Los días pasaron en un abrir y cerrar de ojos, y cuando menos lo creí, ya me había acostumbrado a mi nueva vida con todo esto del trabajo. Hoy era sábado. El último día de trabajo por esta semana.
Mi jornada de trabajo había pasado alrededor de dos horas atrás y todavía seguía en la Academia. ¿Recuerdan cuando pensé que mi trabajo era fácil y no cansaba? Pues me equivoque, gravemente. Si era sencillo, pero una de las complicaciones era estar sentada por tanto tiempo. Esto causaba que mis músculos se tensaran y que mi cuerpo se sintiera fatigado. Por esa razón decidí por contestar las llamadas de pie y también responder los correos de la misma forma.
¡Ya no soportaba estar tanto tiempo en la silla!
Necesitare una cita con el masajista, semanal.
También me equivoque en pensar que la GAI no era muy solicitada. Tuve que contestar alrededor de cuarenta llamadas de personas interesadas en ingresar el próximo año. Tener que comunicar lo mismo en cada llamada me cansaba, lo bueno es que ya lo sabía de memoria.
Me sentía exhausta. No tuve tiempo de ni siquiera comer un bocadillo para alimentar mi hambriento estómago, que me rugía como si de un león se tratara. Y no tuve la oportunidad de volverme a encontrar con Arlet ni con Elián, y por lo que había escuchado en los pasillos, ambos estaban dando una exposición de arte en el centro de la ciudad.
Rafa había llegado a la ciudad desde ayer, pero tuvo otros inconvenientes por los cual no se le dio la oportunidad de visitarme, sin embargo, él se ofreció a llevarme de vuelta a casa para pasar algún tiempo juntos. Y me dijo que tiene algo que contarme. Me pregunto que será.
—Gracias a usted por llamar, a la orden ─Esa fue la última llamada que atendí. Ya no podía dar más. Necesitaba estar en mi casa.
Levante mis piernas adormecidas y ordene todo el lugar con el fin de que quedara impecable. A pesar de que me sentía cansada físicamente, una satisfacción yacía en mi interior. Oficialmente, había concluido con la primera semana de trabajo. Me sentía orgullosa por cada uno de los logros que había alcanzado en tan poco tiempo.
¿Quién no lo iría? Y lo mejor era que lo había logrado por mí misma, sin la ayuda de nadie más.
Le eche un vistazo a la oficina y di un suspiro hondo, analizando cada detalle. Me hubiese encantado compartir esta felicidad con una de las personas más importantes en mi vida: mí querido padre. Si yo me sentía tan contenta, no me imagino como se hubiera sentido el, al ver a su pequeña niña crecer tan rápido, convirtiéndose en una mujer hecha y derecha.
Con ese pensamiento me marche de la Academia.
(...)
Entramos a Dunkan's Coffee. Este era un pequeño puesto de café que quedaba en el centro de la ciudad. No hay día en que estuviera vacío. La mayoría del tiempo siempre estaba repleto de personas. El sol afuera estaba más que potente, azotaba la tierra en la que vivía sin clemencia. Tenía calor, y mi atuendo no me ayudaba en absoluto. Sentí el frio del lugar y lo goce mientras podía. Nos sentamos en una mesa que recibía el vivo aire acondicionado. Respire helado. Aquello se sentía tan bien.
Rafa, mi amigo, había llegado a la ciudad ayer, pero no habíamos tenido tiempo de charlar por mi trabajo, así que él se ofreció a llevarme de vuelta a casa, y de paso, me invito a tomar un café y un postre. Lastimosamente no pudimos quedarnos dentro del lugar por el tiempo que quisiéramos porque mi abuela estaba sola. No he encontrado a ninguna muchacha que considere apta para cuidarla, lo cual me resultaba en un problema. Se habían presentado dos muchachas, pero no confiaba en ellas en lo absoluto, pues eran unas jóvenes algo dejadas, y no podía estar tranquila pensando que mi abuela estaba con ellas. Quería a alguien responsable. Así que, seguía en mi búsqueda.
En menos de diez minutos una chica del café le entrego las órdenes en una bolsa a Rafa y retornamos al coche. Estábamos de camino a mi casa, lo que nos llevaría unos veinte minutos porque el tráfico estaba conmocionado, y los semáforos no eran de apoyo.
—¿Recuerdas que tenía que contarte algo? —pregunto, pisando el breque.
—Llevo esperando días para que me lo digas.
—Bueno, te lo contare, pero se discreta, no le digas a nadie. Esto es un secreto.
¿Un secreto? Obtuvo completamente toda mi atención al pronunciar esa palabra. Él no era un hombre de secretos. Lo cual me pareció extraño. Asentí, para que continuara.
—Decime que pasa.
—Conocí a alguien, una chica. Ella es hermosa. Me encanta. Sus actitudes me desesperan por veces, pero me vuelve loco. Si la vieras quedarías sorprendida ante tanta belleza.
Abrí la boca, sin poder creerlo. El me miraba detenidamente, queriendo inspeccionar mi reacción. Nunca lo había escuchado expresarse de esa manera de alguien.
—¿Me estas tomando del pelo? Rafa... me alegro por ti, pero...
—Se lo que estas a punto de decir, te estas preguntando que pasara con Chantal, y te juro amigo que no sé qué hacer. —me dijo, interrumpiendo mi oración.
—Dile la verdad antes de que sea demasiado tarde, Rafa, antes de que se entere por alguien más. Ahí empeorara todo para ti.
—Gracias por el consejo. No sabes lo frustrado que estoy.
Luego de unos minutos llegue a mi destino. Me despedí de Rafa aun sorprendida por la noticia con lo que me había bombardeado. Él era un buen hombre, no entiendo como ocurrieron las cosas con la nueva chica que había conocido, y entendía su angustia, pues el sabia que no estaba haciendo lo correcto al estar comprometido con otra persona. Solo espero que haya tomado en cuenta mi consejo. Saque las llaves d mi bolso para abrir la puerta de mi hogar y gire la indicada en la cerradura.
—¡Abuela Graziella, ya llegue! —clame cerrando la puerta tras mí, esperando a que ella apareciera en mi campo de visión. El ceño se me frunció. Qué extraño, mi abuelita suele recibirme con un grito de "Ya escuche que llegaste". La llame de nuevo, pero todavía no aparecía.