Aleya
El sol reflejado en los edificios de la ciudad bailaba en las ventanas de mi oficina, en el corazón de Liubliana, creando destellos fugaces que parecían competir con las estrellas. Mientras miraba el resplandor urbano desde mi refugio, no podía evitar sentirme atrapada entre dos mundos distintos: el glamour superficial que se esperaba de mí y el anhelo de una autenticidad que rara vez podía permitirme.
Mi nombre es Aleya Bastión, y he vivido mi vida bajo el peso de un apellido que es sinónimo de riqueza y poder. Ser parte de la familia Bastión significa que estás destinado a seguir tradiciones centenarias y a mantener las apariencias. Aunque nuestra empresa es un imperio en sí misma, sus cimientos están forjados en la fachada que hemos construido con esmero.
Desde una edad temprana, aprendí a llevar la carga del apellido con gracia. Mi hermana mayor me enseñó que cada movimiento y cada palabra serían observados y juzgados, no solo por nuestra sociedad elitista, sino también por aquellos que deseaban ver caer a los Bastión. Crecí en una red de expectativas, donde mi vida estaba predestinada incluso antes de que pudiera tomar mis propias decisiones.
Mis días transcurrían en un torbellino de eventos sociales, reuniones empresariales y cenas elegantes. Siempre estaba rodeada de sonrisas falsas y conversaciones superfluas. Pero detrás de mi máscara de confianza y gracia, había una chica que anhelaba la autenticidad, la risa sin reservas y la libertad de ser ella misma sin las cadenas del prestigio.
Mi teléfono vibró, rompiendo mi ensimismamiento. Era Alaia, recordándome de una reunión de negocios importante que me esperaba esa tarde. Cerré los ojos por un momento y dejé escapar un suspiro. El peso del apellido se cernía sobre mí una vez más, recordándome que había compromisos y responsabilidades que no podía eludir.
Desvié la mirada de las luces de la ciudad y me dirigí hacia el espejo de cuerpo entero en mi baño. Me enfrenté a mi reflejo, observando los ojos que habían visto tanto y los labios que habían aprendido a sonreír incluso cuando el corazón latía con otras emociones. Suspiré y sacudí la melena oscura, como si pudiera liberar mis pensamientos y deseos ocultos junto con los mechones de cabello.
Justo cuando pensé que podría quedarme un rato más en mi propio mundo, la puerta se abrió, y aquella mujer de apariencia impoluta entró con paso decidido.
—Aleya, querida, necesitas estar lista para la reunión de esta tarde —Me recordó con una sonrisa tensa que apenas ocultaba su impaciencia.
Cuando no era la una, era la otra.
—Lo sé, «mamá». Estoy a punto de empezar a arreglarme —respondí, tratando de mantener la calma.
Levantó la ceja por la expresión de ironía que usé, no es mi culpa que se comporte tan estricta como una.
—Recuerda que esta reunión es crucial para los negocios de la familia. Necesitas estar a la altura —agregó, su tono, apuntando más a la expectativa que a una sugerencia.
Aunque sabía que la vida que llevaba estaba destinada a proteger el legado, anhelaba un respiro de esta jaula dorada que me habían construido. Quizás algún día encontraría el valor para ser más que mi apellido, para ser Aleya, la chica que no teme a las miradas ni a las expectativas.
La magnífica noche que pasé en Nueva York hace unos meses viene a mi mente, ese día me permití ser feliz y lo fui, la mujer en aquella pista de baile la pasó genial, sola y luego en compañía de aquel hombre que aún me persigue. En más de una ocasión he querido ir en su búsqueda, pero no nos dijimos nuestros nombres y es mejor de esa manera.
No me puedo dar el lujo de enamorarme, sería otro peso más para mí.
Aquella reunión que tenía a mis hermanas mayores nerviosas resultó bien, las tres estamos trabajando en la expansión de nuestro imperio y como jefa del departamento de publicidad tengo una responsabilidad grande, las campañas de promoción son una parte fundamental del éxito de una empresa y no puedo darme el lujo de cometer un error.
Cuando le cuento a Amaia los resultados se relaja un poco, permitiéndome comportarme un poco más como yo, reluciendo mi personalidad bromista. Voy de camino a la cocina por algo para picar cuando veo la puerta de su habitación abierta y a ella frente al espejo.
—¿Con quién saldrás? —Le pregunto adentrándome en su cuarto.
—Con Ashraf Turay, el heredero de la corporación Turay. —responde.
—¿Estás segura de que es una buena idea? —pregunta Alaia desde la puerta.
—Confía en tu hermana mayor. Sé lo que hago. —termina de arreglarse el cabello. —¿Cómo me veo? —Nos pregunta mientras gira sobre su eje, quiere que la admiremos por completo.
—Te ves como una mujer dispuesta a cazar. —replica Alaia con calma.
—Vamos, se supone que yo soy la mayor. Te has convertido en una amargada —Se queja
—No la cagues. —advierte antes de marcharse.
—Diviértete, hermana mayor. —La aconsejo.
—Por supuesto que lo haré. —Me da una sonrisa traviesa.
Desde que papá murió hace un año, esta casa había recobrado un poco más de vida, las estúpidas reglas que había impuesto fueron abolidas, tan pronto dejamos su cuerpo en el cementerio, no me siento mal por eso, Lowel era un monstruo vestido con trajes caros y su muerte solo trajo alivio a mi vida.
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Editado: 22.11.2023