Algo bonito

Capítulo 6

«How deep is your love» dejó de sonar y, consecuentemente, la fiesta se detuvo. Mierda que sí. Todos los cuerpos se suspendieron en su lugar, conscientes del repentino silencio y, tal como lo quería, el maldito bastardo se separó de los labios de mi amiga.

¿Paul? En cuanto lo reconocí como el chico que había estado devorando la boca a Santana segundos atrás, mi piel ardió.

—¡Queremos música! —gritó alguien, a quien se le unieron más personas con el mismo reclamo.

—¿Qué pasó con la música?

—¿Llegó la policía?

—¡Música!

Diversas voces gritaban, reclamaban; todos al mismo tiempo. De a poco, el silencio se convirtió en miles de voces gritando, cantando a capela y desafinados, cuchicheando.

Entre empujones e insultos sin destinatario en particular, me dirigí hacia el sofá donde aún permanecía Santana y Paul.

—A mi dormitorio —le ordené a ella viendo cómo sus ojos se ampliaban con temor.

—¿Qué...?

—Ve. A. Mi. Dormitorio —le repetí pausadamente.

Paul, a su lado, solo atinó a mirarme detenidamente. Santana se puso de pie, entrecerró los ojos y se alejó de allí.

—Eres un maldito imbécil —gruñí entonces, lanzando el primer puñetazo a Paul.

Al parecer él se lo esperaba porque logró esquivarlo y al mismo tiempo me lanzó uno de vuelta. Mi pómulo dolió al sentir su puño estrellándose con fuerza. Tan rápido como me recompuse, empecé a empujarlo y a golpearlo hasta que lo saqué por la puerta delantera. No supe que fue del resto de las personas, solo que la música había continuado y a nadie parecía importarle la pelea que estaba dando comienzo afuera de mi casa.

—Maldito bastardo —volví a agredirlo.

La rabia me nublaba la vista, una parte de mí lo quería lejos y sangrando.

—Detente, joder —gritó él.

—Le robaste su primer beso, idiota —solté propinándole otro golpe más.

—¿Q-qué? —tartamudeó limpiándose la sangre que salía de su boca.

—Hijo de perra —gruñí—. Tienes novia, ¿por qué mierda tuviste que meterte con Santana? Vete antes de que te mate.

Me sentí poderoso, más aún cuando él abrió sus ojos como plato y, al ponerse de pie, bajó la mirada.

—Lo siento, hombre. No sabía que tú y ella...

—Cállate. Sabes perfectamente que es mi amiga —sentencié.

—¿Amiga? —Por un momento se vio confuso, luego sacudió la cabeza y retrocedió—. Si hubiera sabido no la habría tocado, lo juro. Solo que peleé con Claire y...

Claire era una puta, era sabido que se pelearía con ella, así que no era excusa para interponerse en el camino de Santana.

—¡Vete! —lo interrumpí dándole la espalda.

Seguía con ganas de golpearlo, sí. Quería que su rostro quedara desfigurado, que el tiempo volviera atrás y que jamás hubiese tocado a mi amiga. ¿Por qué a Santana? Mierda, ella merecía mucho más, ella...

—¿Qué te hace pensar que fue mi primer beso?

Alcé la cabeza al escuchar su voz y la vi de pie a un metro de la puerta; lucía irritada.

Santana jamás lucía irritada. ¿Qué le pasaba?

Al procesar sus palabras, sentí como si me hubiesen dado un golpe en el estómago, y estaba seguro como el infierno que Paul solo me había golpeado el pómulo derecho. Recordaba su mano aplastándose sobre... ¡mierda!

De repente, sus palabras se hicieron dueñas de mí y tragué con fuerza. ¿Qué había querido decir con eso?

—¿Fue el primero? —fue lo único que salió de mi boca.

—Te odio —dijo ella con sus ojos empañados.

—¿Fue el primero? —repetí incapaz de quitarle la mirada de encima por más que me afectara.

Mi pregunta no fue respondida con palabras, en cambio, algo en su expresión me dijo que lo que yo creía saber era cierto. Paul había sido su primer beso, y el único hasta ahora.

—¡Mierda! —gruñí—, por eso nunca te había invitado a mis fiestas. No encajas aquí, nunca lo harás —empecé a decir soltando lo que tanto bronca me daba, verdades que hasta entonces no había querido decirme ni a mí mismo—. No perteneces a lugares como estos porque eres... eres diferentes —añadí viendo los ojos de ella repletos de lágrimas contenidas. —Y... y... ¿por qué diablos te pusiste ese leggings? No queda contigo —mentí dándome cuenta de cuánto daño le hacía—. Mucho menos esa blusa que llevas puesta, no es de tu estilo —agregué sin poder contenerme. Y deja mucho a la vista, quise gritar—. Pero lo peor de todo es... ¿por qué estabas coqueteando con todo hombre que se acercaba a ti?

Santana bajó la cabeza, y cuando se dignó a mirarme, vi un par lágrimas deslizándose por sus mejillas.

—Estoy enamorada.

Por un momento, me sentí perdido. Pero luego, ahí estaba ella y el recuerdo de cómo coqueteaba con mi amigo.

—¿De Dylan? —pregunté quizá no de la mejor manera.

—No ―apenas batió la cabeza―. Yo solo quería saber que se siente...

—¿Que te metan la lengua hasta la garganta? —interrumpí—. Porque eso fue lo que hizo Paul. ¿De él estás enamorada? ―proseguí.

—¡No! ¡Y no me besó con lengua! —contestó alzando su tono de voz, con su piel cobrando un tinte rojizo.

Tranquilízate, Chris, me dije.

Conté hasta diez y después la cogí del brazo. ¿Por qué ella estaba actuando así? Santana siempre había sido tímida, sumisa, callada. Ella nunca había sido de enojarse, mucho menos me había gritado a mí. Mierda, ¿por qué yo estaba actuando así? Yo no era su padre, solo era su... amigo.

—Suéltame —exigió intentando zafarse.

—Por favor, solo sígueme —pedí bajando mi tono de voz y arrastrándola a través del gentío que parecía no percatarse de la escena.

Cuando hube atravesado la puerta de mi dormitorio, en el primer piso, solté a Santana. El color rojizo de sus mejillas había desaparecido, parecía más calmada y mantenía su cabeza gacha.




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