— ¿Dónde está tu abuelo? —pregunta, dejando las bolsas de las cosas que compramos en una tienda de conveniencia.
—Seguramente viendo televisión, tienes que saber que mi abuelo ama los programas de concursos y puede pasar todo el día en eso —afirmo.
Mira hacia abajo. —Debiste déjame que me cambiara, odio este vestido.
Junto las cejas. — ¿Por qué? —Recuerdo a Violet afirmar que Molly estaba feliz por su vestido—. Yo creo que está bien, te ves bien.
Algo en su expresión delata que no me cree y no sé cómo hacer para que me crea. —Solo quiero comer y comer, ahora mismo.
—Claro, haremos eso pero no aquí —le sonrío—. Hay un lugar que te quiero mostrar, aquí en la casa.
Junta las cejas. — ¿Aquí? ¿Qué?
Sonrío de lado. —Confía en mí. Trae las bolsas y sígueme, vamos.
Mueve los ojos a la mesa y toma una de las bolsas, revisa el contenido y me mira. —Está bien, ¿Ahora a dónde?
Le hago una seña para que me siga. Subimos las escaleras y escucho el sonido de la televisión seguido de las risas del abuelo. Camino hacia el lado izquierdo y cruzo, doy un vistazo hacia atrás para asegurarme que Molly me esté siguiendo.
Empujo la puerta y llegamos a la pequeña terraza, donde el abuelo tiene algunas plantas, una mesa pequeña redonda con dos sillas y algunos objetos que ha colocado aquí como si fuera bodega.
—Puedes sentarte —muevo una de las sillas para ella.
Deja la bolsa sobre la mesa. —No sabía que esta casa tuviera esto.
Me siento en la otra silla, estiro mis piernas. —Nos gusta sentarnos aquí con el abuelo.
Molly frota las manos y mira al frente, la vista es básicamente techos de otras casas y arboles pero lo mejor es que en cierta época se puede ver los atardeceres y cuando se oculta el sol.
—Puedes comer ahora —digo.
Fuimos por frituras y sodas, algunos chocolates también. Dejé que Molly tomara todo lo que quisiera y luego yo pagué.
Ya no tiene el rostro hinchado ni los ojos rojos pero sigue con esa expresión, como si algo hubiera sido extraído de ella y eso me hace sentirme tan impotente.
Ella saca un caramelo de galleta cubierto con chocolate y lo abre rasgándolo de un lado, le da una mordida mientras mira hacia el frente. Aún está claro, la noche falta en llegar.
—Tú eres un chico, dime por qué son unos idiotas —suelta.
Abro los ojos. —Vaya —cruzo una pierna sobre la otra—. Eso es generalizar.
Le da otra mordida. —Es la verdad, todos ustedes son unos tontos. Solo les interesa divertirse y luego pasan a otra chica.
Niego. —No es cierto, no siempre es así.
Bufa y voltea a verme. — ¿No? ¿Acaso no dejaste a una chica plantada? ¿Acaso no saliste con dos chicas a la vez?
Oh, golpe bajo.
Me avergüenza aceptar que es cierto eso. Cuando tenía quince salí con dos chicas al mismo tiempo por unas semanas y luego, dejé a otra chica planteada por otra chica como decían, fue porque ella discutió conmigo y me dijo que si quería llegar, que lo hiciera.
Admito que no fue lo mejor.
—Tienes razón —suspiro—. Hice eso y ahora sé que está mal, que no actué como debí.
— ¿Te disculpaste alguna vez? —termina lo último del caramelo.
Asiento lentamente. —Sí, lo hice. Con todas ellas, no lo tomaron muy bien pero tenía que hacerlo, lo merecían.
Junta las cejas. — ¿Realmente te disculpaste?
—Sí.
— ¿Por qué?
Me encojo de hombros. —Porque entendí que si quería comenzar a cambiar, no solo tenía que huir de mis errores, tenía que afrontarlos y hacer mi parte. El resultado de eso ya no dependía de mí.
Eleva una ceja. — ¿Querías cambiar? ¿De qué hablas?
Tomo una bolsa de nachos con sal y la destapo, la dejo sobre la mesa para que ella coma también.
Golpeo el pie contra el piso por unos segundos. —Creo que toqué fondo.
Entorna los ojos. — ¿Tocaste fondo? ¿De qué hablas?
Fuera de las paredes de donde me he sentido seguro, nunca he hablado de esto y hacerlo se siente como un reto pero ya estoy aquí y creo que puedo hacerlo.
—Creo que son muchas cosas —afirmo—. ¿Sabes que tengo hermanos, verdad? Pues siempre crecí bajo su sombra y creo que fui bueno fingiendo ser lo que todos esperaban de mí. Fingí y fingí pero me di cuenta que jamás iba a ser suficiente, entonces yo empecé a cuestionarme si realmente mi existencia era importante.
— ¿Qué? —se mueve sobre la silla.
Aclaro la garganta. —No sé qué pasó, no sé cómo empezó pero cada vez eran peores los pensamientos que tenía y yo sabía que estaba yéndome a un lugar oscuro pero no sabía qué hacer —me tomo un segundo para respirar—. Es solo que, Hally es abogada, Jonnhy y Rose son exitosos en sus carreras y Trevor está a punto de graduarse con honores. Todo lo que yo hacía me tomaba mucho esfuerzo y ni así sentía que podía estar a sus talones.
Niega. —No, Roger, pero es diferente.
—Eso pensaba —lamo mis labios—. Y mis padres me presionaban con la universidad, con hacer esto y aquello, querían que fuera a cursos especiales, que estudiara idiomas, que hiciera más cuando literalmente era todo lo que podía dar.
Paso las manos por mi cabello, recuerdo esos días cuando todo el tiempo me hostigaban con mi futuro que era totalmente incierto y confuso. Incluso, me asustaba pensar en mi futuro y en el hecho que si dependía de mí, estaba arruinado.
—No sabes cómo era, mamá todo el tiempo hablando de mis hermanas, de lo exitoso que es Jonnhy, del apartamento de Rose, del nuevo auto de Hally, del premio de Trevor. Todo lo que yo no era y probablemente, nunca sería.
Molly me observa en silencio. —Entonces, ¿qué pasó?
Muevo los ojos al frente, las nubes están comenzando a cambiar de color por el atardecer. —Puede que suene insignificante pero, estaba en internet y pasaba videos para distraerme cuando vi un clip de Roman por primera vez. Casi ni tenía interacciones, creo que solo yo lo vi pero me cambió algo en mi interior, él dijo algo como: Aun cuando no puedas confiar en tus decisiones, puedes confiar que tienes un futuro y en manos de Dios, ese futuro está lleno de planes de bien, para darte esperanza.
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Editado: 12.01.2025