Otro mes se había pasado volando, un mes en el que no dejé de recordar a Nicky en ningún momento. Ya tenía más en claro lo que era tener una amistad: esa compañera y confidente que podía tapar todas mis travesuras, pero también aconsejarme cuando estaba haciendo algo mal.
Tuve una amiga, una compañera, una confidente y una hermana. Y no la valoré.
Legna se había convertido en lo más cercano a lo que llegó a ser Nicole conmigo, pero jamás podría llegar a traspasar mi alma oscura como lo hizo mi amiga, la que nunca más estará conmigo.
«Esto es por ti, Nicole» —eran las cinco palabras que repetía antes de entrar a mi terapia.
Con Marwan todo siguió igual, es como si nunca hubiese sucedido lo del beso. Tal y como Legna lo dijo, él no intentó siquiera tocarme.
Y tú matabas porque lo hiciera.
La verdad es que se cumplió lo que Bella mencionó acerca de la abstinencia sexual, pero gracias a los consejos de Legna pude sobrellevarlo. Me aconsejó que yo misma podía calmar mi abstinencia, si experimentaba tocando mi cuerpo, y bueno, le hice caso.
Bella me puso la quinta dosis del desintoxicante y después se despidió de mí. Tenía que volver a México y ya no estaría presente para la última dosis. Me dijo que se sentía muy orgullosa de mí y que lamentaba que esa droga hubiese llegado a mi sistema. Le agradecí los cinco meses que estuvo puntual para cada dosis, y le dije que estaba ansiosa porque ese maletín de ampolletas quedara vacío.
Había llegado el día en el que Marwan tenía que ir a Romanova, él no me había dicho nada, puesto a que supuestamente sus asuntos a mí me daban igual. Legna fue quien me avisó del día y la hora, yo solo estaba esperando a que Marwan se decidiera a contarme que iba a salir de la orden.
Marwan me lo contó una noche anterior antes de acostarnos, fue algo así:
—Mañana debo viajar a Romanova, debido a un asunto importante —comentó mientras se rociaba de perfume, porque hasta para dormir lo usaba.
—Quiero ir —solté una vez que terminó.
—¿Quieres ir a Romanova? —preguntó, como si no esperara que yo le pidiera eso.
—¿Te lo tengo que pedir en alemán? —me crucé de brazos.
Eso, demuéstrale quién gobierna a quien.
—¿A qué quieres ir a Romanova?
A conocer a tu ex.
—Quiero acompañar a mi esposo, ¿no puedo?
Marwan puso cara de yeso.
—¿Estás segura que...?
—¿Por qué tantas trabas? ¿Acaso no quieres que vea algo o a alguien? —levanté una ceja.
Marwan me vio con cara de WTF.
—Si eso es lo que quieres, entonces iremos juntos, pero...
—Gracias.
Corté la conversación, apagué la lámpara de mi lado y me volteé, para después taparme hasta la cara.
Por la mañana había ido a buscar a Legna, puesto que quería información sobre Ada Grimaldi, no quería ir a quedar como estúpida frente a la ex de Marwan.
O la socia...
Legna me dio todos los detalles que yo necesitaba, no profundizó mucho porque no quería invadir el pasado de su hermano, pero me dio los suficientes detalles como para saber cómo manejar la situación en un dado caso que se requiriera. Ella fue quien me enseñó que mujer precavida, vale por dos. Me ayudó a elegir mi mejor outfit, y fue ella quien me peinó y maquilló. Marwan estaba demasiado ocupado con unos documentos, como para darse cuenta que Legna y yo algo tramabamos, pero Adler sí que se dio cuenta. Cuando le contamos porqué era que lo estábamos haciendo, él sonrió divertido e hizo como si no supiera nada.
Adler, es vida.
Legna tuvo todo un mes para enseñarme lo que eran los celos, lo que quería que Ada Grimaldi sintiera al ver a Marwan de mi mano. Por todo lo que contaba, parecía ser un sentimiento horrible, y fue una jodida tortura cuando me pedía que imaginara a alguien que yo quería mucho, con alguien que odiaba. Esa parte prefiero reservarla.
Estaba lista para acompañar a Marwan a su mundo, ese donde nació, creció y entrenó para ser lo que es. No tenía miedo, pero mi corazón bombeaba cada que se acercaba la hora de partir. Legna manoteaba mi mano cada que veía como me llevaba los dedos a mi boca para morderlos, «llevaba tiempo sin hacer eso». Tenía nervios: ese era el nombre de la emoción que me hacía actuar de ese modo. Pero todo empeoró cuando Marwan llegó por mí a la habitación.
—¿Estás lista? El helicóptero ha llegado por nosotros.
Taquicardia fue lo que me dio junto con un ataque de asma, cuando Marwan dijo que ya debíamos irnos. Marwan estuvo a punto de cancelar su importante junta por mí, pero yo tuve que intervenir diciéndole que me hacía falta oxígeno natural, y que ya se me había pasado.
Marwan me llevó por otro lado de la cueva que yo no conocía, a veces me preguntaba si esa cueva así como tenía su principio, tenía su final. Ingresamos a una especie de elevador redondo, Marwan digitalizó unos números y subimos. La puerta se abrió dejándose ver el helicóptero y una gran parte de la isla. Ni siquiera sabía que la cueva tenía una pista para helicópteros, y ya que lo recordaba; la primera vez que había llegado ahí, pude haberlo hecho por aire, y no tan suicida como Marwan lo quiso.
—Todavía estás a tiempo de querer quedarte —mencionó antes de salir del elevador.
—¿Me estás ocultando algo, Marwan? —inquirí.
—¿Por qué tendría que ocultarte algo, esposa?
—No lo sé, dímelo tú. Haces ver como si te molestara el que yo te acompañara.
Marwan puso cara de yeso.
—No me molesta, solo se me hace extraño.
—Pues si quieres me quedo y ya —me encogí de hombros—. Así puedes ir a verte con tus novias secretas.
—¿Novias? ¿Qué novias? —Marwan se pellizcó el puente de la nariz—. ¿Qué te ha dicho Legna?
Abrí mi boca, aparentemente ofendida.
—¿O sea que sí tienes novias secretas? —inquirí—. Legna a mí no me ha dicho nada, tú solito te estás echando de cabeza.