Algoritmo Del Amor.

Capítulo 5 – Entre lienzos y algoritmos

Narrado por Elara

Desde el momento en que crucé las enormes puertas de cristal del museo, sentí que la ciudad entera se había quedado atrás. El murmullo del tráfico, las luces intermitentes de las pantallas, incluso el zumbido constante de las notificaciones en mi celular… todo desapareció. Frente a mí solo quedaba un universo en blanco dispuesto a llenarse de colores, trazos y emociones.

Pero lo curioso es que, a pesar de estar rodeada de obras de arte que deberían robar mi atención, mi mirada se clavaba una y otra vez en Liam.

Él estaba de pie, rígido, como si los mármoles clásicos de la entrada lo hubieran contagiado con su solemnidad. Vestía una chaqueta oscura que contrastaba con la iluminación suave del lugar, y sus ojos recorrían cada rincón del museo con una precisión quirúrgica, como si estuviera analizando un código fuente escondido entre los pasillos.

Yo, en cambio, no podía evitar sonreír. Todo en mí era un torbellino de emociones, mientras él parecía un archivo bien ordenado.

—¿Sabías que el algoritmo nos sugirió pasar exactamente doce minutos en cada sala? —me dijo con seriedad, sacando su teléfono para mostrarme el itinerario.

—¿Doce minutos? —solté una carcajada tan fuerte que una mujer mayor nos miró con desaprobación. Bajé la voz, aunque seguía riendo—. ¿Y qué pasa si quiero quedarme media hora frente a un cuadro que me roba el aliento?

Él suspiró, como si mi pregunta fuera un bug que no sabía cómo resolver.

—El itinerario no contempla excepciones.

—Pues yo sí —contesté, tomándole del brazo sin pedir permiso y arrastrándolo hacia la primera sala.

El lugar estaba lleno de cuadros abstractos. Figuras imposibles, colores que parecían haber sido arrojados con furia contra el lienzo. Yo podía sentir la energía de cada obra, como si los artistas hubieran querido gritar a través de los pigmentos.

—Mira este —le señalé un lienzo lleno de tonos verdes y azules, con líneas que se entrecruzaban como un mapa de constelaciones—. ¿No te parece un caos hermoso?

Liam inclinó la cabeza, observando en silencio durante unos segundos que parecieron eternos.

—El patrón de las líneas se repite cada siete trazos —murmuró finalmente—. Es casi como un bucle. No diría que es caos… diría que es una estructura escondida.

Lo miré, sorprendida. Por primera vez no estaba descartando mi emoción, sino que estaba agregando una capa nueva a mi forma de ver el cuadro. Era como si el arte nos estuviera traduciendo el uno al otro.

Avanzamos por más salas, y cada una se convirtió en un campo de batalla silencioso entre nuestras perspectivas: yo veía emociones, él veía patrones; yo escuchaba gritos invisibles, él encontraba simetrías ocultas. Y, sin embargo, en esa diferencia había algo que empezaba a unirse como piezas de un rompecabezas inesperado.

En una de las últimas salas nos encontramos con una escultura imponente: una figura humana hecha de cables, pantallas diminutas y piezas metálicas recicladas. Representaba la fusión entre humanidad y tecnología.

Me quedé boquiabierta.

—Es como… como si alguien hubiera intentado esculpir el corazón del algoritmo —susurré.

Liam se quedó callado unos segundos. Luego, para mi sorpresa, sonrió levemente.

—O como si el algoritmo intentara entendernos a nosotros.

Sentí un cosquilleo recorrerme la piel. ¿Era posible que él y yo, tan opuestos, fuéramos parte de una misma ecuación?

El silencio entre nosotros se volvió denso, cargado de algo que ni el museo, ni la aplicación, ni el algoritmo podrían calcular. Y en ese instante comprendí que tal vez el verdadero arte no estaba colgado en las paredes, sino latiendo en el espacio invisible que nos unía.




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