Ver a su pequeña abrir los ojitos hace que sus emociones cabalguen entre la paz y la alegría, solo puede besar la frente de su hija y saladas gotas de amor se desbordan por sus ojos. Oscar Gutiérrez, el cuñado de Federico que trabaja en esa clínica como pediatra, revisó todos los exámenes que le hicieron, asegurando que no había nada que temer, solo faltaba esperar a que ella reaccionara y así fue.
Casi anochecía, cuando Lía abre por fin sus inmensos ojos y sonríe a su madre. Jacquie agradece a Dios por haber cuidado de su retoño y reconoce que las influencias de Federico ayudaron a que fuera atendida con mayor celeridad.
Esa misma noche la niña es dejada en observación, quieren descartar cualquier tipo de traumatismo y vigilar cada una de las reacciones de la pequeña a los diferentes estímulos, así que Johana le lleva ropa en una pequeña maleta, tanto para ella como para Lissi. Federico no se va en ningún momento de la clínica, a pesar que la actitud de Volker es detestable, su descuido causó esa situación y aun así, se mantiene con su habitual arrogancia. Afortunadamente no hace ningún otro escándalo, pues se arriesga a ser sacado sin la posibilidad de entrar nuevamente y es lo que menos quiere, así que decide quedarse en silencio, solo envía miradas asesinas a la pareja que con miradas dice más que con mil, palabras.
Jacquie recibe llamadas de las hermanas de Federico y de sus compañeras de trabajo, como prefiere llamar a las jóvenes que la acompañan en la tienda, todos están muy preocupados por la salud de la pequeña Lía Isabel. Lo que le recuerda que debe escribir al supervisor de la situación para justificar su ausencia. La respuesta es inmediata, el hombre que la conoce desde que inició en la Tienda, la llama y le dice que no se preocupe, el mismo se encarga de contactar a Lina, para que asuma de momento la administración y así ella pueda estar mas tranquila.
La mañana llega tranquila, las tradicionales brisas de fin de año están presentes y Jacquie agradece que los médicos, en cabeza de Oscar, le den el visto bueno para que Lía pueda regresar a casa, el hematoma que tiene en la parte posterior ha disminuido su tamaño y le dan cita de control para una semana. A las diez de la mañana ya están en casa, es tan extraño no tener que trabajar, sobre todo en esta época del año, donde todo es mucho mas movido, pero quiere estar todo el tiempo con su hija, estar atenta a cualquier señal que pueda indicar que no está bien.
Al igual que ella, Federico no ha dormido, luego de dejarla en su casa se marcha con la promesa de regresar en la noche. Va a su apartamento y se cambia de ropa, de camino al hotel llama a Héctor, le comenta lo sucedido. El abogado le pide más detalles y quedan en reunirse en su oficina del hotel en media hora, así que sin esperar mucho comienza con las tareas de ese día. Hay mucho trabajo. Este fin de semana tendrán tres bodas más y cuatro fiestas privadas, que algunos huéspedes programaron desde hace varios meses, así que el trabajo no da espera. Desde que llega tiene reuniones con algunos huéspedes, debe firmar algunos documentos y verificar que todo esté funcionando correctamente, aunque tiene mas personal administrativo, hay cosas que siempre le gusta verificar en persona, siempre recuerda a su abuelo, cuando era niño e iban a la finca familiar él decía "el ojo del amo engorda al marrano".
Héctor llega un poco atrasado, antes de llegar al hotel pasa por los estrados judiciales, quiere verificar personalmente, que tan adelantado va el proceso. Las noticias no han cambiado mucho, pero espera que el suceso del día anterior pueda ayudar a que la balanza se incline a favor de su cliente.
Después de comentarle lo sucedido con Volker en la clínica, Héctor decide entregar una nueva evidencia a favor de ella en la oficina del Juez, la historia clínica del accidente de la menor, junto con los testigos que pueden declarar del estado de alcohol en el que se encontraba el padre de la menor pueden ayudar mucho, así que deciden usarlo.
La noche llega y Federico llega con algo de comer que le pidió al chef del hotel, quiere tener una comida especial esa noche, Lissi se merece las mejores atenciones, así que no solo le lleva algo que le encanta a la pequeña de comer, sino que le envía flores y le lleva un almohadón de pony, de su personaje favorito, en rosa.
La pequeña Lissi, esta feliz, come todo, le encantan los camarones y no deja nada, aunque al parecer a todos les encantan porque no queda nada. Esa noche la pequeña se duerme abrazando su nueva almohada y se despide con la palabra favorita del él. Papá.
─ Héctor envió un mensajero y le di todo lo que me entregaron en la clínica. ─ Comenta Jacquie, mientras termina de acomodar algunos tratos limpios en su lugar.
─ Este incidente puede jugar tu favor, aunque tuviésemos que pasar este susto tan terrible. ─ Revira Federico muy cerca de ella. Solo puede observarla con esa ropa menos formal, una bermuda blanca con una camiseta de cuello V estampada a rayas y unas sandalias planas de tres puntos.
─ Si, me siento agotada. ─ Expresa ella mientras mueve su cuello, en ese gesto que le atrae y lo excita, es casi como una invitación a que la toque y un poquito más.
─ Lo se hermosa. Yo también estoy cansado. ─ Dice mientras coloca sus manos en los hombros de ella, masajeando un poco, provocando que se relaje un poco al tiempo que todo su cuerpo empieza a despertar, como si un interruptor fuera presionado, buscando iniciar algo ─ Me gustaría quedarme contigo esta noche, pero...
─ Nadie te ha dicho que no puedes. ─ Responde con un toque de sensualidad en su voz, mientras sigue disfrutando de ese masaje que tan bien le está sentando.
─ ¿Estás segura? ─ La repuesta de ella es la que él necesitaba, la que estaba deseando, desde que están juntos siempre ha deseado poder compartir con ella ese espacio, quedarse allí, verla en su ambiente. Es como conocerla desde adentro, la dinámica con sus hermanos, con su hija, sería como formar parte de esa familia que ya siente muy suya.