Dicen que el amor es impredecible. Que no sigue reglas, que no respeta horarios, que aparece cuando menos lo esperas y, a veces, cuando menos lo deseas. Que no se puede explicar con fórmulas, que no cabe en estadísticas ni en tablas de probabilidad. Sin embargo, vivimos en un tiempo donde todo parece poder medirse, registrarse y calcularse. Y si todo puede convertirse en datos, ¿por qué no también el amor?
Esa fue la promesa de las aplicaciones de citas del futuro cercano. Una promesa sencilla y tentadora: que la inteligencia artificial puede conocerte mejor de lo que tú mismo te conoces. Que, a través de tus hábitos, tus gustos, tus patrones de sueño y hasta tu ritmo cardíaco, una máquina puede determinar quién es tu pareja ideal.
Y durante un tiempo, funcionó. Miles, millones de personas encontraron compañía, estabilidad, incluso matrimonios duraderos, gracias a un algoritmo. Perfect Match se convirtió en el nombre más repetido, casi un sinónimo de destino. Una notificación suya podía cambiarte la vida.
Pero el amor, ese misterio indomable, nunca deja de sorprender.
Esta historia no empieza con una mirada casual en un café, ni con un tropiezo en la calle que termina en una sonrisa compartida. Empieza con un mensaje frío en la pantalla de un teléfono: “Hemos encontrado a tu pareja ideal. Compatibilidad: 99%.”
Ese fue el punto de partida para Elara y Liam. Dos desconocidos que, en circunstancias normales, jamás habrían cruzado palabra. Ella, artista bohemia, caótica y apasionada, viviendo a contracorriente del orden y las expectativas. Él, ingeniero de software, disciplinado y racional, convencido de que todo problema tiene una solución lógica.
A simple vista, nada los unía. Y, sin embargo, una máquina aseguró que eran casi idénticos, perfectos el uno para el otro.
Elara recibió la noticia entre pinceles manchados y vinilos antiguos, con una carcajada incrédula. “Un 99% de compatibilidad con un ingeniero obsesionado con la precisión”, pensó, “¿qué podría salir mal?” Liam, en cambio, lo observó con una ceja arqueada y un análisis mental: ¿cómo era posible que su perfil hubiera resultado tan cercano al de alguien tan distinto? Para él, la pregunta no era motivo de risa, sino un enigma estadístico que debía resolverse.
Pero la app no les dejó margen de decisión. Les planteó un reto: interactuar durante una semana completa, siete días de comunicación constante, para “calibrar el algoritmo”. A cambio, una recompensa tentadora. Y aunque ambos tenían razones para rechazarlo, algo —ya fuera la curiosidad, el orgullo o el simple deseo de no ser derrotados por una aplicación— los llevó a aceptar.
Lo que siguió no fue lo que ninguno esperaba.
Los primeros mensajes fueron incómodos, llenos de malentendidos, de sarcasmos que no cruzaban bien la pantalla, de frases que sonaban más extrañas de lo que pretendían. Pero poco a poco, entre tropiezos, aparecieron destellos: una risa inesperada, un gusto compartido por algo insignificante, un gesto que revelaba más de lo que la lógica podía anticipar.
Y siempre, de fondo, la voz de la aplicación, esa inteligencia artificial empeñada en dar consejos, en sugerir actividades, en monitorear cada reacción. A veces con aciertos, a menudo con torpezas cómicas que solo lograban complicar más la situación. Como si el algoritmo, en lugar de unirlos, se divirtiera poniéndoles obstáculos.
Este prólogo no es un spoiler, ni una advertencia. Es solo una invitación a acompañar a dos personas que, sin buscarlo, terminaron cuestionando lo que creemos saber sobre el amor. Porque en un mundo donde todo parece predecible, ellos descubrieron que lo más humano todavía se resiste a ser domesticado.
¿Fue el algoritmo un error? ¿O acaso vio algo que ni siquiera ellos podían reconocer en sí mismos?
Eso lo descubrirás en estas páginas.
Lo que sí puedo adelantarte es que esta no es una historia de certezas, sino de preguntas. No es un cuento de hadas con un “felices para siempre” asegurado, aunque tal vez lo encuentres. Tampoco es un manifiesto contra la tecnología, porque hasta las máquinas, en ocasiones, nos obligan a mirarnos de otra manera.
Es una historia de contrastes: arte y lógica, caos y orden, poesía y programación. Y, sobre todo, es una historia de humanidad, de esa chispa impredecible que ningún cálculo puede atrapar del todo.
Así que abre tu corazón, ajusta tus expectativas y prepárate para conocer a Elara y a Liam. Tal vez descubras en ellos un reflejo de tus propias contradicciones, de tus dudas, de tus sueños. Tal vez rías, tal vez suspires, tal vez te enojes. Eso significa que la historia logró su cometido: recordarte que, más allá de los algoritmos, el amor sigue siendo el misterio más hermoso que tenemos.
Bienvenido a Algoritmo del Amor.