Tenía la mirada fija en el reloj de mi habitación. Eran las ocho y media. No podía dejar de mirarlo, las ansias y los nervios me estaban consumiendo. ¿¡Y como no sentirme así!? Si hoy por fin es el día que tanto esperaba.
Anteayer tuve una conversación con el Señor Valdés, y me dio un consejo que espero me sirva de algo.
—El truco esta en como haces tú presentación, Isabella. Mira, cuando estés frente a quien sea que he entrevistara, asegúrate de mostrarte entusiasmada por el puesto, pero no des indicios de estar necesitada, no lo supliques como si fuera limosna. ¿Entiendes? —me decía, mientras tomaba una taza de café que le había preparado—. Te hará ver más profesional hija, no necesitas persuadir con tanta palabrería, con tu actitud será más que suficiente. Si seguís mi consejo, te prometo que verán en ti todas las cualidades que buscan.
Confiaría en el consejo de Don Valdés. La verdad es que tiene mucha lógica. Tratare de ponerlo en práctica.
Tu lengua no se trabara. Darás lo mejor de ti. Todo saldrá bien, me repetía las mismas palabras una y otra vez frente al espejo. Ya estaba lista para irme, pero quería sentirme segura y audaz. La misión de dar una buena impresión seguía en práctica. Era mi principal objetivo. Mi cabello liso caía como una cascada por mis hombros, y me gustaba la manera en la que se veía.
Camine hacia la habitación de mi abuela.
─Abuelita Graziella ─dije canturreando su nombre cual pajarito de los que mientras vuelan, cantan en tiempos de verano. La abuela al escuchar el llamado de su nieta volvió hacia mí prestándome su completa atención─. Me tengo que ir a la entrevista que me concedió La Academia para el día de hoy. ¿Recuerdas cuando te dije, no? ─pregunte desde el umbral de la puerta.
La abuela asintió.
─Nieta, por favor. Claro que lo recuerdo, sé que soy una anciana pero no padezco de alzhéimer, gracias a Dios ─dijo con su voz ronca. Lo que caracterizaba a mi abuela era su gran sentido del humor─. Is, ven aquí un segundo ─Hizo un movimiento con la cabeza para que me acercara y dio unas palmaditas al mueble. Cuando estaba a su lado, me tomo de ambas manos fuertemente y me dedico una sonrisa cargada de amor ─. Recuerda algo muy importante: Todo pasara por algo, si algo sale mal, no te preocupes. Las cosas caen por su propia cuenta al final de día. Si este trabajo te pertenece, será tuyo contra viento y marea ─me aconsejo.
Llevaba conviviendo con ella desde que tengo memoria. Conocía las palabras de mi querida ancianita. Su casual frase de «Todo pasa por algo» había quedado grabada dentro de mi cabeza, como s fuera una grabación que se reproducía constantemente, cuando más lo necesitaba.
Cuanto amo a esta mujer, pensé.
─Lo se abuela, lo tengo siempre presente.
…
La inquietud se había colado en mí. Jugueteaba con mis dedos mientras el conductor del taxi me llevaba hacia la dirección de la Academia. Estaba hecha un mismísimo mar de nervios. Sentía que en cualquier momento mis nervios provocarían un tsunami azotando sin piedad toda la tranquilidad que quería mantener en mi interior.
Tenía miedo de que las cosas no salieran como yo las había planeado. ¿Qué tal si decía algo que no fuera lo indicado y que diera una imagen equivocada? No. No podía permitir que mis propios nervios me llevaran a estropear la tremenda oportunidad que estaba ante mis ojos.
Cierro los ojos. No pasa nada. Solo es una entrevista como cualquier otra. Respiro hondo, intentando contener mis nervios.
Luego de unos diez minutos los cuales se me hicieron eternos, el carro del color amarillo huevo se detuvo frente a aquel gran edificio moderno de tres plantas. Si por fuera es así de fantástico, no digamos como será por dentro. Le entregue el dinero correspondiente al conductor y me baje rápidamente pisando con las agujas de mis zapatos el piso de concreto.
Camine hacia la entrada de la Academia, rogando para mis adentros que mi nerviosismo no resultara y que nadie lo notara. Con tan solo dar los primeros pasos dentro del edificio, varias miradas se postraron rápidamente en mí. Un par de ojos me miraban como queriendo descubrir quién era y otros como si estuvieran cuestionando mi presencia.
Me di cuenta de que estaba siendo algo que nunca me ha agradado ser: El famoso centro de atención. Me sentía como un pequeño bicho raro dentro de las instalaciones. No estoy acostumbrada a estar en un lugar tan inmenso, pero supongo que si consigo el puesto de trabajo, me iré acoplando a este nuevo ambiente con los días, poco a poco.
Ignorando las miradas de aquellas personas desconocidas, me dispuse a seguir caminando por el gran y blanco pasillo —decorado con tanta creatividad— hasta encontrar a la persona que de seguro me llevaría hacia la oficina de la entrevista. Recorrí varios pasillos admirando las pinturas y los retratos que estaban colgadas en las paredes. Wow. Eran hermosas. Algunas eran abstractas y otras contenían un mensaje oculto que podría analizar si tuviera más tiempo, la creatividad reflejada en ellas era increíble. Supuse que los creadores eran los fotógrafos y los artistas que se dedicaban al magnifico mundo de las artes.
Después de unos estresantes minutos caminando, a unos pocos centímetros de distancia di con una muchacha detrás de un mostrador. Me dirigí con pasos muy firmes, quede sorprendida por la seguridad que estaba mostrando en este momento. Me detuve ya estando frente a la chica y llame su atención con un saludo de Buenos días.