Mamá y yo llegamos a la plaza, vemos que en la pastelería ya hay varias personas.
Ella se rasca la cabeza como siempre que está estresada. — ¿Sabes qué? Voy a hacer fila aquí y mientras tanto ve a comprar papel navideño y moñas para empacar los últimos regalos, ¿sí?
Asiento. —Está bien.
— ¿Tienes dinero? Te llamo si salgo antes que vengas —dice.
—Claro —señalo hacia atrás—. Espero que la papelería no esté tan llena de gente.
Sonríe. —Es navidad, ¿no? Todos dejamos algo para última hora.
Le abro la puerta para que pase y luego de soltarla, me doy la vuelva para caminar hacia el local de la esquina.
A mi alrededor hay muchas personas pero en lugar de lucir felices por las fiestas, lucen tan atareadas. Algunos llevan bolsas y bolsas con compras, otros caminan con prisa a locales y los autos se pelean por los espacios vacíos.
Sin duda, el verdadero espíritu navideño.
Froto mis manos mientras esquivo personas que van en dirección contraria hasta que llego a la papelería. Hay algunos clientes pero no tantos como en la pastelería.
Me tomo la libertad de darme una vuelva por los cortos pasillos solo porque me encanta todo esto, los lapiceros, las libretas, los marcadores y todas estas cosas que me compraría si tuviera mucho dinero y si realmente las usaría pero nunca lo hago.
Recuerdo cuando papá me regaló unos lapiceros con brillos y los usaba únicamente en ocasiones especiales pero al final, se secaron por el tiempo.
Voy a la sección de empaques de regalo y espero a que dos señoras se muevan para tomar papel dorado y moñas medianas. No sé cuánto querrá mamá así que tomo cuatro pliegos y uno más con copos de nieve impresos.
Lo sostengo mientras busco una de esas canastas para llevar esto y veo a un chico alto en la sección de crayones, se mueve un poco y reconozco que es Iker.
Miro alrededor pero creo que está solo, avanzo hacia él. —Hola Iker.
Él gira y sonríe automáticamente. —Hola Molly, ¿Cómo has estado? No te he visto últimamente.
Asiento, me fijo que lleva una caja de crayones de cera en la mano. —Ah, sí, he estado ocupada.
—Entiendo —responde—. Bueno, ojala pueda verte otra vez. Digo, ya sabes, ojala llegues de nuevo.
No creo que eso ocurra pues Roger era quien me llevaba y ahora no hablamos. —Sí, eso sería genial.
Ninguno dice nada más por unos segundos hasta que él aclara la garganta. —Entonces, ¿haciendo compras navideñas de última hora?
Suspiro. —Algo así, vengo con mi mamá, ella y papá siempre son así, dejan todo para último momento. Supongo que les encanta sentir el estrés.
Asiente dos veces.
—Um, ¿Qué tal has estado? —acerco lo que llevo a mi cuerpo.
—He estado bien, gracias.
Quisiera ser mejor con las conversaciones. —Um, ¿Y tus planes para navidad? Digo…
Torpemente dejo caer las moñas y uno de los pliegos enrollados al suelo, me iba a inclinar pero Iker se encuclilla para ayudarme y es ahí donde noto algo en su nuca, no sé cómo describirlo pero es una marca extraña. Muy extraña.
Cuando él se levanta y sostiene lo que me ayudó a recoger, sigo con la mirada confundida. — ¿Todo bien?
Asiento rápidamente. —Sí, lo siento… yo… —tomo las cosas de su mano—. Um, bueno, yo…
Inclina el rostro. — ¿Estás bien? Parece que viste un fantasma.
Suelto una risa nerviosa. —Nunca he visto un fantasma, ni quiero hacerlo. Sería horrible, ¿sabes?
Sonríe de lado. —Tienes razón, sería horrible.
Bajo la mirada a su cuello y esa marca está ahí pero cuando lo había visto anteriormente no lo tenía, me refiero a las veces que fui con Roger. Tal vez se lastimó con algo aunque pareciera que es algo más.
Lamo mis labios. —Um, Iker, ¿Tú vas a la iglesia de Roman?
Asiente. —Sí, casi siempre estoy ahí. En ocasiones no pero es por mi trabajo.
Nos movemos a un lado para dejar pasar a una mujer con dos niños pequeños, luego que se aleja, sigo hablando. —Yo lo vi, hoy por la mañana, no sabía todo eso que contó de su vida, ¿lo sabias?
Iker levanta los hombros. —En realidad sí, lo he sabido desde hace mucho tiempo —mira la caja de crayones que sostiene—. Creo que sin su ayuda no estaría vivo.
— ¿De verdad?
Asiente, apretando los labios. —Sí, en realidad, es como si me hubiera salvado dos veces.
No puedo imaginarme como pero tampoco quiero entrometerme. Algo que escuché ayer de Roman es que no siempre tienes que llegar con un consejo o con una actitud acusatoria, a veces solo tienes que hacer una pregunta. — ¿Estás bien, Iker?
Él me mira a los ojos por unos segundos hasta que me sonríe. —Sí, Molly. Ahora estoy bien.
Tal vez no necesito saber su pasado para comprender que esa respuesta implica algo grane, algo que tal vez un día conoceré. —Que bien.
Sigue sonriéndome y honestamente, Iker es bastante lindo. Estoy segura que es mayor que yo pero no tanto. —Um, oye, una pregunta es solo una duda irrelevante pero, ¿Cuántos años tienes?
Levanta las cejas. —Bueno, ahora mismo veinte, mi cumpleaños fue ayer.
Abro los ojos. — ¿Qué? ¡No me digas! ¡Feliz cumpleaños! —muevo los brazos dudando si debería darle un abrazo, él se acerca y lo hago—. Lamento que no lo sabía.
Nos separamos. —No te preocupes, muchas gracias.
Cambio el peso de un pie al otro. —Entonces, ¿Qué se siente tener un cumpleaños tan cerca de navidad? ¿Te dan doble regalos?
Iker aparta la mirada y rasca su cuello, luce diferente por esa pregunta, como si hubiera dicho algo incorrecto. —En realidad… um, no suelo celebrar los cumpleaños desde hace un tiempo.
Dejo de sonreír. — ¿No?
—No, pero es otra historia, no quiero quitarte tu tiempo Molly —da un paso hacia atrás—. Fue bueno verte, espero que tengan una buena navidad con tu familia.
Se supone que solo debería dejar que se vaya porque es apenas un conocido, no sé casi nada de él, en realidad sé muy poco sobre él pero algo dentro de mí me pide que no lo deje ir todavía.
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Editado: 12.01.2025