El ambiente en el lugar se estaba tornando tenso, sin duda. Mi madre estaba parada frente a mí, viéndome fijamente mientras yo negaba varias veces con la cabeza, algo decepcionada de que no se interesara en mi opinión como su hija legitima. No podía creer como ella había tomada una decisión sin ni siquiera avisarme, y si, talvez lo hubiera dejado pasar si hubiese sido una decisión que no me afectaría o que no cambiaría la forma en la que estoy viviendo mi vida, pero no, no fue así, ella decidió por sí sola, sin anunciarme nada acerca del asunto.
—Isabella, por favor entiéndelo —dijo tratando de justificarse—, es una gran oportunidad para mí.
Y aquí va ella otra vez, lanzándome la única justificación que tenía en mente.
Sabía perfectamente que ese puesto era una excelente oportunidad para que ella alcanzara los objetivos que se había planteado en la vida desde hace muchos años. Con toda la seguridad podría decir que ese trabajo le traería muchos beneficios en el ámbito financiero y laboral. Y claro que me alegro por la noticia del ascenso. ¿Cómo no lo haría? Yo solamente quiero que mi madre sea una mujer feliz, independiente y muy exitosa. Sé que ella lo puede lograr como la mujer ambiciosa que es y que siempre ha sido. Lo que no me agrada de la noticia es que no me comunicara nada en absoluto, sabiendo que iba a cambiar mi vida en cierta manera.
—¡Créeme mama, lo sé! —exclame haciendo un ademan con los brazos—, lo que no entiendo es porque no me dijiste nada. ¿Por qué no lo hiciste? —pregunte, tratando de buscar un camino para entender la razón por la cual lo hizo.
—La agencia me llamo cuando estaba en el trabajo, Isabella. Solo tenía dos horas para aceptar el puesto o rechazarlo. Quise llamarte, pero no podía. Conoces como es mi jefa, no le gusta que este en contacto con mi familia cuando estoy trabajando —Sé explicó. Yo me quede en la misma posición, parada frente a ella, escuchándola. Estaba indignada, creo que jamás lo había estado tanto—, solo tenía dos horas, tuve que aceptar. Sabes lo importante que es el trabajo para mí. Entiéndelo por favor.
—Te vas a ir lejos de aquí y me dejaras sola con mi abuela. Ese es el prob…
Hice una pausa al darme cuenta de cómo estaba diciendo las cosas. Si seguía hablando sin plantear bien mis pensamientos mi madre malentendería todo, porque “problema” no era la palabra adecuada. No era la palabra que estaba buscando para describir mi inquietud.
—Digo, esa es mi preocupación —dije aclarándome—. Ella es una gran responsabilidad madre. La amo y lo sabes, y claro que puedo cuidarla, pero entiende, tengo miedo. Apenas tengo diecinueve años. Apenas sé cuidarme a mí misma, ¿y me dejas a cargo de mi abuela? —Le comente mi temor. Estaba asustada, y mucho. Tendría que adaptar mi horario para ir a comprar la provisión de la casa cada mes. Tendría que adaptarme a los horarios de la universidad con los del cuidado de mi abuela. Y no, mi abuela no padece de ninguna enfermedad, gracias al Señor, pero igual, tenía que cuidarla, tenía que vigilarla, pues el resultado de la vejez ya se hizo presente en ella.
Prácticamente, me convertiría en una chica de diecinueve años responsable de la dirección de mi hogar, a cargo de todos sus quehaceres y de sus gastos. No trabajaría, claro, puesto que apenas estoy comenzando con mis estudios en la universidad.
Mi madre se dirigió al refrigerador y saco un jarrón lleno de agua. Se sirvió un poco en un vaso de vidrio y bebió de él. Al tragar el último sorbo de agua volvió hacia su lugar inicial.
—Yo lo siento mucho, Isabella —Se disculpó por la decimotercera vez—. Siento no haberte avisado, siento no haber pedido tu opinión, pero quiero que sepas que al momento de hacer la decisión confié en ti, confié en que podrías ser capaz de cuidar a mi madre y de cuidar de nuestro hogar —Se acercó hacia mí y me tomo con ambas manos por los hombros—. Confié, y confió en ti. Por favor, no me hagas pensar que me equivoque al hacerlo.
¿Podré hacerlo? ¿Podre acoplarme a una nueva vida sin ella?, me pregunte a mí misma. Las palabras de mi madre tuvieron un gran impacto en mí. Fue como si las hubiera guardado para usarlas en el momento más adecuado, solo para que dejara de estar enfadada con ella y que finalmente, accediera.
Vaya, debo admitir que fue una buena jugada por parte de ella. Conozco a mi madre como la palma de mi mano, sé con exactitud que lo que salió volando de su boca lo dijo para desafiarme en alguna forma, y claro, ella me conoce perfectamente, sabe que yo soy una persona con algo de orgullo y siempre acepto los retos que caen sobre mis hombros.
Solté un bufido por lo bajo y trate de decidirme. No quería decepcionarla. No quería que ella pensara que yo era incapaz de hacer algo diferente con mi vida. No permitiré que ella piense que fallaría en el intento.
Se me cruzo por la mente el recuerdo de mi queridísimo padre. En mi juventud, cuando apenas acababa de entrar a la secundaria y tenía problemas de rendimiento con ciertas materias, el me decía las siguientes palabras cuando me encontraba dudando de mis capacidades: «Puedes hacerlo. Eres capaz de hacer esto y una infinidad de cosas más». Trataba de mantenerlo presente día a día. No quería olvidarlo. No quería olvidar el suave sonido de su voz al calmarme.
Quería mantenerlo vivo en mis recuerdos, aunque no estuviera conmigo físicamente.
El confiaba en mí. Toda su vida lo hizo.