Animado por la posibilidad de que el elefante lo ayudara, partió rumbo a la reserva, donde no tardó en divisar al viejo animal recostado a la sombra.
—¡Elefante! —lo llamó, posándose en lo alto de un poste.
Él alzó su trompa para saludarlo.
—¿Qué sucede, cernícalo? Te noto preocupado
—Lo estoy. Mi amigo el dhole ha desaparecido esta mañana y no logro encontrarlo. No está en el bosque, ni en el pastizal.
—¿Un dhole? Hace mucho que no veo uno.
—¡¿Sabes lo que es?!
—Claro que sí. A mi edad he conocido a muchos animales que, desgraciadamente, ya no están entre nosotros. Y lamento que los más jóvenes se hayan quedado sin la oportunidad de conocer sobre ellos.
—¡Por favor, ayúdame a encontrarlo! ¡No quiero que desaparezca también él!
El elefante sonrió, desconcertándolo.
—Ya estamos en noviembre... —Miró hacia el cielo, pensativo—. Vuela hacia el sur, donde termina el bosque y comienzan los matorrales. Allí lo encontrarás.
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Editado: 12.04.2024