La boda había sido planeada por la mejor planeadora de bodas de la ciudad. Todos los detalles son simplemente perfectos. Lissi luce un hermoso vestido blanco con una tiara en su cabeza que la hace lucir como una princesa. No quiere hacer nada para no ensuciar su vestido, desde ahora es su favorito. Está en esa etapa en la que solo se quita un vestido para que sea lavado, a veces pasan semanas en las que solo quiere vestir con un solo vestido.
Las flores se ven hermosas cada vez se enamora más de las exóticas y coloridas Ave del Paraíso. Esas flores siempre tendrán algo especial para ella y Federico siempre tendrá en su memoria la primera vez que la vio con esas mismas flores en sus manos, camino a su lugar de trabajo.
El vestido tan sencillo y elegante como ella misma, ha sido un regalo de la dueña de la Tienda, de su más reciente colección. Es lo más hermoso que ella haya visto y casi no se podía creer que fuera su regalo de bodas. Al principio no quería recibirlo, le parecía excesivo, ella sabe el valor comercial de ese vestido, pero no le quedó otra alternativa, simplemente ya era de ella, la misma Laura Pascal lo había dejado en una de sus majestuosas cajas en la Tienda para ella. ¿Cómo supo que ese era su favorito? Sencillo Mafe, Lina y Miranda se lo sacaron en una conversación sobre la nueva colección y la primera se lo dijo a la jefa mayor.
Cada detalle del vestido lo hace perfecto. El tulle francés con apliques en perlas y pequeños bordados que parecen flotar sobre su piel, se ve realmente hermosa, etérea y femenina, se tan sensual que está segura que Federico no podrá quitarle los ojos de encima. De hecho ninguno de los presentes podrá hacerlo. Es un vestido único y se amolda a su figura como si hubiese sido hecho pensando en ella.
Isabela es su dama de honor, llegó hace apenas diez días de México, pero su vestido ya estaba listo. El color no fue su favorito, pero todo fuera por complacer a su mejor amiga.
─ Lastima que ya no puedas ser mi dama de honor, porque te vestiría de ese verde cotorra que tanto te desespera. ─ Dice Isabela a Jacquie mientras finge acomodar su velo.
─ No seas tonta, te ves hermosa, tu piel se ve hermosa y el estilo es muy tú. ─ repite las palabras que le ha dicho desde el día que fue sorprendida con ese “espantoso” vestido. Aunque en el fondo reconoce que es hermoso y elegante, muy ella, como había asegurado su amiga desde el principio.
─ Eso no lo niego, pero rosa, mujer, ─ Levanta las manos en señal de impotencia ─ como me haces eso. Rosa. ─ Bufa Isabela resignada a portar ese vestido toda la noche.
─ Todas nos vemos hermosas, este color es precioso. ─ Se suma Johana a la conversación, que ajusta algo en su busto, haciendo que su vestido quede como deseaba.
─ Si seguro fue tu idea, ─ Señala Isabela a Johana con el dedo ─ claro te aprovechaste de que no podía opinar.
Las demás mujeres solo ríen, Jacquie observa a sus cuñadas con el mismo color pero en diseños diferentes, ajustados a sus gustos y personalidades, parece que solo querían complacer a Johana que se volvió loca con la idea de poder usar ese color.
─ Ya deja el mal genio que no te queda y además te vas a ver vieja más pronto. ─ Apunta Johana que ve a su hermana y nota lo nerviosa que está y señala con la mirada a la novia, para aligerar el ambiente.
Los hombres se acercan ante las indicaciones de la planeadora y su asistente, que no han dejado de dar órdenes a todos. Se colocan al lado de la pareja correspondiente. Johana aun no entiende porque Camilo hace parte de ese evento, y mucho menos porque es su pareja, pero ya no hay nada que hacer.
─ Si, sí. ¿Qué más da? ya estamos aquí. Ya nos toca. ─ apremia Isabela, tomando en cuenta los gestos de la más joven.
Lissi camina por el sendero marcado y deja pétalos de rosas en todo el camino.
─ Ven caramelito, a mí me gustas en cualquier color. ─ Coloca su brazo para que ella lo tome y le susurra al oído tan bajo que solo Johana escucha ─ Mejor sin nada.
─ Camilo, ahora no, camina. ─ La orden es acatada de inmediato, ambos avanzan al ritmo marcado por el imponente sonido del piano.
─ Algún día mujer, algún día. ─ Dice ya iniciando su parte del recorrido.
El palo de rosa de los vestidos de las mujeres que caminan frente a ella antes iniciar ese camino lleno de pétalos de rosas, la hace pensar en lo molesta que estuvo su amiga por el tono escogido, pero ya era muy tarde, ya estaba hecho. De igual manera se le ve magnifico el vestido. Todas se ven hermosas. Johana camina del brazo de Camilo, Katia, Fernanda y Miriam están acompañadas por sus esposos y Juliana y Daniel forman una pequeña pareja de novios que lucen muy simpáticos.
─ Estoy nerviosa. ─ señala lo obvio Jacquie a su hermano, que se luce realmente elegante en ese traje, oscuro.
─ Ya lo creo, debe ser porque nunca has visto a tu futuro esposo. ─ Bromea como es su costumbre Javier.
─ No seas bobo. No es lo mismo. ─ Insiste ella, viendo como avanzan de una en una las parejas hacia el interior del recinto.
─ Te ves hermosa, si mamá te viera… ─ No termina, ambos piensan en sus padres ─ Debería ser papá quien te entregue. ─ Dice Javier después de un corto silencio, mirando a Abril que entra junto a sus padres y lleva un hermoso vestido gris plomo.
─ Si, estaría feliz. ─ La sonrisa triste de ella deja claro que no es el mejor tema para ese instante.
─ Estarían más que felices, complacidos sería la mejor descripción. Mamá siempre tuvo sus reservas con respecto a Volker. ─ Lo último lo dice mucho mas bajo.
─ No lo menciones hoy por favor. Hoy es día solo para cosas buenas. ─ Ruega ella a su hermano.
─ Tienes razón. ─ Concede él, cambiando completamente su tono de voz ─ Te ves preciosa hermanita.
─ Y tú te vez más… grande y más bello hermanito. ─ Sonríe un poco mas tranquila.
Las notas musicales de un piano les hacen saber que ya es momento de hacer su entrada. Todo pasó como en un sueño, sus manos juntas mientras escuchaban al ministro hablar sobre las responsabilidades del matrimonio, de los beneficios y de todo lo que implica este nuevo paso. Para ambos no era nuevo, ambos sabían lo que significaba este tipo de unión, pero todo parecía nuevo, solo por el hecho de poder hacerlo juntos.