El cielo no se demoró como yo esperaba en responder a mis oraciones, pues luego de dos largos días en los que la curiosidad me estaba consumiendo por completa, las buenas noticias llenas de grandes oportunidades aparecieron frente a la puerta de mi hogar, dando unos suaves golpes.
Y yo con mucha alegría, abrí la puerta y las deje pasar a mi vida.
—¿Alo? Hola Rafael. No vas a creer lo que estoy a punto de contarte.
—No me digas que estas…
—¡Por Dios Rafael, no! —lo interrumpí pues ya sabía lo que estaba a punto de decir. Lo conocía tan bien—. Cállate, no es eso.
—¡Uff! Ya decía yo. Entonces Isabella, ¿cuál es la noticia que según tú no me creería?
—¡Conseguí el trabajo Rafa! ¡El puesto es mío! —le comente entusiasmada a mi amigo sobre una de las mejores noticias que he recibido en toda mi vida.
Podía sentir como el corazón me bailaba de alegría en mi pecho. No solo estaba contenta, sino que también orgullosa y con más esperanzas que nunca.
Si alguien me preguntara, “Isabella, ¿considerarías este hecho como un milagro?”, mi respuesta sería un “¡sí!” claro e indiscutible. Después del gran esfuerzo que realice en los últimos años, el universo busco una forma de recompensarme y encontró este gran obsequio.
Si de algo estoy segura es que las personas que trabajan y se esfuerzan con dedicación reciben regalos, milagros, y muchas sorpresas en el camino.
Y en algunos casos, tus más grandes sueños podrían dejar de ser ficticios y convertirse en realidad.
—Esa sí que es una gran noticia en hora buena Isabella. Sabía que lo lograrías, por eso no me sorprendí. Lo merecías —me felicito mi amigo al otro lado de la línea.
—Gracias Rafa, de verdad —le agradecí—. Por cierto, ¿cuándo vienes a visitarme? ¿Te encuentras en la ciudad no es así?
—No estoy en la ciudad… al menos no todavía.
—¿Qué? No entiendo. Hable con la señora Eusebio, y me dijo que…
—Isabella, a mi madre le dije que iría directamente a la ciudad, cosa que no hice. Le mentí. Tenía que encargarme de unos asuntos primero.
—Rafa, te conozco. ¿En qué andas metido? Dime —le inquirí preocupada, pensando lo peor.
—No es lo que estás pensando, tranquilízate. No estoy metido en algo ilegal. Es un asunto personal que tengo que comentarte. Hay mucho que no sabes, estos últimos meses han sido algo difíciles… una locura —Hizo una pausa y pude escuchar que dio un suspiro hondo, luego una risa incrédula—. Te extraño amiga. Llego el viernes y me iré el jueves. Supongo que con tu nuevo trabajo no vas a tener tiempo de pasar el rato conmigo, ¿o me equivoco? —comento con una risa burlona.
—Por favor, Rafael, yo hago tiempo para ti incluso cuando no quiero hacer tiempo para nadie. Si quieres puedes llegar a mi casa después de las cuatro. De todos modos mi abuela Graziella siempre estará aquí como siempre. Ya sabes cómo es el asunto.
—Mm déjame ver si estoy disponible a esa hora, porque a cambio de ti yo tengo una agenda muy ocupada.
Rodee los ojos. Cualquiera podría tomar sus palabras a pecho, por suerte, yo no lo hacía. Él se comporta de esa manera cuando tiene confianza.
—Eres un odioso al que extraño mucho. Te espero. Adiós, ve a hacer tus asuntos —dije haciendo énfasis en la última oración, tratando de sonar sarcástica. Acción siguiente: colgué la llamada.
Me gradué de la universidad en Septiembre del año pasado. Y durante un largo tiempo estuve en busca de un trabajo que me ayudara a dar un paso a la independencia, a tal punto de no depender de lo que mi madre me mandara para los gastos. Un trabajo que me ayudara a valerme por mi misma y a hacerme cargo de mis propias necesidades y responsabilidades.
La independencia ya no estaría solo en mi imaginación, porque La Academia Imperial me había cedido el puesto.
Con una gran sonrisa plasmada en mi rostro, camine rápidamente a la habitación de la abuela. Entre dando unos pequeños saltitos de felicidad. Ella se encontraba sentada en su cama mirando su programa típico de todos los días. Al notar mi presencia, pero más que todo, mi actitud, me miro como si yo estuviese loca.
—Estoy pensando en dos opciones. O mi nieta enloqueció por completo o es que me traes una buena noticia.
Sonreí aún más. Un vago recuerdo volvió a cruzar por mi mente. Mi madre siempre decía que yo parecía una niña al estar de buenas. Y antes no le tomaba mucha importancia, pues era una niña, pero ahora me resultaba gracioso, porque ya no lo era.
O por lo menos no me consideraba.
─Isabella, ¿Qué pasa? ─frunciendo el ceño, la ancianita pregunto el motivo de mi actitud.
─¡Abuela! ¡Me dieron el puesto! ─exclame con emoción dando pequeños aplausos en el aire─. ¡Lo conseguí!
La anciana Graziella abrió su boca formando una gran O, haciendo una pausa ante la noticia que le acababa de dar. Lucia atónita.
─No puede ser… Por el amor de Dios… ─volvió a hablar luego de unos segundos en ese estado─. ¡Por fin te la dieron! ─grito mi abuela a los cuatro vientos.
Wow, me sorprendía la voz tan fuerte que tenía a pesar de sus años.