¿alguien podrá recordarme? (borrador)

La importancia de ser "Nadie" a ser "Alguien"

 

Isabelle festejó mi cumpleaños con una tarta y tomamos café. Me hacía sentir un chico mayor. Era la primera vez que bebía café y fue el mejor cumpleaños que pude haber tenido en mi juventud.

¿Y qué hay de lo que tuve que hacer para que Isabelle me perdonara? Bueno, nos reunimos en el jardín en donde nos conocimos, sólo que esta ocasión pasaba de la media noche. Nanashi, Murazaki y el niño fantasma nos acompañaron.

La madre de Isabelle murió cuando ella era pequeña, como lo expliqué hace hojas atrás. Supongo que se imaginarán lo que ella quiere que haga y si no es así, lo explicaré: Isabelle quería dejarle un mensaje.

"¿Trajiste a un amigo?", Preguntó Isabelle cuando nos vio bajar a Murazaki y a mí del muro de rosales.

"Sí, él es quien nos ayudará", argumenté.

"¿No deberían quitar ese rosal? Es difícil entrar por aquí sin salir herido", se quejó Murazaki.

"Murazaki, ella es Isabelle, la chica de quien te he hablado".

Murazaki miró de pies a cabeza a Isabelle. Creí que se burlaría, o tal vez quedaría petrificado por la apariencia de muerto viviente que tenía mi mejor amiga, pero no fue así. Su expresión facial no era como todas las demás con las que lo había visto. ¿Será esto a lo que el ser humano llama atracción física? ¿Amor a primera vista? ¿O impacto?

Murazaki hizo una reverencia.

"Es un placer conocerla, señorita. Soy Murazaki, el amigo de Hansen".

"Oh...", Isabelle exclamó con desconcierto y agregó, "No tienes que hacer una reverencia, no soy alguien importante, sólo soy Isabelle McLaughlin.", por último, sonrió.

"Ahora que ya se conocen...", interrumpí. "¿Podemos proseguir? No quiero volver a prisión si nos atrapa el señor McLaughlin."

Murazaki volteó a verme, diciendo con su mirada algo como "¿Por qué tienes que interrumpir ahora?".

Le expliqué a Isabelle todo el ritual que Murazaki y yo hicimos para convocar a Nanashi, eso implicó que tuviera que explicarle a Murazaki que era vidente y que desde que se le ocurrió la "grandiosa" idea de jugar ese estúpido juego, Nanashi no paraba de seguirme.

No nos demoramos en conseguir los materiales del juego como la vez pasada, puesto que por la tarde le expliqué a mi querido amigo mi plan y, él, como gran conocedor de ese tipo de juegos, accedió en ayudarme y en buscar los materiales necesarios.

Si mi buena memoria no me falla, el juego lo hicimos a las tres de la mañana. Llamemos al juego "el juego de los tres golpes". Se supone que debía ser en mi casa y debía estar solo, en fin, sería algo técnicamente imposible, porque, número uno, no tengo una casa y número dos, si considero mi casa el orfanato, nunca podría estar solo. Esto no fue un impedimento para los planes de Murazaki. Me obligó a encerrarme junto a la luz de la vela y con todas las ventanas cerradas bajo llave, cubiertas de papel y cartón, así cerrando las gruesas cortinas de material lujoso. Cuando estuve por tocar una de las ventanas tres veces, me detuve; iba dejarlo todo, no quería cargar con otro espíritu más.

Nanashi entró a la habitación y pronunció mi nombre, esto me hizo sobresaltar y ahogar el grito.

"¿Qué haces aquí?", pregunté atemorizado.

"Venía a avisarte que Isabelle, Murazaki y el niño fantasma ya están fuera de casa y a salvo", argumentó Nanashi.

"Eso lo sé."

"En verdad no vine por eso.", Nanashi sonrió. "Creí que tendrías miedo y quise acompañarte. Cualquiera terminaría despavorido si le aparece un espectro de la nada."

"Pero tú eres uno y... te apareciste de la nada", agregué: "y el juego tengo que hacerlo en compañía de nadie."

"Yo soy nadie", Nanashi se auto señaló.

Fue inevitable dejar escapar una silenciosa risa.

"Está bien. Mientras seas 'Nadie' y no seas 'Alguien', no creo que algo malo pase. Me haría muy bien tu compañía en este juego."

A pesar de que Nanashi fuera un espectro, creo que él tenía sentimientos; sus pálidas mejillas tomaron un color rojizo y avergonzado, llevó su mano a su nuca, acompañado de una tímida risa.

En esa ocasión, la compañía de Nanashi después de aceptarla, hizo que me diera tan igual lo que en verdad fuera. Fue más que agradable saber que alguien estaría conmigo si algo me sucedía al jugar ese dichoso juego, me sentía protegido.

 




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