acariciaron el contorno de la rosa, pero le quité la mano cuando sintió la cicatriz de mi crimen.
—Me gusta. Tú suave piel se presta para el arte en tinta.
También te podemos prestar nuestro cuerpo.
Adler tenía una sonrisa encantadora y sus ojos eran tan oscuros, que le hacían juego con sus cejas gruesas y pestañas largas. A diferencia de Marwan, Adler se miraba más sencillo en cuestión de vestimenta. Usaba playeras sin mangas, que dejaba a la vista sus músculos y la decoración de sus tatuajes. Pero también vestía de negro, creo que eso caracterizaba a los hermanos Wichmann.
Visualicé a Marwan, quien seguía hablando con el mismo hombre, pero a la vez, volteaba hacia donde estábamos Adler y yo. Cuando Adler miró que Marwan se aproximaba hacia nosotros, se acercó a mi oído y susurró:
—Cuando necesites un respiro, búscame en el ala este —me guiñó un ojo y volteó hacia Marwan.
Dice que nos va a invitar a su habitación a aplaudir sin manos.
Volteé a mirar a Adler con cara de yeso.
—¿Todo bien? —dijo Marwan en dirección de Adler.
—Solo le explicaba aquí a la cuñada, el porqué tenemos un laboratorio —comentó Adler.
Mentirosito el cuñado ¿eh?
—Buenos días, esposa —Marwan fijó su mirada en mí.
—¿Qué estoy haciendo aquí? —inquirí.
Adler quiso reírse, pero se ganó una mala mirada por parte de Marwan.
—¿Venías a algo en especial? —le preguntó Marwan.
—Venía —Adler me miró—. Pero ya he olvidado a qué. Me retiro a mis labores, fue un placer hablar con mis superiores —hizo un saludo tipo militar, sonrió y retrocedió hasta desaparecer.
Marwan siguió a Adler con la mirada, hasta asegurarse que no iba a regresar y después volvió a poner su atención en mí.
—Ayer te dije que te harías unos análisis. Necesito saber qué tipo de medicamento se te estaba suministrando en el hospital. Hablé con el señor Connor, y me comentó que esos medicamentos te ponían muy mal —siguió—. También necesito saber cómo están tus niveles. Te quiero sana, no enferma.
—¿Enferma no te sirvo? —inquirí—. Porque si es así, puedes tirarme de una vez, porque jodida es como estoy.
Marwan tensó la mandíbula, pero aún así, me habló tranquilamente.
—Solo quiero que estés bien. Conmigo vas a estar bien y me quedaré contigo hasta que estés bien.
—Ya deja de actuar como si realmente te importara.
—Me importas.
—Eso me lo dijo alguien que supuestamente sería capaz de morir por mí —escupí—. Y mírame aquí, muriendo yo sola.
Marwan abrió la boca para decir algo, pero en ese momento llegó Legna con una tipa, la cual se colgó del cuello de Marwan.