Algo bonito

Capítulo 25

Tanteé a mis lados, buscando el calor de un cuerpo que me había hecho compañía toda la noche, y no lo encontré. Mis ojos se abrieron rápidamente y me senté en la cama.

―Buen día, dormilón.

Miré hacia el lugar desde donde provenía la voz y la vi; los latidos de mi corazón se ralentizaron.

―Santana.

Mi voz fue baja. Por un instante, dudé que hubiese escuchado el alivio con que lo dije.

―¿Qué sucede? Actúas como si jamás me hubieses visto ―dijo cuando pasé demasiado tiempo mirándola, asegurándome que no fuese un sueño.

―Yo, esto, es que... ―pasé las manos por mi pelo―. ¿Te estabas por ir? ―indagué viendo cómo se trenzaba el cabello frente a un pequeño espejo.

Con una liga para el pelo se terminó de acomodar el peinado y me miró.

―Sí. Es domingo, ya sabes... día de familia. Y ya es casi mediodía ―se aligeró en decir, indicándome la hora en el reloj.

―Desayuna conmigo y luego te llevo, ¿de acuerdo? ―propuse torciendo los labios.

―Claro, ¿alguna vez me he negado a ti? ―bromeó mostrándome la lengua.

Me puse de pie tras haberme puesto las zapatillas y cuando pasé junto a ella, besé una de sus mejillas.

―Ve yendo a la cocina, iré a cepillarme los dientes y lavarme la cara ―le dije.

Cuando salí del baño, Santana estaba esperándome afuera.

―¿Qué pasó? ―dudé.

―Quería bajar contigo ―apenas se explicó.

No habíamos terminado de entrar a la cocina, donde Daniel estaba bebiendo café en una minúscula taza, cuando se percató de nosotros y elevó las cejas con interés.

―Y aquí viene Peter Parker y Mary Jane ―dijo en modo festivo, haciendo una tonta reverencia.

―Daniel ―mascullé entrecerrando los ojos.

¿Desde temprano comenzaría a molestar? Dios quiera que no, supliqué mentalmente.

―Christopher ―dijo él fingiendo una expresión seria que apenas ocultaba su sonrisa burlesca.

―¿Mary Jane? ¿Yo? ―dudó Santana luciendo repentinamente sorprendida; ambos la miramos―. No soy pelirroja ―alargó. Segundo después su boca se abrió en una perfecta y llamativa «O»―. Oh, Dios. Acabo de darme cuenta por qué Christopher siempre está detrás de las pelirrojas. Está en busca de su Mary Jane. Y en las rubias por Gwen. ¡Oh, Dios mío! ¡Todo tiene sentido ahora! ―empezó a chillar con voz estridente.

Dan me miró, luego a ella, y sonrió con evidente regocijo.

―Pero tal vez Peter Parker cambió sus gustos, quizá ahora le gustan sus fanes... una de ellas ―acotó.

Mi garganta se cerró.

―Idiota ―mascullé.

―Esa sería una buena versión de Spiderman, Christopher. Déjalo usar la imaginación ―me reprendió Santana.

Dan se carcajeó al oírla.

―¿Desayunarán, tortolitos? ―preguntó tras unos segundos.

―Sí ―dije.

Al instante, me di cuenta de las palabras de mi hermano. Tortolitos. ¿En serio? Por la expresión que vi en Santana pareció no haber oído tal palabra.

―Haré gofres ―dijo ella como única respuesta.

―Mmm, delicioso ―murmuró Dan exagerando su mohín de disfrute―. Me quedaría, pero no quiero interrumpir su cita ―agregó en tono inocente.

Esta vez, las mejillas de ella se encendieron.

―No es una cita ―gruñí acercándome a la encimera.

―Pensé que lo era ―contestó Dan haciéndome un guiño.

Y tal como había anticipado, se fue dejándonos a solas. A pesar de ello, el desayuno transcurrió con normalidad. Santana preparó los gofres, dulces y sabrosos, exactamente cómo recordaba que le salían, y yo me encargué del café.

Desayunar juntos era uno de mis momentos favoritos del día, seguido de almorzar juntos, cenar juntos y dormir juntos.

Pasado el mediodía la llevé a su casa, porque como siempre lo había hecho los días domingo, la familia Lloyd almorzaba en la terraza.

Sin embargo, la despedida fue un tanto diferente a siempre.

―Al final no me dijiste qué te sucedía, Chris ―empezó a decir Santana cuando estacioné a metros de su casa.

―Estoy bien ahora ―dije en voz baja, evadiendo su comentario.

―¿Seguro? ―insistió.

―Sí ―le aseguré cogiendo su mano y dándole un apretón.

¿Por qué solo tocarla me hacía sentir un maldito bastardo suertudo? Incluso aunque no me había despedido aún de ella, ya comenzaba a extrañarla.

Quizá si la besaba una vez más...

―Sobre lo que pasó ayer...

―No ―me frenó apretando los labios.

―Tendremos que hablar de ello en algún momento ―susurré.

―Borrón y cuenta nueva ―propuso.

Si fuera tan fácil, quise decir. Solo debía olvidar que nos habíamos besado. Já.

Inhalé tan disimuladamente como pude.

―No se me da bien olvidar cosas que no quiero olvidar ―confesé en voz baja.

Santana suspiró escondiendo una sonrisa nostálgica.

―Ya sé por qué me besaste ayer, Chris ―dijo entonces.

¿Ella sabía? Abrí mi boca intentando asimilar sus palabras.

―Fuiste muy bueno conmigo. Sé que debí ser el peor beso de tu vida, así que te agradezco por haber intentando ayudarme. Solo no es necesario que sigas haciéndolo.

¿Peor beso de mi vida? ¿Ella estaba hablando en serio?

Mis pulmones empezaron a arder por mi falta de respiración. Santana se encogió de hombros al notar mi parálisis.

―En caso de que se me ocurra volver a hacer una estupidez como pedir ayuda con algo, me aseguraré de que sea con alguien más ―añadió bajando la mirada.

―¿A-a-alguien m-más? ―tartamudeé.

―Sí, quizá con Daniel ―opinó sonriendo ladinamente.

―¡¿Qué?! ―balbuceé aturdido―. ¡No puedes! Es decir, no con Dan. Él es... yo... tú... ―balbuceé.

Santana comenzó a reír por lo bajo.

―Era una broma. ―Sentí mis músculos aflojarse―. Tendrías que haberte visto la cara, Chris ―acotó mostrándome una sonrisa divertida.

―¿Tú...?

Dejé salir todo el aire concentrado en mi interior.




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