Alguien especial

31: NO ESTAS PERDIDO

ROGER

— ¿Ya te vas? —Iker se limpia con una servilleta.

Iker no ha dejado de insistirme en que tengamos una conversación y aunque no tenía idea sobre qué quería hablar, le dije que llegara a la casa y almorzáramos con el abuelo.

Mi abuelo estaba feliz de verlo, incluso hablaron un rato sobre el servicio dominical y luego, Iker me pidió que saliéramos un momento.

—Tengo que ir a entregar un pastel —le digo—. Es de mi prima, es su cumpleaños.

—Oye, ya te he dicho esto pero eres muy bueno en lo que hacer, Roger. Hablo enserio, no me gustan los pasteles pero los tuyos tienen algo diferente.

Le sonrío levemente. —Bueno, supongo que no querías hablarme sobre pasteles.

—No —Iker se sienta en el borde de la acera, a un lado está el viejo auto de mi abuelo y mi motocicleta—. Es sobre Molly.

— ¿Qué hay con ella? —intento no parecer demasiado curioso.

Iker estira las piernas y choca las puntas de los zapatos. — ¿Está bien si la invito a salir?

Mi corazón se detiene. Iker está haciendo una pregunta que debería ser fácil de responder pero en lugar de eso, siento como si quisiera explotar. — ¿Qué? ¿Por qué me preguntas? Yo no soy su dueño, haz lo que quieras.

—Molly está enamorada de mí —afirma.

Y ahora no solo mi corazón está apretujado sino que mi garganta se está cerrando, o al menos, así lo siento. —Ah, ¿Qué?

Se encoje de hombros como si no fuera gran cosa. —Me lo dijo hace unos días, que está enamorada de mí.

Aprieto la mandíbula. — ¿Qué? ¿Por qué hizo eso? Ni siquiera la conoces, ni siquiera te conoce. ¿Cómo rayos puede estar enamorada de ti?

—Y yo estoy enamorado de Molly —Iker afirma, sonriendo de lado.

Respiro profundo. —Iker, no estás enamorado de Molly. No puedes estarlo, ella es menor que tú y…

Iker comienza a reírse, primero lento y luego son carcajadas ruidosas.

— ¿Qué te parece gracioso? —me duele el estómago ahora.

No hay nada de gracioso en eso. ¿Acaso vino a mi casa solo a decirme que Molly lo quiere a él? ¿Qué ellos se quieren? ¿Qué ahora tendré que soportar verlos felices y juntos? Quiero a Iker, es mi amigo y a Molly sin duda la quiero pero no quiero que sean felices juntos.

Llámenme un egoísta, no me importa.

Pero a quien engaño, Molly merece lo mejor e Iker está más cerca de ello que yo.

—Roger, ¿Cuándo vas a admitir que quieres a Molly? —Iker deja de reír.

Junto las cejas y niego. —No te estoy entendiendo.

—No me gusta Molly, al menos no así, no como a ti —levanta las manos—. Y no le gusto a Molly, ella jamás me dijo eso. Somos amigos, eso es todo. Es una chica linda y agradable pero no la veo de esa forma.

—Iker, yo…

—Basta, ¿Crees que no eres demasiado obvio? Todos pueden verlo, todos los saben —afirma.

—Incluso Molly —murmuro.

— ¡No lo sabrá si no se lo dices! —me da una palmada suave en la pierna.

Suspiro. —No, Iker. Ya se lo dije, Molly lo sabe y yo estoy intentando conquistarla pero honestamente, no tengo idea qué hacer o como hacerlo. No estoy acostumbrado a hacerlo al viejo estilo, como diría mi abuelo, “cortejarla”

Bufa. — ¿Cortejarla? Sí, eso es anticuado —se acomoda, doblando una pierna—. Escucha, ¿realmente se lo dijiste?

Asiento.

Exhala lentamente. — ¿Y? ¿Qué pasó?

Hago una mueca, volteo mi rostro al lado contrario. —Es una larga historia pero Molly estaba muy enamorada de un idiota y creo que tiene miedo de abrir su corazón. Además, no soy el indicado para ella.

— ¿Según quien? —pregunta.

Me giro rápidamente hacia él. —Según todos, Iker. Tú no tienes idea de cómo me miran en este lugar, solo mi abuelo me acepta y si me fui de aquí a buscar una forma de salir de mi cabeza y terminé en la iglesia de Román fue por desesperación. Molly es la chica perfecta, yo soy el fracasado de la familia Bell.

Siento como un eco después de pronunciar esas palabras. Sé que han estado acumulándose dentro de mí por mucho tiempo y pensaba que podría mantenerlas embotelladas dentro de mí pero ahora, escuchando mi voz, me lastima el corazón.

Yo lo sé. Sé que soy el fracaso de la familia, que nunca seré tan exitoso como mis hermanos, que mi mamá se avergüenza de mí, que papá desearía que fuera otra persona. Yo lo sé.

—Roger —Iker baja la voz—. ¿Recuerdas cómo nos conocimos?

Muevo la vista al pavimento. —Sí.

— ¿Recuerdas por qué te hablé?

Paso la mano por mi cabello. Doblo las rodillas para recostar mis brazos sobre ellas. —Iker, yo…

— ¿Recuerdas sí o no?

Presiono los labios recodando ese momento. —Iker, uno de los chicos… ellos… él es hermano de Molly. Él me odia, ellos me odian. No puedo estar con la hermana de chico que me odia. No puedo acercarme siquiera a su casa.

— ¿Su hermano? —Iker abre los ojos—. ¿Enserio? Pero si Molly es tan dulce y amable, su hermano fue un… no puedo creerlo.

Sí, así fue el comienzo del fin de nuestra amistad.

Un día Eduardo, otros amigos y yo estábamos en un pequeño centro comercial a treinta minutos de aquí. No recuerdo lo que hacíamos pero sí recuerdo que nos dio hambre y fuimos a la sección de los restaurantes de comida rápida.

En una de las mesas había un chico más joven que nosotros, pero no era un niño. Estaba usando un overol y un sombrero estilo pescador, algo que llamaba la atención pero en especial, sus zapatos. Eran unos amarillos brillantes con luces en la suela.

Eduardo lo vio primero y nos lo señaló. Nos reímos. Sí, yo también. Lo vi y me pareció gracioso hasta que el chico levantó la mirada y nos notó. Entonces me di cuenta que estaba consciente de nuestras risas.

Eduardo se dio cuenta de algo más, el chico tenía síndrome de Down. Eso no hizo que se detuviera, lo empeoró. Eduardo dijo algo que jamás en mi vida hubiera dicho, ni siquiera cuando era un idiota total. Él lo llamó de una forma horrible, de esa palabra que nunca he repetido.




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