Alexitimia

Capítulo 43 || segunda parte

Quería vomitar todo lo que había consumido. Necesitaba tomar aire, pero también necesitaba escuchar todo sobre esa noche, por más asqueroso que fuera.

—¿Por qué dices que tuviste que ser parte de eso? —inquirí. Tenía muchas preguntas que hacer.

—Me investigaste, sabes lo que soy.

—Sé que eres un asesino. Uno muy peligroso. Pero no sabía que formabas parte de una banda de delincuentes que se dedican a dañar a personas inocentes.

—Sé que la palabra asesino, suena bastante mal —asintió—. Pero no soy un monstruo.

Intentó tocarme, pero yo me alejé.

—Voy a explicarte todo —juntó sus manos—. Pero necesito que estés tranquila, que abras tu mente y me escuches.

—Quiero saberlo todo. Y no te atrevas a omitir una sola cosa —lo señalé.

—Soy un asesino a sueldo, o un sicario si así prefieres llamarlo. Mi corporación trabaja para gente de alto rango: políticos, mafiosos, empresarios, entre otros. Aquí, en mi orden, existe una regla muy importante, que sino se respeta, se paga con muerte.

—¿Qué regla?

—No matar a ningún inocente. Más que una regla, es una promesa que se sella con sangre.

—Pero dijiste que tú...

—El quince de diciembre, ocho días antes de conocerte, viajé a Alemania para deshacerme de un grupo delictivo. Se dedicaban a la trata de blancas y trata de órganos. Ellos estaban buscando a un cazador, pero yo llegué antes para tomar la identidad de la persona que se integraría a su organización —continuó—. Yo solo iría a matarlos a todos, pero me encontré con la noticia de que el cabecilla mayor, no estaba ahí. La misión se complicó, tuve que quedarme y trabajar para ellos. Persuadí a varias jóvenes como tú, y las entregué.

—¿Cómo? —bufé—. ¿Las entregaste así nada más, como si fuesen ganado? Las mujeres NO somos mercancía, Marwan.

—Tenía que hacerlo hasta que el anfitrión de esa organización apareciera.

—¿Y Nicole? —inquirí—. Ella salió, pudieron atraparla.

—A ella no la querían, Julieta. Ellos te querían a ti —explicó—. Pero aún así mi gente la siguió a una distancia discreta, ella solo caminó por algunas calles y tomó fotos. La siguieron hasta que regresó al hotel y se encerró en la habitación.

—¿Y yo?

—Tú ya estabas en mi poder. El barman puso la droga en tu bebida, yo solo tenía que esperar a que te hiciera efecto para irte a entregar.

—¿Y qué cambió ese día?

—Tú. No pude entregarte.

—Marwan, pero ¿por qué? —indagué—. Si ya habías entregado a otras, ¿qué tenía yo de especial para que no lo hicieras?

¿Eso importa? ¡Nos salvó!

—Cuando te vi a través de las cámaras, pude sentir tu inocencia —suspiró—. Te mirabas tan pequeña e indefensa que..., no sé qué fue. Luego volteaste hacia una cámara y sentí el pesar de tu mirada. El lobo no iba a poder cazar a Caperucita.

No entendía porqué las personas podían ver lo que había detrás de mí. Era demasiado confuso. ¿Cómo una persona podía descifrarme con solo verme?

Tantas veces me paré frente a un espejo, intentando ver qué había de bueno en mí para seguir respirando, y nunca pude ver nada. Solo veía una figura de carne y hueso, pero totalmente vacía.

—Decidí abortar la misión —continuó—. Por primera vez, Marwan Wichmann, no iba a terminar una misión. Pero te salvaría, no entregaría a ninguna más. Te llevé conmigo después de que caíste en mis brazos y entre susurros te prometí que te sacaría sana y salva. Te lo prometí aunque tú no estabas consciente.

—Y sino me entregaste, ¿qué les dijiste a ellos?

—Les dije que no te entregaría porque quería comprarte. Ellos dijeron que eso no lo decidía yo, sino el jefe —Marwan se levantó al mini bar, le puso hielos a un vaso de cristal y enseguida lo llenó con alcohol—. Justamente ese día, el cabecilla llegó.

Se tomó todo el alcohol como si fuese agua, ni siquiera hizo algún gesto de que le quemara en la garganta.

—Te llevé a mi habitación —continuó contando, mientras me daba la espalda—. Te contemplé por largos minutos y me preguntaba porqué estaba abortando todo por ti.

—¿Encontraste la respuesta? —inquirí.

—No.

—Okay. Entonces procede a contarme qué hiciste conmigo, mientras yo estaba inconsciente.

—No hice nada —volvió a darme la cara—. Solo esperé a que mis hermanos llegaran con Bella. Ella iba a analizar tu sangre y encontrar la toxina que había en tu cuerpo, para así saber qué tipo de desintoxicante iba a inyectarte. Te quedaste con Adler y Bella, mientras Legna y yo íbamos al centro donde ellos operaban. Mi hermana se hizo pasar por ti, fingiendo estar inconsciente.

—¿No se dieron cuenta que no era yo? —inquirí.

—Me arrodillaron frente a los siete miembros más importantes de la organización —explicó—. El cabecilla le pidió a uno de ellos que bajara a la joven que yo traía, pues éste quería que antes de matarme viera por última vez, lo que jamás podría tener. Mencionó que le había faltado el respeto a su organización al querer quedarme con una de sus mujeres.

—Que asco.

—Descubrieron a Legna y tuvo que activar la alerta fallen, después de haber matado a uno de los integrantes. Mi gente entró al lugar tirando fuego y esa era mi señal para acabar con los seis. Los maté sin compasión. Y ahí concluyó mi misión.

Miraba a Marwan sin ninguna reacción. No sabía cómo reaccionar. Él esperaba quizás alguna respuesta de mi parte, pero yo no sabía qué hacer ni qué decir. Sentía mi estómago revuelto, sentía como la acidez comenzaba a subir, y no lo aguanté más. Fui directamente al baño, a vomitar todo el asco que sentía.

Marwan me esperó afuera, y cuando salí, vi que tenía un vaso de agua en sus manos. Me lo ofreció y bebí el agua como si estuviese sedienta. Aunque creo que sí estaba sedienta, pero por aclarar todas mis dudas.

—Creo que debes descansar —comentó—. Mañana podemos continuar con la conversación.

—No. Ni siquiera pretendas cortar la conversación aquí, porque todavía hay muchas cosas que yo no entiendo.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.