—Inhala, exhala, inhala, exhala...
Adler no dejaba de repetirlo. Era muy bueno en primeros auxilios, y al menos en eso sí tenía paciencia.
Cuando llegó a la habitación, quitó a David del camino y se dedicó a darme el oxígeno que necesitaba. Aunque ya sentía mis pulmones llenos de aire, seguía teniendo dificultad para respirar, sin mencionar que mi corazón buscaba salida.
Lo buscaba a él.
Por eso no me llevo bien con esa cosa que te late ahí.
—Ha sido suficiente —susurré cuando pude hablar—. Sácame de aquí.
David seguía tirado en el piso, en el mismo sitio donde Adler lo había aventado. Se levantó al instante que Adler me impulsó para salir, y por más que quise evadir su mirada, no pude.
Ahora sus ojos estaban del color como la miel.
—Jul... —repitió mi nombre, como si no estuviese seguro de que yo fuera real.
Quería decirle que era real. Que era tan real como para dejarme sin respiración. Tan real como que mi corazón buscaba al suyo con desesperación.
—Vámonos de aquí —le dije a Adler, pero lo miraba a él.
Huí de la habitación a pasos apresurados, Adler intentó seguirme el paso, pero tenía que ir más lento para no verse como un sospechoso, ya que con su apariencia tenía. Pero al dar la vuelta para llegar a la sala de espera, ahí estaban todos. TODOS. Se levantaron de los sillones, viendo a mi dirección. Yo quería gritarles que no era un fantasma, que era yo, Julieta Aragón: Aquella chica que creyeron loca y por eso la encerraron en un hospital mental. Quería gritarles que la loca estaba bien, que la loca supo cómo escapar de sus demonios.
Adler me alcanzó.
—¿Estás lista? —preguntó detrás de mí.
Sabía que él se refería a que si estaba lista para ir a enfrentarlos, así que respondí:
—Sí. Pero para irnos.
Me dirigí hacia la salida, haciendo como que no vi nada, como que no sabía quiénes eran ellos. Tenía prisa, me estaba asfixiando por respirar el mismo oxígeno que ellos, creí que podía ser más fácil, pero era todo lo contrario. Podía percibir sus miradas en mi espalda, pero había una en especial que sentía, y odiaba sentirlo de ese modo. Eran de esas miradas que logras imaginar, de esas que te obligan a querer voltear.
No lo hagas, nuestro esposito dijo que siempre veamos al frente, nunca hacia atrás.
Entré en una pelea interna. Eran mis ganas de querer voltear y verlo una vez más, contra las ganas de no verlo porque entonces querría golpearlo.
Más bien, besarlo.
No pude dar un paso más, no pude darlo porque una mano fría detuvo mi brazo.
—¿Vas a volver a irte? —preguntó detrás mío. Su voz sonó desgastada.
Puse mi mano encima de la suya, para intentar retirarla sin lastimarlo. No quería verlo, simplemente quería irme de ahí. El problema no era él, era yo la que no podía verlos sin recordar lo que me hicieron. Asher se aferró más a mi brazo, la presión que hacía me estaba lastimando, pero sabía que mi hermano no lo hacía con esa intención. Él lo único que quería era que yo lo viera a los ojos, y por eso le di lo que quería.
Me soltó cuando me giré hacia él.
—Yo no merecía que te fueras sin despedirte de mí —negó con la cabeza—. Pero si volver a irte te hace sentir mejor, entonces vete. Ya estoy acostumbrado a pasar desapercibido para todos.
Lo vi darme la espalda y yo me quedé sin hacer nada, solo viendo como se iba.
—¿En serio lo vas a dejar ir? —inquirió Adler.
—Solo vámonos —pedí.
—Como ordenes. Solo te diré algo y es lo único que voy a decirte: ese adolescente necesita más de tu empatía.
Adler caminó hacia la puerta de cristal y la empujó. Sentí el aire frío que provenía de afuera, pero mis ojos seguían cada paso que Asher daba al avanzar. La Jul alexitímica lo habría dejado marcharse, pero ésta nueva Jul no pudo hacerlo. Miré a Adler y negué con la cabeza, él sonrió y asintió a la vez..., entonces, solo entonces, fui detrás de mi hermano. Asher volteó hacia atrás sin dejar de caminar, casi tropezaba con un enfermero, y yo al ver la sonrisa de felicidad que mi hermano hizo al verme ir detrás de él, me hizo sentir feliz, porque lo estaba haciendo feliz a él.
Corrió a abrazarme y aunque al principio dudé en corresponder a su abrazo, terminé haciéndolo. Era la primera vez que yo lo abrazaba y debo confesar que abrazar a alguien que quieres, no es tan malo como lo pensaba. Su emoción era evidente, quiso llevarme de la mano hacia donde estaban todos, sin embargo, le dije que estaría mejor en un sillón más retirado. Asher pareció entenderlo, así que no contradijo mi petición.
Adler se sentó en un sillón de una sola pieza, suponía que no quería incomodar a mi hermano. Asher por lo contrario, comenzó a hablar hasta por los codos. Me contó muchas cosas en resumen «sobre él», de ese modo me enteré que un adolescente de 15 años, ya tenía novia. Dijo que era la primera en saberlo, y que él le había hablado mucho de mí a ella.
Mientras mi hermano no paraba de hablar, mi vista me traicionaba de vez en cuando hacia donde estaban ellos. Leonel me llegó a sonreír con complicidad y me dedicó un asentimiento de cabeza. Estaba junto a mi madre, me pregunté si seguirían en planes de divorcio o ya lo habrían solucionado. Ella se miraba inquieta, pero no quise prestarle mucha atención porque supuse que sería por Liam. Y David, bueno, él no había dejado de verme desde que me senté con Asher.
¿Donde habrá dejado a su polilla?
—Se la pasaba encerrado en su habitación —me comenzó a contar lo de Liam—. Se la vivía con el portátil de la coreana encendido, queriendo descifrar la contraseña. Tiene notas pegadas en toda su habitación —comentó—. Notas que le escribe a Nicole. No dormía por estar viendo las estrellas, y cuando llovía o había neblina, se ponía de muy mal humor. No desayuna, ni come con nosotros. Nos turnamos para llevarle comida, pero no hace el intento de querer probarlo. Lo extraño es que todas las noches hace chocolate caliente y se lo sube a su habitación, pero por la mañana baja a lavar la taza y termina tirando el líquido en en lava trates.