Algo bonito

Epílogo

¿Qué es lo mejor de Castacana?

Podría comenzar con lo mejor ―como lo pide la pregunta, ¿no?―, pero es sabido que cuando consideras algo «mejor» es porque hay algo «peor». Y algo intermedio. Entonces comenzaré por decir cuáles son las cosas que no me gustan.

Primero, no me gusta que las clases de la preparatoria sean a la mañana (realmente tendrían que hacer una escuela nocturna, sí, para mí y los vampiros).

Segundo, no me gusta que los libros de historia cuesten tanto dinero. ¿Acaso se piensan que soy millonario? Si lo fuera, compraría una máquina del tiempo. Sería perfecto porque hay mucho para aprender del pasado.

Tercero, no me gusta que haya una sola universidad como opción. La Universidad de Castacana es estupenda, pero me gustaría que hubiese más ofertas académicas.

Sin embargo, siempre hay algo bueno en todo (como suele decir mi mamá cuando me obliga a ordenar mi dormitorio: «te cansas, pero encuentras objetos que creías perdidos»).

Así que ahora diré lo mejor de Castacana:

Mi mamá. Ella es una de las personas más importantes en mi vida junto a mi hermano Daniel. ¿Qué haría un chico como yo sin una madre estricta y un hermano molesto? Sí, se aburriría demasiado.

El único hospital. El lugar donde nací. No imagino haber nacido en otro, lejos de quien se convirtió en mi mejor amiga en la infancia.

La escuela. Porque a pesar de tener que ir a la mañana a clases, siempre está esa persona que sé que me sonreirá ―con cara de dormida o no― al verme llegar.

Los libros y documentales de historia. Tantas vidas, tantos hechos, tanta enseñanza. Creo que si todos supiéramos mirar hacia atrás y aprender de los errores, el futuro sería más ameno... y los superhéroes podrían tomarse vacaciones.

La Universidad de Castacana. Es la única opción, sí, pero tiene todo lo que deseo: el camino a mi profesión y, además, el noventa por ciento de certeza de tener a Santana como estudiante.

El periódico matinal. Sí, donde siempre vienen los crucigramas de última página. Me dan la oportunidad de sentarme junto a una chica inteligente y simular ayudarla mientras la abrazo y le digo que la quiero.

Súper Cómic: la tienda más grande de historietas de todo el mundo según Santana Lloyd. Fingir ser un héroe diferente cada día para Julieta y Jacobo, mientras su hermana mayor produce onomatopeyas graciosas al leer sus coloridas historietas, es mi momento preferido de cada día.

Y mi novia. Ella también está dentro de lo mejor de Castacana. Junto al color rojizo de sus mejillas al avergonzarse, el verde de sus ojos cuando los miro de cerca, las holgadas camisetas de súper héroes y sus Vans multicolores.

Oh, ¡y no me olvidé! Su sonrisa. Definitivamente su sonrisa al escucharme cantar canciones de Lilly Grace está en la lista.

Alzo la mirada y me sorprendo al encontrarme con una roja «F».

Sí, reprobado.

―Tendrás otra oportunidad para entregarme el ensayo, Parker ―dice la mujer que está delante del escritorio, sentada y estudiándome por encima de sus lentes.

―Intentaré hacerlo mejor ―contesto.

―Deberás tener más cuidado con la redacción, ¿de acuerdo? Sé que puedes hacerlo mucho mejor ―acota.

Asiento, todavía sosteniendo el ensayo entre mis manos, y suspiro.

―Supongo que mi novia tenía razón sobre escribir algo más... formal ―digo.

―¿Formal? No se trata de eso ―ríe brindándome una sonrisa más distendida―. Ha sido uno de los ensayos más... emotivos que he leído desde que doy clases aquí. En realidad, lo único que debes hacer es arreglar unos pequeños detalles.

Con cuidado, me quita la hoja y parece darle una leída más.

―Aunque más que ensayo, fue una confesión amorosa, ¿no cree? ―cuestiona.

Siento una sonrisa formándose en mi cara. La profesora de Literatura, sin duda, es una de las primeras testigos de mi enamoramiento.

―Es cierto ―admito poniéndome de pie.

Me giro en mi lugar, dispuesto a atravesar la puerta para ir al receso, cuando la oigo carraspear.

―Parker ―me llama.

Volteo confundido y parpadeo desconcertado al verla cogiendo la hoja, extendiéndola hacia mí.

―Puede dárselo a su novia ―dice sonriente―, creo que le gustaría leer lo que ha escrito. Apuesto a que ella lo aprobaría con una gigante «A».

Me acerco e, imaginando la expresión de Santana al leer el ensayo, lo agarro.

―Por cierto, ¡felicidades por su noviazgo!

Sonrío.

―Gracias, señora Bustamante.

Entonces volteo mi cuerpo, decidido a ir finalmente al receso, y veo a Santana esperándome junto a la puerta del salón sosteniendo algunos libros en sus brazos.

Cuando llego hasta ella y dejo caer mis labios sobre los suyos, siento mi corazón vibrar entre mis costillas. Y emocionándome como la primera vez que la besé, la abrazo con fuerza y me prometo cuidarla para siempre. Porque ahora sé que tenemos algo imposible de superar.

Ella y yo tenemos algo.

Algo bonito.




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