El asesino de mi padre cayó de rodillas frente a mí. Marwan le había disparado en una pierna. Estaba tranquila, no tenía miedo de él, en realidad, no existía ningún sentimiento que pudiese sentir por la escoria que mató a mi padre.
Marwan se aseguró que yo estuviera bien, antes de actuar contra la persona que me quitó más de una cosa en la vida. Aún seguía recargada a la pared, Daniel seguía en el suelo, no podía ver si había sangre, solo miraba su silueta. Marwan se posicionó detrás de él y tomó a Daniel de los cabellos para levantar su cabeza frente a mí.
—Pídele una disculpa a mi esposa —exigió.
Daniel estaba tan ebrio que, en vez de sufrir por el dolor de su pierna, rió a carcajadas por la petición de Marwan.
—Me disculpo —dijo entre risas—, por no haber matado antes a las dos zo...
No alcanzó a terminar su frase, porque Marwan lo silenció metiendo la pistola en su boca. Lo iba a matar, sabía que Marwan no lo pensaría más de una vez para terminar lo que había comenzado. Y si le metió la punta de la pistola, era para destruir la sucia boca de Daniel Mondragón.
—No lo hagas —pedí poniendo mi mano sobre su brazo—. No lo mates.
—Solo sal de aquí —pidió—. Te alcanzaré en menos de un minuto.
—No. Es que no lo entiendes, Marwan. No quiero que lo mates, ni delante de mí, ni fuera de mi alcance —apreté más su brazo—. Mi 911 ya perdió a su madre, y no seré yo quien lo deje sin padre. No es por él —señalé a Daniel—. Es por Naím, porque le debo más que mi vida.
—No es un inocente, merece morir —Marwan insistió.
—Merece más la vida —insistí—. Merece vivir su sola y miserable vida. Créeme que al matarlo, solo le estarías haciendo un favor y es tan cobarde, que ni él mismo se atreve a acabar con la suya.
Solté el brazo de Marwan y avancé hacia la salida. No sabía si iba a cumplir con mi petición, pero ya no quería saber nada de ese Mondragón. Mismo que me quitó a un héroe, pero me regaló a otro. Mi 911 fue lo único bueno que ese demonio hizo en la vida. Me subí al McLaren y justo cuando estaba cerrando la puerta, Marwan se estaba subiendo del otro lado.
—Vamos a descansar, esposa —dijo y le aceleró al McLaren.
No se puede descansar teniéndote en la misma cama.
No pude pegar bien el ojo en toda la noche, no cuando sabía que estaba tan cerca de él y a la vez tan lejos. Solo podía pensar en la capacidad que podía llegar a tener una sola persona sobre uno mismo, esa magnitud de poder provocar tantas emociones haciendo nada. Miraba a Marwan durmiendo tan plácidamente, que me odiaba por pensar en esos ojos bipolares, teniendo a mi lado todo lo que cualquier mujer pide tener en una relación.
Con Marwan tenía todo. Pero no lo amaba. No lo hacía porque no era él.
Cómprale pupilentes de colores a nuestro esposito y ya sería el de los ojos bipolares.
A la mañana siguiente regresamos al hospital, pero nos encontramos con la noticia de que dieron de alta a mi hermano por la noche. Eso me hizo poner más nerviosa de lo que ya estaba, es decir, estaba feliz por mi hermano, pero no sabía si lo estaba por mí. Tenía que pisar una casa que me vio hacerme pedazos. Habían muchos recuerdos guardados ahí, y la mayoría de ellos, eran dolorosos.
Marwan notó mi nerviosismo y por eso me llevó de la mano durante el trayecto de Dublín a Enniskerry.
—¿Estás lista? —preguntó antes de cruzar la línea.
—No lo estoy —reí con nerviosismo—. Pero quiero acabar con esto para volver a nuestro hogar. No crea que se va a librar de la boda, Sr. Wichmann.
—Julieta Wichmann —probó el nombre en sus labios—. Debo confesar que el apellido te queda mejor que a mí, esposa.
Sonreí y me incliné para besarlo, pero el pitido de una moto me hizo sobresaltar en mi asiento. Marwan y yo giramos hacia atrás, solo para ver los ojos bipolares de David detrás de nosotros. Sonreí internamente y me acomodé sobre el asiento, Marwan tensó su mandíbula y avanzó para que el desesperado de atrás, pudiese pasar.
La decoración navideña me hizo recordar que solo faltaban unos cuantos días para la navidad y para que terminara el año. Se cumpliría un año que conocí a Marwan, un año de haber vuelto a casa, un año en el que tuve que perder mucho, solo para encontrarme conmigo misma.
Me di cuenta que la casita de mi padre estaba muy descuidada, la detallé al pasar y mi piel se erizó, fue como si él de verdad estuviera cerca de mí.
—¿Quieres que me detenga? —preguntó Marwan, al ver mi interés por ese lugar.
—No es necesario —sonreí—. Él ya no está, mi hermano sí.
Bajamos del McLaren. Miré a David dejar su moto y casco en el mismo sitio de siempre y después se metió al interior de la casa sin mirar atrás. Enseguida salió Leonel y sin pensarlo caminó hasta mí. Solté a Marwan de la mano y no dudé en ir a abrazar a Leo. No lo hice mientras estaba en el hospital porque no quería acercarme a mi madre, pero Leo era muy aparte de ella, él hizo mucho por mí y siempre le estaré agradecida.
—Te ves muy bien, morrilla —comentó—. Me siento muy orgulloso de ti. Yo sabía que tú podías, nunca dejé de creer en ti.
Lo dejé de abrazar y volví a tomarle la mano a Marwan.
—No lo habría logrado sin él —volteé a ver a Marwan—. No todo lo que parece ser malo, lo es. Ni todo lo que parece ser bueno, termina siéndolo. Me costó aprenderlo, pero lo aprendí.
Miré a mamá salir, venía hacia nosotros, así que me apresuré a despedirme.
—Iré con Liam, ¿vienes? —le pregunté a Marwan.
—Si no te importa y no le molesta a tu esposo —dijo Leo—. Me gustaría quedarme a hablar unas cosas con él.
Volteé a ver a Marwan, esperando su respuesta.
—Ve tranquila, pequeña. Estaré bien.
Claro que él estaría bien, pero nuestro padrastro quien sabe.
Mi madre quiso detenerme cuando pasé por su lado. Si creía que por haber sacado a mi hermano del hospital ya era todo borrón y cuenta nueva, estaba muy equivocada. No quería ser rencorosa, pero existían cosas en mí que no me dejaban aceptarla tan fácil.