Algoritmo Del Amor.

Capítulo 14 – El precio de la verdad

La noche había caído como un manto pesado sobre la ciudad, pero yo no podía dormir. Mis pensamientos eran un enjambre furioso que zumbaba sin descanso, picándome con preguntas que no tenían respuesta. Desde mi ventana veía las luces titilantes de los edificios, como si cada una escondiera un secreto. Y lo peor era que ahora sabía que sí, que cada rincón de este mundo podía ocultar una verdad que me habían negado.

Recordaba cada palabra de Liam en la cafetería, como si me las hubiera tatuado en la piel: “Perfect Match no busca amor, busca control.”

Me levanté de la cama con el corazón acelerado. Encendí la lámpara de mi escritorio y abrí una libreta en blanco. Tenía que escribirlo todo: mis recuerdos, mis dudas, lo que él me había dicho. Una parte de mí temía que, si no lo hacía, terminaría olvidando la línea entre lo real y lo manipulado.

Mientras escribía, las imágenes regresaban con fuerza: el hombre trajeado siguiéndome, las frases calculadas de la aplicación, la forma en que el algoritmo parecía intervenir en cada decisión, en cada encuentro. Era como si toda mi vida hubiera estado coreografiada por un guion invisible.

Un golpe en la puerta me sobresaltó.

Me quedé helada. Eran casi las dos de la mañana. Nadie debía estar ahí.

—Elara, soy yo —la voz de Liam traspasó la madera.

Mi primer instinto fue no abrirle. No podía confiar en él, no del todo. Pero otra parte de mí, la que ardía con necesidad de respuestas, corrió hacia la puerta.

Lo encontré de pie, empapado por la lluvia, con la respiración agitada como si hubiera estado huyendo. Sus ojos reflejaban urgencia.

—Tienes que venir conmigo, ahora —dijo sin rodeos.

—¿Qué sucede? —pregunté, aunque mi voz ya temblaba anticipando lo peor.

—Ellos ya saben que dudaste. Y cuando alguien empieza a cuestionar, ya no lo sueltan.

Un escalofrío recorrió mi espalda. Cerré la libreta de golpe y, sin pensarlo demasiado, tomé mi abrigo. No podía quedarme en ese apartamento ni un segundo más.

Corrimos por las calles desiertas, bajo la lluvia que no cesaba. El agua se mezclaba con mis lágrimas, porque sí, estaba llorando sin darme cuenta. Todo lo que creía mío —mis decisiones, mis recuerdos, mi libertad— se deshacía como tinta en el agua.

Finalmente llegamos a un edificio antiguo, medio oculto entre construcciones modernas. Liam me abrió la puerta con una llave que parecía desgastada por los años. Dentro, el aire olía a polvo y humedad. Subimos por unas escaleras estrechas hasta llegar a una sala iluminada solo por lámparas de mesa.

Allí había más personas. Tres hombres y dos mujeres, todos con expresiones duras, vigilantes, como si la vida les hubiera enseñado a desconfiar de todo. Me miraron en silencio, evaluándome, como si quisieran decidir en un instante si yo era una aliada o una amenaza.

—Ella es Elara —dijo Liam con firmeza—. La excepción.

El murmullo que siguió me hizo sentir como un espécimen bajo la lupa.

—¿La excepción? —preguntó una de las mujeres, de cabello oscuro y mirada intensa.

—Sí —respondió él—. El algoritmo nunca pudo predecirla del todo. Y ahora lo saben. Por eso no la dejarán en paz.

Tragué saliva, intentando mantener la calma.

—¿Qué significa eso? —pregunté, alzando la voz más de lo que pretendía.

La mujer me sostuvo la mirada.

—Significa que tú eres la grieta en el sistema. La prueba de que incluso las máquinas más perfectas no pueden controlarlo todo. Y para ellos, eso te convierte en un peligro.

Sentí que mis piernas se aflojaban. Me apoyé contra la pared, con el pecho ardiendo y el mundo girando a mi alrededor.

Liam dio un paso hacia mí, su voz más suave esta vez:

—Lo que decidas ahora cambiará todo. Puedes intentar volver a tu vida y fingir que nada ocurre, aunque ya no serás libre. O puedes quedarte con nosotros y enfrentar la verdad. Pero si eliges este camino… no habrá vuelta atrás.

El silencio que siguió fue atronador. Todos esperaban mi respuesta, como si mis palabras pudieran definir más que mi propio destino.

Y yo, con el corazón latiendo como un tambor de guerra, supe que tenía que elegir.




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