Algoritmo Del Amor.

Capítulo 7 – Entre sombras y confesiones

El silencio de la madrugada era tan intenso que podía escuchar los latidos de mi propio corazón. Caminaba por las calles desiertas, iluminadas apenas por la luz tenue de los faroles, como si la ciudad entera contuviera el aliento. El aire frío rozaba mi piel, recordándome que estaba viva, que todo lo que había sucedido hasta ahora no era un sueño. Cada paso que daba resonaba en el pavimento, como si mis pies estuvieran marcando un destino del cual ya no había regreso.

Mis pensamientos iban y venían, desordenados, caóticos. Había intentado convencerme de que lo que sentía no tenía sentido, que era irracional, que debía poner distancia. Pero bastaba con recordar su mirada —esa intensidad capaz de atravesar cualquier muro que yo misma construyera— para entender que ya no tenía escapatoria. Estaba atrapada en algo más fuerte que yo.

La noche me envolvía, y a cada esquina que doblaba sentía que el mundo se transformaba en un escenario donde todo lo imposible se volvía posible. Fue entonces cuando lo vi, de pie, esperándome como si siempre hubiera sabido que yo aparecería. Su silueta se dibujaba perfectamente contra la tenue claridad de la luna. Vestía de negro, impecable, y su porte transmitía una mezcla de poder y misterio que me erizó la piel.

—Llegaste —dijo con voz firme, pero al mismo tiempo cargada de un alivio que no intentó disimular.

No pude responder de inmediato. Mis labios temblaron al abrirse, y tuve que respirar hondo para recuperar fuerzas.

—Sabías que vendría —contesté al fin, con un hilo de voz.

Él sonrió apenas, una sonrisa tan leve que apenas se dibujó en su rostro, pero suficiente para encender una tormenta en mi interior. Dio un paso hacia mí, y el mundo pareció detenerse. Pude ver el brillo en sus ojos, esa chispa peligrosa que me atraía como un imán.

—Lo supe desde el principio —susurró—. Tú y yo estamos destinados a encontrarnos una y otra vez, aunque tratemos de huir.

Un escalofrío recorrió mi espalda. Sus palabras me golpearon con la fuerza de una revelación que yo misma había intentado negar. Y allí, en medio de la oscuridad, comprendí que el destino había estado escribiendo esta historia mucho antes de que yo lo aceptara.

Me acerqué lentamente, sintiendo cómo la distancia entre nosotros se reducía y con ella mis dudas se desmoronaban. Su mano buscó la mía con una seguridad que contrastaba con mi temblor. Y cuando nuestros dedos se entrelazaron, fue como si un fuego invisible recorriera mis venas.

—Esto es una locura —murmuré, más para mí misma que para él.

—Las mejores historias siempre lo son —respondió con calma, mirándome como si ya conociera cada uno de mis pensamientos.

Cerré los ojos un instante, tratando de grabar esa sensación en mi memoria. Porque sabía que, pasara lo que pasara después, nada volvería a ser igual. El mundo podía derrumbarse, pero ese momento sería eterno.

Abrí los ojos de nuevo, y lo encontré mirándome con la intensidad de alguien que no teme a nada, ni siquiera al amor. Y comprendí que no tenía sentido seguir resistiéndome. Mi vida entera había cambiado desde que lo conocí, y ahora solo me quedaba decidir si estaba dispuesta a saltar al vacío con él.

Sonreí, por primera vez sin miedo.

—Entonces no huyamos más —le dije.

Él asintió, y en ese instante supe que había dado el paso más importante de mi vida.




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