Así que he vuelto a hablar con Roger.
Eso fue inesperado, pensaba que ya no lo volvería a hacer pero aquí estoy, otra vez en su motocicleta y lista para que me lleve a donde sea que se dirija.
Mamá no lucía muy complacida con que saliera en noche buena, ella sabe que Violet y Emily no están libres en estos días pero solo le avisé que sería algo rápido y que son unos nuevos amigos, antes que hiciera más preguntas, escapé de ahí.
Regresando a Roger y que ahora estoy abrazándolo para no caer de aquí, el día de hoy se ha puesto colonia. Me gusta como huele, no es que antes oliera mal pero ahora huele a algo más que detergente para lavadora que también me gusta ese olor.
Siento la mano de Roger sobre las mías. — ¿Estás bien ahí?
—Sí, bueno, no mucho pues tengo que estar cerca de ti —respondo.
Gira su rostro para hablarme por encima del hombro. — ¿No eres la chica más afortunada del mundo?
Ruedo los ojos aunque no pueda verme.
Varios minutos después, llegamos al salón de Roman. Roger se estaciona y deja que yo me baje primero. Le entrego el casco como siempre, él me pide que lo espere un momento y yo me quedo de pie junto a la motocicleta.
Él regresa después de llamar a la puerta y sale Roman, con un suéter azul marino que tiene unos renos de decoración. —Hola chicos, Molly, que bueno verte.
Sacudo la mano para saludar. —Hola.
—Si quieren los llevo, solo guarda la motocicleta y estoy esperando a Brooks, se está cambiando —afirma.
Roger toma mi muñeca y me mueve a la entrada. —Pasa, ahora regreso, solo voy a guardarla.
—Está bien —respondo.
Roman y él se van otra vez, dejándome a solas en este salón vacío. Las únicas veces que he estado aquí, siempre hay más personas y es raro no escuchar la voz alegre de Helen o las risas de los demás.
Helen… supongo que ella también ha vivido algo, ¿no?
Me cuesta trabajo asimilar como estas personas han tenido vidas duras y sí, todos pasamos por algo pero yo nunca he perdido a mis padres o me han maltratado y mucho menos he sido parte de una pandilla. Todos ellos si saben lo que es eso y aun así, son capaces de sonreír.
Me recuesto en la pared pensando en que los admiro. No necesito saber más de su vida para sentir admiración, espero que sepan que son muy valientes.
— ¡Estoy listo! —la puerta de atrás se abre y es Brooks.
Brooks lleva básicamente el mismo suéter de Roman pero una bufanda verde que combina con un gorro sobre su cabeza. Cuando me reconoce, sacude la mano para saludarme y se acerca.
—Hola Molly —dice.
—Hola Brooks —le sonrío.
—Vamos a ir con nuestros amigos a hacer, a la cena de navidad, eso me hace muy feliz y estoy muy emocionado de verdad, muy feliz —junta las manos.
—Sí, lo sé, vine a ayudar —digo—. Espero ayudar.
— ¡Ah! —Señala su cuerpo—. Mi papá me regaló este suéter, es el mismo, es igual, me gusta mucho.
Asiento. —Es un muy buen suéter —afirmo—. Tu papá… es Roman, ¿verdad?
Asiente, cuatro veces. —Sí, mi papá.
Miro hacia la puerta como para asegurarme que no entren todavía. —Um, ¿Cuántos años tienes, Brooks?
Brooks baja la mirada a sus dedos y los mueve como si estuviera contando. —Catorce.
No digo nada pero mentalmente hago cálculos. Roman no es tan grande como mis padres, eso significaría que si es su papá, fue uno bastante joven. Creo que sería ofensivo si siguiera haciendo preguntas sobre su vida así que me quedo en silencio.
La puerta se abre y pensé que era Roman pero quien entra es Helen. Ella nota a Brooks primero y le sonríe, luego mueve los ojos a mí y los abre. — ¡Molly! —Helen se acerca y me rodea con sus brazos—. ¡Qué bueno que has venido!
Me quedo atrapada entre sus brazos. —Eh… de nada, digo, lo siento no sé porque dije eso.
Ella suelta unas carcajadas y me libera. —Está bien, solo estoy feliz que hayas vuelto. Roger me dijo que ustedes no se estaban hablando y lo regañé, me agradaste mucho, en realidad a todos nos agradas, ¿no, Brooks?
Él asiente.
—Gracias, a mi también me agradan —respondo.
Ahora rodea mis hombros con su brazo y percibo un perfume floral bastante agradable. —Es solo que, necesito más amigas aquí. Estoy rodeada de chicos y es agotador, las mujeres tenemos que unirnos.
Le sonrío aunque no respondo.
—Molly vino a ayudar —Brooks me señala—. Y le gustó mi suéter.
— ¡A mi también me gusta tu suéter! Ojala nos hubiéramos vestido todos igual, ¿no? Hubiera sido algo increíble.
Brooks levanta un dedo y se da la vuelta, caminando con prisa hacia la puerta de donde salió como si acabara de recordar algo. Ahora estoy a solas con Helen y quizás pueda preguntarle algo que me ha dado curiosidad desde que llegué aquí.
—Helen, ¿Qué hay en esa puerta? Detrás de ella, me refiero.
Baja el brazo de mis hombros. —Es la casa de Roman, vive con Brooks y sus tres tortugas.
—Ah, no sabía que vivía aquí —digo.
Helen asiente. —Sí y aquí nos reunimos, también cuando hay pequeños eventos los hace aquí, la iglesia está a unos diez minutos, ¿nunca has estado ahí, verdad?
Niego.
—Bueno, pues ojala algún día vayas, es un lugar increíble lleno de personas increíbles. Todos son tan amables y tan respetuosos, Roman realmente está llegando a las personas correctas.
— ¿Personas correctas? —inclino la cabeza.
—Personas rotas, rechazadas, olvidadas y a quienes el mundo cataloga como escoria y basura —se señala—. Como yo.
Niego sin pensarlo. —Helen, tú no eres así.
Ella sonríe. — ¡Gracias, Molly! Lo sé, ahora lo sé pero créeme que no lo sabía antes, pensaba que esto de Dios era solo para los puros y santos y los que jamás decían malas palabras y nunca harían nada incorrecto pero Roman me ha ayudado a ver que en realidad, Jesús vino por personas reales como yo, como todos los que hemos cometido un error.
Asiento y aunque no me imagino cual es “su error” o “sus errores” creo que no importa mucho pues se nota que ahora ella está bien y por lo poco que la conozco pienso que merece ser feliz.
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Editado: 12.01.2025