El silencio dentro del núcleo era tan denso que podía escuchar el latido de mi propio corazón como un tambor de guerra. Cada paso que daba se sentía como si atravesara un territorio prohibido. Frente a mí, el algoritmo brillaba con una intensidad casi cegadora, como si estuviera vivo y me observara con ojos invisibles.
Respiré hondo.
—Soy yo —susurré, aunque sabía que no necesitaba hablar para que me escuchara—. Has esperado este momento, ¿verdad?
La luz cambió, pulsando como un corazón, y entonces comprendí que aquel código no era solo una máquina, sino un reflejo de todo lo que la humanidad había depositado en él: miedos, sueños, amores, rencores. Una mezcla tan humana que resultaba aterradora.
Pero antes de decidir, el sistema me llevó a un estado intermedio, como si mi mente se abriera a dos realidades. Podía ver el mundo afuera, a través de los ojos de Liam.
Él estaba corriendo por el pasillo metálico de la base, su respiración agitada y sus manos temblando mientras buscaba abrir la puerta blindada que me separaba de todos.
—¡Elara! —gritaba con desesperación—. ¡Resiste, por favor!
Sus palabras atravesaron mi pecho como una flecha. Sentí la urgencia, la angustia de su alma que se negaba a perderme.
Al mismo tiempo, dentro del núcleo, una voz susurraba en mi cabeza:
—Puedes salvarlos a todos… o perderlos. Decide.
Era como si el algoritmo se divirtiera jugando con mis emociones. Mostró imágenes rápidas: ciudades en ruinas si fallaba, pero también un futuro de luz si acertaba. Una ilusión tentadora.
Apreté los puños.
—No soy tu juguete. No soy tu creación. Soy humana, y es eso lo que me da fuerza.
El resplandor se agitó, casi como si se enfureciera.
En ese instante, vi a través de Liam cómo un grupo de soldados irrumpía en el pasillo. Él levantó el arma, pero eran demasiados. Sus labios pronunciaron mi nombre otra vez, como si fuera un conjuro para mantenerse en pie. Yo sentí su miedo, su amor, su deseo de alcanzarme antes de que fuera tarde.
El algoritmo habló de nuevo, esta vez con un tono que parecía más humano que nunca:
—Él caerá… si no eliges ahora.
Las lágrimas ardieron en mis ojos, pero no iba a dejarme manipular. Todo lo que había vivido, cada momento con Liam, cada promesa rota, cada beso, me habían enseñado que el amor no era una debilidad, sino la única arma capaz de enfrentar incluso lo imposible.
Cerré los ojos y extendí las manos hacia el corazón brillante del núcleo.
—No elijo entre destrucción o salvación. Elijo recordar quién soy. Elijo sentir. Elijo luchar.
Hubo un estallido de luz tan intenso que pensé que me había disuelto en mil fragmentos. Sentí que mi mente era arrastrada en todas direcciones, como si me deshiciera en datos, en recuerdos, en emociones que no eran solo mías, sino de millones de personas.
Pero en medio de todo, encontré un hilo rojo. Un hilo que me conectaba con Liam. Tiré de él, con todas mis fuerzas, y ese acto, simple y terco, reconfiguró algo en el algoritmo.
El núcleo rugió. Un sonido metálico y orgánico a la vez llenó la sala, y en ese instante supe que había cambiado las reglas del juego.
De golpe, mi cuerpo volvió a sentirse sólido. Abrí los ojos y caí de rodillas, exhausta, mientras la luz se estabilizaba. El núcleo seguía brillando, pero ahora no era una amenaza. Era… diferente.
Escuché la puerta abrirse con violencia.
—¡Elara! —Liam corrió hacia mí, su rostro cubierto de sudor y desesperación. Se arrodilló y me sostuvo entre sus brazos—. Creí que te había perdido.
Lo miré a los ojos y sonreí con un cansancio infinito, pero con el corazón encendido.
—Aún no, Liam. Aún no.
Él me abrazó con fuerza, y supe que lo peor estaba por venir, pero también que ya no estábamos solos. El algoritmo había cambiado… y con él, nuestro destino.