Alguien especial

7. UNA VISITA INESPERADA

ROGER

—Abuelo, te dije que no te subas ahí —coloco la taza de café frente a él.

Él sonríe. —Tranquilo Roger, no me voy a caer y si me caigo, me levanto.

Mi abuelo es mi persona favorita en el mundo pero también es terco. Le he dicho miles de veces que si quiere algo del ático, yo puedo ir por ello pero él no deja que la vida lo limite. Y mucho menos yo.

— ¿Qué hiciste hoy? ¿Fuiste al trabajo? —pregunta.

Niego. —Hoy no, pero ya tengo dos nuevos clientes y tengo que prepararme para la semana de navidad.

Me sonríe. — ¿Ves? Te dije que con paciencia las cosas mejoran, estás haciéndolo bien, Roger.

Respiro profundo. La vida con mi abuelo ha sido como un respiro de todo lo que me ha estresado por años. Antes de vivir con él era como comprar una camiseta y que la fábrica te molesta todo el tiempo. Siempre había algo que me hacía sentir incomodo pero a la vista de los demás, no tenía por qué quejarme.

—Roman y los chicos te envían saludos —le digo.

Limpia su boca con la servilleta. —Ah, ¿Cómo están? No los he visto en un rato.

El abuelo estuvo enfermo dos semanas. El doctor explicó que era una gripe de la temporada pero para prevenir, evitamos que saliera a menos que fuera totalmente necesario. Hemos visto los servicios dominicales por internet y él está agradecido con la tecnología por eso.

—Están bien, todos. Fuimos a decorar a la escuela que te conté, hicimos un gran trabajo te enseñaré las fotos después —dudo un segundo si contarle esta otra parte—. Um, también, Molly nos acompañó.

— ¿Molly? —no parece familiarizado con ese nombre.

Lo entiendo pues ella no es cercana a mí. —Sí… es la hermana de Eduardo…

A él sí lo reconoce. Mi abuelo sabe absolutamente todo sobre mí y sabe que el hermano mayor de Molly y yo éramos amigos, muy buenos amigos en realidad hasta que todo se arruinó.

—Ah, no sabía que tenía una hermana.

Me encojo de hombros. —Sí, es menor, un año —explico—. Ella estaba ahí y le pregunté si quería acompañarme. Lo hizo, eso es bueno supongo.

El abuelo permanece en silencio durante unos segundos mientras observa su café, luego levanta la mirada a mí. — ¿Y su hermano?

Es mi turno de desviar la mirada. —No lo sé, no lo he visto desde hace un tiempo —seguramente se fue a la universidad y siguió con el camino que siempre quiso, realizando todas esas cosas de las que algunas veces hablamos.

Aunque no quiero aceptarlo, en ocasiones lo extraño. Eduardo fue mi mejor amigo por tantos años y pensé que siempre estaría en mi vida. Pensé que haríamos todas esas cosas de las que hablábamos, planificando sobre las estrellas y el futuro como si fuera garantía de algo.

Cuando terminas una relación te puede doler o no, pero cuando una amistad termina es difícil aceptarlo y dudas si realmente tomaste las decisiones correctas. Tal vez lo puedan arreglar, piensas. Pero no es tan fácil, ni él ni yo somos las mismas personas.

Quiero pensar que tomé la decisión correcta pues quien Eduardo era para mí no encajaba con la versión que ahora estoy intentando construir de mí pero eso no significa que cuando escucho esa canción que siempre le fastidiaba o alguien menciona su equipo favorito, no piense en él.

No pude elegir a mi familia pero en algún momento, elegí a mis amigos y se convirtieron en algo muy parecido a mis hermanos. Pero ahora, se ha acabado.

El abuelo se levanta hacia la cocina y yo miro a la ventana pequeña que sigue con ese cristal roto en la esquina, siempre me he prometido que lo arreglaré pero nunca encuentro el momento adecuado para hacerlo.

Escucho que llaman a la puerta. —Yo voy —aviso.

Me levanto de la silla y camino hasta la puerta de madera, decorada con un pequeño hombre de nieve que compré hace una semana. La abro y veo a Molly de pie frente a mí.

— ¿Hola otra vez? — ¿Qué hace aquí?

Molly sonríe por un segundo y acomoda su cabello. —Um, hola Roger… lamento que esté aquí, digo, te vi hace un rato y pues, eh, mira…

Me recuesto en la pared mientras espero a que ordene sus ideas.

—Escucha, no quiero que me malinterpretes pero, ¿Aun puedo aceptar esa oferta? Digo, ¿Cuáles son las condiciones?

Junto las cejas y cruzo los brazos. —No te estoy entendiendo.

Veo que un cabello está sobre su frente pero no parece molestarle. —Es solo que, ¿tienes planes? ¿Ahora? ¿Puedes salir?

He conocido a muchas chicas en mi vida pero el cerebro de Molly parece ir como una pelota de ping pong, de un lado al otro. —No te entiendo, explícalo mejor que eso. Usa un vocabulario básico, por favor.

Rueda los ojos. — ¿Qué no entiendes? Te hice una pregunta.

Me encojo de hombros. —Sí pero no entiendo para qué quieres saber eso. No estás invitándome a salir, ¿no? ¿Estás haciéndolo?

Arruga la nariz. —Claro que no. No, por supuesto que no, Roger —suspira—. Hablo de eso que dijiste la vez pasada, sobre fingir… ¿puedes hacerlo? ¿Quieres que te pague?

— ¿Estás ofreciéndome dinero para que finja ser tu novio? Eso no es muy del siglo veintiuno, Molly —la molesto.

Chasquea la lengua. —Tú lo ofreciste primero y quiero que lo hagas, por favor. Solo dime que quieres —me señala—. Excepto que no hago nada ilegal, raro, estúpido o que me incomode.

Suelto una carcajada. Le propuse eso porque una parte de mí quiere un poco de venganza contra Gavin Jakes, pero no creí que lo fuera a aceptar. Además, estoy intentando no escoger mis viejos caminos.

El abuelo sale de la cocina y sonríe. —Hola, ¿Quién es la bella jovencita?

Solo porque es divertido molestarla, miro por encima de su cabeza. — ¿Qué? ¿Dónde está esa bella jovencita?

Molly me fulmina con la mirada y da unos pasos para entrar a la casa, sonriéndole al abuelo. —Hola, buenas tardes, soy Molly y muchas gracias por su amabilidad. Claramente eso no heredó Roger de usted.

— ¡Oye! ¿Y así quieres que sea tu novio?

Mi abuelo sonríe aún más. — ¿Novio? ¿Es tu novia? —y luego su sonrisa desparece—. Espera Roger, ¿Esta chica es la Molly que me estabas diciendo?




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