Ingresamos a la cueva por la entrada principal. No podía ponerle un nombre a los gestos de Marwan, porque en realidad, se miraba aparentemente natural. Me llevó por unos pasillos que yo desconocía, y luego me hizo bajar unas escaleras en forma de caracol. Todo era oscuro, lo único que iluminaba era el reloj inteligente de Marwan, pero después escuché el sonido de un interruptor activarse, y todo se iluminó.
Parecía una especie de túnel subterráneo, se sentía más helado que toda la cueva. Marwan me agarró de la mano para guiarme por el camino, no comprendía a dónde me estaba llevando, pero tampoco quería preguntarle. Caminamos una cierta distancia, quizás por alguna media hora. En realidad el túnel no era del todo parejo, sino que también debíamos girar hacia un lado y luego hacia otro.
Nos detuvimos frente a una puerta de metal, que más bien, parecía una puerta de seguridad.
—Quiero mostrarte lo que hay detrás de esa puerta —Marwan señaló—. Es uno de los secretos que guardamos los Wichmann, pero también es uno de mis lugares favoritos.
La forma en la que lo decía, me recordaba a una película que miré con Lombardi, dijo que era de suspenso.
—Marwan, ¿qué hay detrás de esa puerta? —pregunté, porque suponía que así tenía que ser mi papel.
En la película de suspenso, el chico debía abrir la puerta de un armario, donde había surgido un extraño ruido, pero entonces la chica iba detrás de él, y aunque el chico parecía que no quería abrir la puerta, la chica lo animaba a que lo hiciera.
—¿Traes contigo tu inhalador?
—No —puse cara de yeso.
—Lo imaginé, por eso es que yo siempre cargo uno —lo mostró—. No quiero que te asustes, no va a sucederte nada, estás conmigo.
—¿Okay...?
Marwan suspiró.
—Cierra los ojos —pidió.
—¿Me estás jodiendo?
Eso quisiéramos.
—Por favor, solo házlo.
¿Tendrá algún tipo de fetiche?
—Por favor, Julieta —insistió.
—Bien, de acuerdo —bufé y cerré los ojos. Eso era tan...
¿Romántico?
Estúpido.
—No los abras hasta que yo te lo diga, por favor. ¿Puedes cumplir con eso?
—Coño, que sí.
—Voy a confiar en ti.
—Marwan, abre la maldita puerta —exigí.
Digitalizó algunos números, o letras, en realidad nunca supe qué fue lo que hizo, solo escuché un fuerte sonido, que supuse era la puerta abriéndose, pero parecía como si tuviese mucho peso. Y aunque me pareciera algo estúpido mantener mis ojos cerrados, lo seguí haciendo porque yo realmente confiaba en él.
Marwan se puso detrás de mí. Estaba tan cerca que su oloroso perfume se estaba impregnando en mi ropa. Me pidió que avanzara y cuando di varios pasos, inmediatamente sentí el cambio de piso. Escuché que la puerta se cerraba detrás de nosotros, y no sabía si el cuerpo podía sentir ciertos cambios, pero yo sentí uno muy diferente.
—Nos vamos a detener aquí —susurró en mi oído, pues aún seguía detrás de mí—. Ya puedes abrir los ojos.
Los abrí. No se veía nada.
¿Y quién necesita luz? En lo oscurito pasan mejores cosas.
—Ajá, ¿y qué se supone que me vas a enseñar?
¿El tiburón?
—¿Alguna vez has mirado algún animal marino? —preguntó, como si interrogar en la oscuridad fuera su secreto más extraño.
—Cuando era pequeña, mi papá nos llevó a un acuario. Tengo leves recuerdos, en realidad no sé que animales había.
—¿Y te gustaría volver a ver algún animal marino? —siguió.
Sí. Un tiburón o un pez espada está bien.
—¿A qué viene todo esto, Marwan?
—Te lo mostraré.
¡Por fin!
La luz de su reloj inteligente volvió a encenderse. Marwan le movió a algo para que las luces pudieran encenderse.
Oh, mierda.
No me moví. Mis ojos quedaron abiertos de par en par, podría jurar que ni siquiera pensé en parpadear al ver la cantidad de animales marinos que tenía frente a mí. Era como si nosotros estuviésemos en una pecera, y ellos en la libertad. Mi cuerpo seguía paralizado, pero sí podía mover mis ojos.
Ca-ra-jo.
Todo a mi alrededor era de cristal, hasta lo que estaba pisando. Podía ver que los peces de colores pasaban por debajo de nosotros, y solo así mi cuerpo reaccionó.
—¡Marwan!
Su nombre fue lo primero que pude gritar, antes de girarme, aferrarme a su cuerpo y hundir mi cabeza en su pecho. Sentí como su cuerpo se tensó al sentir ese contacto que por primera vez, hacía con él.
Nunca lo había abrazado.
Me di cuenta que había cruzado una línea que dije que nunca pasaría. Porque había sido yo quien la pasó sin permiso. Él ni siquiera había respondido a ese acto tan atrevido de mi parte. Poco a poco comencé a soltarlo de su gabardina, no quería que se diera cuenta de cuán estúpida me sentía. Pero entonces sucedió algo que tampoco me esperaba.
Él también me abrazó. Y yo volví a abrazarlo tan fuerte como él lo hizo conmigo.
Enterré mi nariz en su gabardina, aspiraba su olor, ya que de alguna u otra manera, su aroma tan varonil me hacía sentir tranquila, pero sobre todo, segura.
—¿Marwan...? —susurré contra su pecho.
—¿Hmm...?
—Creo que..., creo que esto que siento... Creo que se llama: miedo —lo apreté más—. Marwan, yo tengo miedo.
—Lo sé —me apretó más.
—¿Cómo puedes saberlo? —susurré.
—Porque yo también lo tengo —confesó.
Poco a poco fui separando mi cabeza de su pecho, hasta que pude levantar la cabeza y verlo a los ojos.
—Tú... ¿Tú tienes miedo?
Aún seguíamos abrazados.
—Todos los humanos le tememos a algo —confesó—. Yo también le tengo miedo al mar, Julieta —aspiró—. Por eso te entiendo.
Pero yo no lo entendía a él.
—No entiendo, Marwan. Si dices que le tienes miedo al mar, ¿por qué vives rodeado de él? ¿Por qué vienes a este sitio en donde eres tú, el que está encerrado en una pecera?
Levantó una mano para acariciar mi rostro, pero su otra mano, seguía sujetando mi espalda baja.