—Este es para ti —Roger me da un casco morado.
Lo tomo y le doy vueltas. —Asumo que no me compraste un casco.
Resopla antes de quitarse la gorra y colocarse el suyo. —Claro que no pero tenía uno extra porque a veces suelo llevar a alguien.
La palabra “alguien” queda colgando en el aire. No dudo que Roger sea alguien que sale con muchas personas pero me pregunto quién más ha usado este casco.
—Póntelo —pide—. Y como ya sabes, tienes que abrazarme fuertemente.
Me lo coloco y me doy cuenta que comienzo a acostumbrarme a esta acción. —No te abrazo porque quiero —digo.
Ambos subimos a la motocicleta y él se prepara para comenzar a conducir. —Sigue mintiéndote, Molly.
—Cállate, Roger.
—Tus deseos son órdenes, por ahora —y así, comienza a conducir.
Admito que hay algo de bueno en estar aquí, sintiendo el viento fresco mientras veo todas las decoraciones navideñas de cada calle en la que pasamos. No estoy segura a donde vamos pero no importa mucho ahora.
Nunca pensé que yo estaría en la motocicleta de Roger, nunca pensé que yo tendría un motivo para hablar con él después que mi hermano y Roger dejaran de ser amigos. Pero aquí estoy.
Esta vez no conduce tan rápido y sin pensarlo mucho, me recuesto en su espalda. No quiero que piense que estoy disfrutándolo pero tampoco estoy odiando esto.
Es el comienzo de la noche y es una de esas que el cielo está claro, como si la misma oscuridad se rehusara a ser tan opaca. Veo que la luna llena ya nos acompaña allá arriba y brilla como me gusta.
Roger empieza a desacelerar cerca de una plaza comercial, cruza para adentrarse al estacionamiento y luego de pasar la entrada llena de anuncios de los locales, busca donde estacionarse.
Creo que he estado aquí pero no muchas veces. No es muy lejos de donde vivo, pero como la mayoría de mis conocidos, solemos quedarnos en las áreas conocidas.
Bajamos de la motocicleta y me quito el casco. — ¿Qué hacemos aquí?
—Tú solo sígueme —pide, guardando ambos cascos y asegurando la motocicleta.
Roger empieza a caminar a una tienda al fondo donde venden bicicletas y no se detiene hasta que está adentro. Aquí, a diferencia del resto de la plaza, solo hay un árbol de navidad en la esquina y esa es toda la decoración.
—Roger, ¡Bienvenido otra vez! —un hombre como de unos cincuenta años lo saluda, levantando la manos.
Me pregunto porque Roger tiene tantos nuevos amigos que son mayor que él.
—Hola Waldo —chocan los puños—. Necesito un favor.
—Dime —se ajusta las gafas.
Roger se acerca a él y baja la voz, susurrando algo que no logro escuchar por la música de la tienda. De nuevo, otra cosa que la diferencia a la mayoría de lugares comerciales en esta época. Se escucha una canción regular, no una navideña.
—No te preocupes —vuelve a hablar en voz alta.
Veo que ese señor, Waldo, va a la parte de atrás y entra en una puerta metálica negra. Roger se acerca a mí otra vez pero no me cuenta nada de su plan.
—Entonces, ¿Qué hacemos aquí? —siento que he preguntado esto mismo antes.
Roger levanta un dedo hacia el techo. —Espera, escucha esa canción, es realmente buena.
Ruedo los ojos y sorbo por la nariz. Tal vez es porque está anocheciendo pero siento el aire más frio ahora.
—Aquí está lo que necesitas —el señor Waldo regresa sosteniendo una bolsa de tela que parece cargada con algo.
Veo hacia atrás de mi hombro, casi esperando que entre alguien sospechoso pues esto luce como si están intercambiando algo ilegal. ¿Qué fue a traer ese señor de atrás?
—Gracias amigo, te debo una —Roger toma la bolsa y le estrecha la mano.
Sacude la cabeza. —Solo sigue siendo bueno con Helen.
Eso despierta mi interés. Helen es la chica que conocí en la mañana, una chica demasiado amigable y tengo que admitir, que demasiado linda también. No me sorprendería que a Roger le gustara ella.
Tal vez no solo le gusta Helen, tal vez están saliendo.
—Vamos Molly Bolly —Roger suelta una risita.
Lo sigo despidiéndome con una rápida sonrisa de ese señor que está relacionado con Helen por alguna razón y alcanzo a Roger. — ¿Cómo es que recuerdas ese tonto apodo?
—Porque yo te lo puse —dice, caminando sin detenerse a verme.
— ¿Cómo que tú lo hiciste? Tú no me lo pusiste, fue mi hermano que… ah, ya veo. Pues fue tonto, ese es el peor apodo de todos, ¿Por qué me llamaste Bolly?
—Porque rima —se encoje de hombros.
Veo que no está moviéndose en dirección a la motocicleta sino al lado contrario, me reprimo las ganas de preguntarle a donde vamos porque no creo que me responda esta vez.
— ¿Te gusta la comida picante? —me mira de reojo.
Hago una mueca. —No realmente. En realidad, la comida picante puede hacerte daño, ¿sabes? No es bueno comerla todo el tiempo y…
—Mira, ahí venden unas hamburguesas de pollo frito con salsa picante —sonríe—. Así que por esta noche, vas a probar uno.
—No —me cruzo de brazos—. No quiero.
Rueda los ojos. — ¿No quieres porque no te gusta o porque tienes esas ideas que te puede hacer daño?
Me encojo de hombros. —Porque es malo para mi estómago.
— ¿Alguna vez dejas de preocuparte por un futuro que no ha llegado?
Bufo. —Claro, esa es tu mentalidad pero no la mía. Yo tengo que estar diez pasos adelante de la vida y no quiero tener arrepentimientos, no quiero despertar en treinta años con problemas gástricos.
Roger deja de caminar y se coloca frente a mí. — ¿Y qué pasa si te despiertas en treinta años deseando haber tomado algunos riesgos?
Niego. —Yo no soy así.
Entorna los ojos e inclina el rostro, acercándolo lentamente a mí. —Molly Bolly, esta es tu única vida. No hay forma de revertir los errores, nunca más tendrás diecisiete años otra vez. Es ahora o nunca.
—No es cierto —bajo la mirada—. No puedes tener una mentalidad de vivir al límite porque no es así. Hay un mañana y hay consecuencias.
#115 en Joven Adulto
#2779 en Novela romántica
primer amor familia pasado, chico malo chica buena, mejor amigo del hermano
Editado: 12.01.2025