-Vamos, ¿hasta cuándo vas a estar temblando? Ya ella aceptó, deberías estar feliz.
-Desde luego que lo estoy, es decir, no pensé que me aceptaría, o al menos tan rápido, no estaba preparado para una respuesta tan rápida.
-Oh, por favor, ya déjate de tonterías, me vas hacer pensar que no te gustan las mujeres al final de todo.
-he, oye, ¡nada de eso!
- Jaja, bueno, ya era hora que reaccionaras, ahora ve allá y no me defraudes.
Joseph Dorn, un adolescente promedio universitario. Aquella tarde tendría su primera cita con Rita, aquella joven que sostenía firmemente su atención desde hace cuatro años y que finalmente había reunido las fuerzas para desempolvar su plumero y dejar en el papel todo y cuanto su corazón emitía hacia ella. Acto que sería totalmente inútil ya que su buen amigo, Edgar, le forzaría a dar cuentas de lo que sentía cara a cara con su gran enamorada. Sorpresa al final fue para él, quien recibió una aceptación sin ninguna objeción en el camino. Las calles se encontraban aglomeradas de personas que iban y venían en la compra de regalos por la llegada de las fiestas navideñas; las tiendas estaban repletas de clientes que llenaban de pedidos a los pobres e insuficientes empleados que debían cumplir turno completo, sin contar que en más de una no faltaba el típico cliente que luego de hacer cuatro pedidos de zapatos y probarse cada par, se iba del comercio indicando que iría a buscar su tarjeta de crédito, cosa que desde luego, no eran más que falacias. Los buses tampoco daban menos de que hablar, en las estaciones de cada bus salían 15 individuos y a su vez 20 ingresaban al mismo, con un tráfico totalmente congestionado. Las emisoras de radio cuando no tocaban las mismas y repetidas melodías de la época navideña que usaban año tras año, entregaban noticias que únicamente beneficiaban el derrochar dinero en compra de artículos que solo podrían ser adquiridos bajo la influencia de mensajes subliminales. En el centro de Bunbury se estaba llevando a cavo la feria de vísperas navideñas y toda la plaza estaba inundada de vendedores, nieve, y sobre todo, desperdicios. Allí, sentada en un banquillo de madera en medio de toda la multitud y el ruido ocasionado por las inmensas cornetas que se ubicaban en el lugar destinadas a llenar el ambiente del espíritu navideño, se encontraba Rita.
-Lo siento, disculpa, no, no suelo llegar tarde y ser así, pero el tráfico estaba colapsado, y la nieve, y me querían vender un mono con un cepillo dental y, de verdad lo siento, en serio, entiendo que estés enojada por la espera siendo que yo plantee la hora y...
-Tranquilo, siéntate, respira y cálmate.
- Es que de verdad, no era mi intención, aunque luego pensé que el precio del mono no estaba tan mal así que...
-¡Que te sientes!
-Vale, vale.
- Muy bien, ahora toma aire y relájate.
- Está bien, vaya pensé que estarías molest...
- ¡Que tomes aire y te calmes, joder! ¿Tú crees que quiero estar aquí sentada todo el día escuchando cómo casi compras un mono? descansa lo que vayas a descansar que luego nos vamos.
La nieve hizo que la tarde transcurriese cálidamente entre sorbos de café y chocolate mientras que iban y venían de una tienda a otra riendo y divirtiéndose. Llegado el anochecer las luces de los tantos faroles y adornos navideños hacían vestir todas de gala navideña todas las avenidas y brindaban un toque más energético y dulce al ambiente en su totalidad. Aunque los comercios pequeños cerraban sus puertas era entonces cuando los grandes centros comerciales se inundaban de clientes, permitiendo que no hubiese ni un solo comercio sin clientes. Dentro de ese aglomerado de personas se encontraban Joseph y Rita, disfrutando una pizza que realmente fue lo único que llegó alcanzar el pobre y destrozado bolsillo del enamorado.
- Bueno, cómo te decía- comentaba Rita, a la vez que devoraba su porción de pizza – estaba pensando iniciar la carrera de medicina, aunque, como ya sabrás, también tengo la duda con psicología, y a su vez, fisioterapia tiene su toque llamativo.
- Si, supongo que sí. – Respondió Joseph.
-¿Que te sucede?, has estado bastante pensativo desde hace un rato- preguntó Rita
-No es nada, es sólo algo tonto- Respondió Joseph, observando el cielo nocturno a través de los grandes ventanales que servían de pared en la feria de comida.
-oh, bueno, está bien, si no quieres decirme lo comprendo, no voy a molestarte ni insistir en que me digas nada.
-Vale.
Hubo un breve silencio entre ambos, aquel joven no cesaba de ver el cielo con una mirada pensativa, apartado del entorno que se encontraba. Mientras tanto, Rita continuaba disgustando su plato de comida, aunque molesta por la indiferencia del muchacho.
-Y bien, ¿realmente no piensas decir nada? ¿Sólo quedarte pensando allí viendo a la nada? ¿Así conquistas a todas tus citas?
- Seamos novios, y una vez terminada la universidad tengamos hijos.- dijo Joseph, sin salir de su trance.
-Pe, ¡pero qué dices!- exclamó Rita, mientras sus mejillas se tornaban de un tono rojizo.
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Editado: 26.10.2018