Siente frío, pero la cobija le fastidia. De medio lado es incómodo al igual que boca arriba o boca abajo. Cualquier posición es peor que la anterior. Definitivamente no tiene sueño, no pude dormir, eso tiene solo algo bueno, no tendrá pesadillas esta noche.
Es que pensar que Federico quiere tener una relación amorosa con ella, la desconcentra, la desquicia, la descontrola, le quita el sueño. En este momento no sabe que es peor, si el remedio o la enfermedad.
No puede dejar de pensar en la conversación de la noche anterior, hace dos días no lo conocía y ahora quiere que tengan una relación. Si bien es cierto que, hasta cierto punto, la idea fue de ella, no puede dejar de pensar en lo que le toca asumir lo que una relación de ese tipo exigiría.
No se siente en condiciones de recibir amor y mucho menos de darlo, sabe que esas cosas están reservadas para otras personas, no para ella.
Amar. Quien ha dicho que debe amar a alguien para poder tener una relación. Él sabe que ella está buscando a alguien que le ayude a ahuyentar a Volker, así que no puede pedirle sentimientos, pero ella no es así, no puede ser tan fría y pretender que es novia de alguien cuando no siente nada por esa persona, ¿o sí?
Como se lo dijo a él, debe pensarlo. No quiere meterse en un juego en que puede salir quemada. ¿Y si se enamora y luego sufre? Porque Federico es, definitivamente, ese tipo de hombre de los cuales cualquier mujer se enamoraría. Es amable, buen conversador, agradable, muy atractivo y con recursos económicos muy superiores a los de ella. Está casi segura que su salario es unas diez veces lo que ella gana como administradora de la Tienda.
La rutina continúa, es lunes y debe ir a trabajar, pero antes prepara el almuerzo y deja a Lía en el kínder, la señora Rosalía se encarga de recogerla y cuidarla hasta que llegan sus hermanos. Para ella ha sido fundamental la ayuda de esta mujer, sin ella hubiera sido imposible continuar trabajando. Desde el primer día ha estado allí para ayudarla y Lía la adora.
Llega a la tienda un poco distraída, tiene algo mas en que pensar ahora. Ya no solo en la inminente llegada de Volker sino también en la propuesta de Federico. Aunque le ve más pros que contras, aun no se decide y no lo hace porque no quiere engañarlo o hacerlo tomar esperanzas cuando es posible que ella nunca corresponda algún sentimiento mas allá de la gratitud.
La mañana esta muy tranquila, pocos clientes llegan a visitar la Tienda y es normal, acaba de pasar una fecha importante y es temporada baja de turistas, lo que le da cierto alivio y tranquilidad, porque tiene mas tiempo para pensar. Lina como siempre, es la que mas le ayuda en la bodega e inventarios, es mas callada que sus otras dos compañeras y eso, en este momento, es algo que necesita, alguien que no le hable mucho para ella poder pensar con mas calma. Lina se está encargando de la caja y junto con Miranda atienden a las pocas personas que esta mañana las visitan.
La rutina para salir a almorzar es la misma de siempre, Mafe y Lina salen a las 12:00 y regresan a la 1:00 que es el momento en el que deben salir Jacquie y Miranda. Federico está en la puerta a esa hora, los pies de Jacquie se hacen pesados de repente, como si toda la sangre de su cuerpo se hubiera alojado solo en ellos. No quería enfrentarse tan pronto a él, no se siente preparada, no ha tomado una decisión y eso es algo que no quiere enfrentar.
─ Hola Jacquie. ─ Se acerca hasta donde ella se encuentra y le da un suave beso en la mejilla y coloca ambas manos en los brazos de ella, en gesto muy delicado.
─ Hola Federico, ¿cómo estas? ─ Aspira la fragancia de ese perfume tan masculino que su estómago revolotea y no son las clásicas mariposas, se trata de una bandada completa de gigantescas aves lo que se mueve en su interior.
─ Muy bien, deseando verte. ─ Sonríe de esa forma tan encantadora que le mojaría las bragas a cualquiera, incluyendo a Jacquie.
─ Lo siento yo no... ─ No sabe que decir, ella quiere verlo, claro que sí, solo que su mente es un revoltijo de pensamientos y no se decide, todavía.
─ No, no lo sientas, yo lo siento no debí... ya sabes... Presionarte. ─ Con un gesto de su mano la invita a caminar, pero esta vez no es en dirección al hotel, gracias a Dios. A través del cristal de la Tienda Lina y Mafe observan la escena, como cuando estás viendo una de las escenas de tu película favorita.
─ Yo no debí decirte nada desde un principio. ─ Caminan uno al lado del otro a un paso tan lento como si no quisieran llegar a ningún lugar.
─ No hay problema, solo amigos. Por ahora. ─ Con ese último comentario, Federico larga una carcajada que la ayuda a distensionar el ambiente que había entre ambos.
─ No se si pueda. ─ Dice con una sonrisa mas relajada en su rostro.
─ No te pido nada ahora, solo lo que tu estés dispuesta, puedes contar conmigo, la propuesta sigue en pie, sin nada a cambio. Se que quieres y necesitas un "novio", déjame serlo
─ En serio lo siento mucho, estoy muy avergonzada contigo, solo nos conocemos de hace unos días y ya te estoy poniendo en aprietos. ─ Dice mirando al frente y agarrando con mas fuerza de lo necesario su cartera.
─ Tranquila, que tal si me aceptas un almuerzo como disculpa. ─ una sonrisa sale de los labios de él cuando ella lo mira, por fin.
─ La que tiene que disculparse soy yo... ─ Niega ligeramente con su cabeza.
─ Por eso mismo, te acepto un almuerzo como disculpa. ─ Ambos sonríen y logran salir de la conversación viciosa en la que ya estaban metidos.
El centro de Cartagena está lleno de restaurantes de todo tipo, desde mesones comunitarios donde, con algo así como dos dólares, cualquiera puede comer, hasta aquellos sitios donde puedes gastarte el salario mínimo en una sola comida. Esta vez se sientan en un restaurante discreto, que tiene una excelente sazón, que no da la sensación de una cita y donde se puede conversar tranquilamente.