Algo bonito

Capítulo 7

Guardé la nota en mi mesita de noche y salí de mi dormitorio.

Sentía mi cuerpo adormecido. Todo mi interior estaba revuelto ante la idea de que Aimee hubiese dejado esa nota en mi cama. Odiaba esa sensación, y más aún, odiaba pensar que... que... la nota no había sido escrita por la pelirroja que apenas había conocido.

Nunca me había sentido tan abrumado por una confesión de ese tipo, al menos, no con palabras garabateadas en un pedazo de papel.

¿Y si no había sido ella?

Me deslicé entre la multitud, la cual en su mayoría no bailaba sino se tambaleaba, y sin detenerme a pensar desenchufé los equipos de música y los parlantes.

La música se detuvo otra vez por mi culpa pero, a diferencia de antes, nadie pareció notarlo.

—¿Has visto a Santana? —le pregunté a Gus, quien se tambaleaba de un lado a otro, sosteniéndose de la primera persona que aparecía en su camino.

—¿Santana Culo Bonito Lloyd? Claro, recién salió de tu casa —contestó.

Me sorprendió que pudiese recordar que tenía un culo bonito, porque... ¡mierda, sí! Ella lo tenía.

―Mi mamá me dará una paliza cuando sepa que me acosté con un unicornio —agregó Gus.

Recién entonces estuve cien por ciento seguro de que estaba borracho.

Con ayuda de Dylan logré que Gus se mantuviese de pie y, de a poco, finalmente hice que todos fueran saliendo de mi casa. Algunos salieron sin inconvenientes, otros con varios. No me pareció raro el ver que muchas de las chicas salían con los vestidos corridos y despeinadas, y menos que algunos nerds salieran riéndose más de lo normal.

—Mierda —mascullé después de sacar al último borracho de mi casa y mirar hacia dentro.

La sala era un asco, un completo asco. No era el típico desorden de siempre, era peor. Aunque habían papeles colgando del ventilador y vasos por todos lados, la parte más trágica se la llevaban las marcas de pisadas en los sofás, los muebles y las manchas de vaya a saber qué en las paredes.

Mi mamá se pondría muy furiosa. Oh, sí.

Cogí mi celular del bolsillo trasero del pantalón y me quedé mirando la pantalla. Joder, sí. Tenía que enviarle un mensaje a Santana.

¿Dónde estás? ¿Por qué te fuiste? ¿Estás bien? Siento haber dicho que eras mi hermana; debí decirle que eras mi mejor amiga y que por eso estabas en la habitación. Y también lamento si te hice sentir mal, esta noche no ha sido mi noche. Te quiero, S.

Observé atentamente mi móvil mientras me aparecía el desesperante «escribiendo...».

Estoy bien.

Su respuesta tan rápida me tranquilizó. Sin embargo, sus palabras me dejaron intrigado. Yo le había hecho más de una pregunta y lo que ella había escrito había respondido solo a una.

Quise escribirle otro texto, pero fui incapaz.

Definitivamente ya había sido bastante idiota por una noche.




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