Siete besos.
Esa es la cantidad de besos que Mónica y Gavin se han dado desde que entraron a la pequeña e improvisada pista de hielo en este lugar.
No tenemos nunca nieve pero desde hace unos cinco años las personas que organizan este festival navideño se han encargado de colocar una pista de hielo para patinar y aunque es un tanto costoso el boleto de entrada, siempre está lleno desde el primer día.
Mis amigas están ahí adentro, patinando mejor que la mayoría de las personas. Algunas solo están caminando en la orilla para sostenerse y otras están riendo mientras se caen e intentan levantarse.
Por mi parte, solo estoy sentada en una de las bancas alrededor viendo como el mundo es feliz mientras que yo estoy aquí, luciendo como una chica amargada. Ya ni siquiera estoy intentando ocultar mi expresión de molestia, estoy dejando que mi negatividad invada todo mi interior y estoy bien con eso.
Sostengo la botella de refresco en mis manos y comienzo a girar la tapa para abrirla pero no lo logro. Intento varias veces más, doblando la mano y presionando con fuerza pero ni así lo logro.
Todo, últimamente, está saliendo mal.
Vuelvo a intentarlo mientras escucho las risas de Mónica y presiono tan fuerte que me lastimo la piel. Estúpida botella, ¿Por qué es tan difícil de abrir?
— ¿Necesitas ayuda? —alguien habla detrás de mí.
Me giro y veo a Roger, ajustándose una gorra verde que combina con la chaqueta que lleva.
— ¿Qué haces aquí? —pregunto.
Él se mueve, levantando las piernas para sentarse a mi lado en la banca. Me quita la botella de la mano y sin mucho esfuerzo, la abre lentamente por el gas. —Listo.
Sigo con la mirada entornada hacia él. — ¿Qué estás haciendo?
—Dandote la botella —la levanta frente a mi rostro.
Me muevo a un lado creando un poco de distancia. —No Roger, ¿Qué haces aquí ahora? ¿Viniste con alguien?
—Claro —coloca la mano sobre mi hombro—. Con mi novia.
Chasqueo la lengua. — ¿Puedes dejarme en paz? —Tomo la botella de su mano—. No estoy teniendo una buena noche… o día.
O semana.
— ¿No te gusta patinar o no puedes? —cambia de tema.
Suspiro antes de dar un trago a mi botella. —No puedo y no quiero estar ahí.
— ¿Porque no? —se levanta—. ¿Acaso no es lo que todos hacen aquí? Estoy seguro que te he visto patinar antes.
Ruedo los ojos. —Claro que he patinado pero no en hielo.
Cuando era niña me encantaba ir por la calle con mis patines y no era mala en ello, nunca me caí porque siempre evité hacerlo. Algo en mi interior siempre me ha hecho que evite situaciones incomodas y por eso nunca me he roto un solo hueso.
La música navideña de fondo cambia a una más animada y ahora que han llegado más personas en la pista, se escucha como si las risas se hubieran multiplicado.
—Ven, vamos a patinar —estira la mano hacia mí.
Cruzo la pierna notando que en la bota que llevo, tengo un chicle pegado. Ugh, asqueroso. —No quiero hacerlo.
—Molly, no seas tan aguafiestas —me quita la botella de la mano antes que la acerque a mi boca para beber un poco más—. Ven conmigo, no dejaré que te lastimes.
—Dame mi botella —me levanto y estiro la mano para tomarla pero él la aparta.
—Vamos a patinar —inclina la cabeza a la pista.
Han colocado unos reflectores que iluminan a quienes están dentro y ahora el color es verde que parpadea al ritmo de la música. Veo que Gavin y Mónica están en el centro, muy cerca, seguramente a punto de besarse otra vez.
No recuerdo que él me besara tantas veces en tan poco tiempo.
— ¿Molly? —Roger chasquea los dedos frente a mi rostro.
Ruedo los ojos. — ¿Quieres patinar? Bien, vamos a patinar y luego me dejas en paz.
Roger sonríe. —Así se habla —le da un trago largo a mi bebida y me la entrega.
Abro la boca por un par de segundos. — ¿Por qué hiciste eso?
Roger deja la botella en la banca, aun tiene un poco. —Porque si vamos a ser novios falsos tienes que saber que lo tuyo es mío y lo mío es mío.
Tomo la botella y la limpio con el borde de mi chaqueta antes de terminármela. —Lo mío también es mío.
Dejo la botella en un contenedor de basura para plásticos y cruzo los brazos. —Tendremos que esperar ahora, hay una fila.
Roger voltea y nota la fila de personas que sigue alargándose con cada segundo que pasa. Sus cejas se arquean y acomoda la gorra, moviéndola hacia atrás. — ¿Sabes qué? No necesitamos una pista de hielo falso —toma mi mano—. Ven conmigo.
—No, no, espera —retiro mi brazo—. ¿A dónde?
— ¿Molly? ¿Roger? —Violet aparece de pronto, pensaba que estaba dentro de la pista.
Roger está muy cerca de mí. —Ah… ¿Qué haces aquí? ¿No estabas ahí?
Se encoje de hombros. —Tengo que ir al baño —mira a su primo, entornando los ojos—. ¿Qué te traes entre las manos, Roger?
—Ahora mismo, nada —literalmente, levanta las manos.
Violet resopla. — ¿Porque ustedes dos están juntos ahora? ¿Es cierto lo que dicen?
— ¿Que dicen? —pregunto, temiendo la respuesta.
Además, ¿Quiénes están hablando de mí?
Violet cruza los brazos. —Que están saliendo.
Roger da un paso hacia mí para rodear mis hombros con su brazo. — ¿Qué tal si es cierto?
Iba a empujarlo pero en ese momento, noté que Gavin estaba viendo en esta dirección e ignorando a Mónica.
—Violet, ¿no ibas al baño? —Roger dice.
Ella me observa apretando los labios. —Molly, tenemos que hablar.
Roger baja el brazo para tomar mi mano. —Lo lamento ahora no puede, estamos a punto de hacer algo mejor que estar aquí.
— ¡Molly! —Violet da un paso hacia mí—. ¿Qué te está pasando? ¿Es por…?
—Es porque siempre le he gustado —Roger tira de mí—. Y tal vez, siempre me ha gustado así que, ve a hacer pipí y deja de meterte en la vida de las personas, Violet. No seas como tus padres.
Puedo sentir la tensión creada con ese comentario por la manera en que Violet abre la boca pero no consigue expresar nada. Roger vuelve a tirar de mí para que nos movamos.
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Editado: 12.01.2025