La rutina del nuevo día llega. Jacqueline se siente ansiosa, aunque no va a estar en su casa en todo el día sabe que al llegar en la noche tendrá que enfrentarse de nuevo a su realidad. Una sonrisa surca sus labios en medio de toda la situación que está viviendo. Recordar a Federico la hace sonreír.
Siempre sale de su casa a las 8:15 de la mañana, pero recuerda que su novio la va a recoger y que no tiene carro.
¡Su novio!
Eso se escucha tan raro. Pero es su nueva realidad. Aunque la relación se formalizó por teléfono la noche anterior, siente que tiene un compromiso que aún no sabe cómo asumir.
¿Qué debe hacer cuando lo vea? ¿Cómo va a saludarlo? Desde la noche anterior ha pensado sin descanso en los labios de él. Le parecen atrayentes y durante la noche estuvo imaginando como se sentiría besarlo. Hace tanto tiempo no recibe un beso. Un beso.
Muerde su labio mientras se peina y termina por aplicar su fragancia como siempre lo hace. Suena el timbre y sale pensando que puede ser Federico, pero es un mensajero con un hermoso ramo de rosas rojas. Su mente se vuelve un caos. La tormenta de recuerdos llega y siente sus piernas temblar. No puede ser casualidad que justo hoy lleguen rosas rojas. Solo Volker le ha regalado esas flores y no quiere nada que venga de él, pero aun así, su mente la lleva, inevitablemente a recordar la angustia, la tristeza, el horror y el desasosiego de aquella época.
***
Salir de la clínica después de siete días de tratamientos para evitar perder su bebé, fue muy difícil. Lo único bueno de aquello era que al volver ya no tendría que enfrentarlo mas, pues se le vencía el plazo que le habían dado en la Comisaria de Familia para dejar la casa. Johana y Javier se habían quedado en la casa de Gabriela, la mejor amiga de Johana y cuya mamá había sido muy amable de recibir a los dos adolescentes al conocer la situación en la que se encontraban.
Llegar a su casa no fue nada fácil, pues nada mas mirar la puerta le dio la sensación de que cosas terribles podían pasar. La blanca puerta de madera estaba rayada con algo cortante y se podía leer la palabra "puta" con un vulgar dibujo de un órgano sexual masculino, como los que hacen los niños en las escuelas.
Gracias a Dios la señora Rosalía, la acompañó durante el tiempo en la clínica y al llegar fue ella quien entro primero para cerciorarse de que ese hombre no estuviera dentro de la casa. Una vez dentro solo fue recorrer la vivienda para darse cuenta que había dejado mas detalles para ella. El lavaplatos lleno de barro, el inodoro de la habitación principal con excrementos mal olientes como de tres días, el perro, que antes se llamaba treinta millones y ahora lo llamaban coco, estaba encerrado en el patio sin comida y sin agua. Después de limpiar y organizar todas las cosas que encontraron fuera de lugar se dieron cuenta que faltaban algunas cosas, en especial de la cocina. Jacquie aún no entendía como pudo haberse equivocado tanto con una persona. Ese hombre debía tener algo dañado por dentro.
Las sucesivas apariciones de Volker en su vivienda fueron dolorosas, llegó el momento en que ella no quería ni asomarse a la puerta por miedo a verlo parado en la acera de enfrente para gritarle muchos insultos en alemán, palabras que lastimosamente ella conocía y entendía demasiado bien. Llamar a la policía no servía de nada, cuando llegaban él ya se había ido y regresaba más tarde. En algún momento les explicaron a los agentes lo que sucedía y ellos no se fueron del sector, de tal forma que cuando él llegó nuevamente, los agentes lo abordaron y se hizo el que no entendía español, cosa que molestó a los agentes y estuvieron a punto de llevárselo detenido.
El primer día que tuvo que ir a trabajar después de la incapacidad fue realmente tormentoso. El la siguió durante las ocho cuadras que separaban su casa de la avenida donde le tocaba tomar cualquier transporte que la llevara al centro, tuvo que optar por pagar un taxi, cuando en ese tiempo sus finanzas no daban para tanto. Para ese entonces ya se notaba su vientre, de una forma mínima, pero se podía observar que estaba embarazada.
Todo cambió un día en el que solo se paró frente a su casa y no gritó nada, solo la observó y no supo describir lo que vio en sus ojos. Parecía una mezcla de rabia con tristeza. Pero ella solo cerró las cortinas de la sala y quedó en el interior. Después de ese día no supo más de él, hasta que meses después se enteró que había regresado a Alemania. Eso la llenó de tranquilidad durante esos días, aunque no durante las noches, en las cuales seguía teniendo pesadillas donde sus ojos era lo más aterrador que podía ver.
Cuando cerraba sus ojos solo podía ver ese frío azul de su mirada y llegó a odiarlo y temerle en partes iguales. Tan desagradable era para ella su mirada, que rogaba con todo el fervor de su alma que su hija no tuviera los ojos iguales a los de él. No podría soportar ver a su pequeña con esos ojos, no sabría si sería capaz de verla o de amarla igual.
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Duda en recibir las flores, pero por un momento piensa que tal vez puedan ser de Federico. Así que decide aceptarlas y agradece al muchacho con una sonrisa y una propina. En el momento en que está recibiendo el ramo llega su novio. La mirada que ella le regala es sincera, no esconde nada, está feliz de verlo y aunque no sabe qué hacer, le hace señas de que la espere un momento. Aun no está preparada para recibirlo en la casa.
Deja las flores en la mesa del comedor, toma su cartera, cierra la puerta con seguro, lo gemelos ya han salido a clases y han dejado a Lía en el jardín, así que ella ahora debe salir a trabajar.
La noche anterior se había bajado el carro de su amigo y hoy se sube en el carro de su novio, es extraño como cambian las cosas de la noche a la mañana.
Cuando Federico le pregunta por las flores, su rostro cambia, de inmediato responde la duda que había tenido antes. Con un suspiro cansino le dice que deben ser del papá de su hija, la noche anterior le había dejado claro que quería conquistarla de nuevo y seguro este era su primer paso.