¿alguien podrá recordarme? (borrador)

Dejarse llevar por las emociones

 

Nanashi y yo nos encaminamos a la estación de policía, fuimos a pie y en el transcurso, Nanashi decidió acompañarlo con una conversación.

"Hablé con Isabelle antes de que partiera."

Asentí con la cabeza. No estaba de humor para conversar sobre Isabelle, más bien, aún no me sentía preparado para hablar de ella después de su partida.

"Me dijo que investigaste sobre mí, ¿por qué lo hiciste?", prosiguió Nanashi.

Sé que le había prometido investigar sobre él y su muerte hace algunos años, sin embargo, me sentía tan apenado que Nanashi se hubiera enterado por parte de alguien más, de todo lo que hice por él a escondidas.

Bajé mi boina con el fin de ocultar mi rostro. Unos lentes negros me habrían servido de mucho. Como deseaba que la tierra me tragara.

Nanashi No insistió, sonrió por su parte y me agradeció por tomarme el tiempo para saber más de él.

Al llegar a la oficina hice todo lo que Isabelle me ordenó por escrito. Al principio el líder del lugar no me creyó en absoluto, hasta que le mostré la página que Isabelle escribió. El líder del lugar se llamaba William Myers. Un hombre ni tan joven, ni tan viejo. Tal vez era 7 años mayor que yo. Tenía un temperamento difícil de tratar.

El señor Myers me explicó todo lo que debía hacer con respecto al cargo que tenía. Las primeras semanas fueron un tanto complicadas, sin embargo, poco a poco fui mejorando en mi trabajo. Pasaron 25 tazas de té para ganarme la confianza del señor Myers.

Tener la confianza del señor Myers significaba tener acceso a información privada con la que contaba la oficina. Esa información no sólo hablaba del pueblo, sino de asuntos en los que esa oficina estaba incluida a lo largo de su servicio

Una noche cuando todo el personal cumplió con su servicio, aguardé a que el señor Myers saliera de su oficina. Fue complicado convencer al señor Myers que me dejara ir al extranjero.

¿Por qué decidimos ir Nanashi y yo al extranjero? Es una pregunta fácil; Hace años descubrí que mi querido Nanashi era de nacionalidad japonesa, debido a los rasgos faciales que poco a poco comenzaban a reconstruirse. Una taza de té atrás, Nanashi y yo leímos en la siguiente página del diario de Isabelle, que debíamos encontrar un documento o una planilla del periódico escrita por K. Fukui.

Buscamos día y noche en el área de asesinatos alguno que cumpliera con las características que el recibía la primera vez que nos conocimos. Un amanecer, cuando estuvimos por darnos por vencidos, un rayo de sol apuntó hacia un cajón que padecía de una cerradura y carecía de una llave. Fue entonces cuando la misión cambió; buscamos la llave del cajón como si la última luz que recibiríamos en nuestra vida. Al final del día encontramos la llave y abrimos el cajón, dentro encontramos una libreta, la cual estaba en japonés.

Nanashi tuvo un vago recuerdo de tal idioma, por lo que pudo leer un poco de aquella libreta. El trozo que más nos interesó decía lo siguiente:

"La muerte de un estudiante gay que fue torturado, atado y encerrado en la bóveda de la preparatoria en la que mi hijo asistía, causó polémica.

Aquel estudiante fue víctima de mi hijo, no puedo creer que alguien a quien crie con todo mi esfuerzo y dedicación y que le enseñé a diferenciar lo bueno de lo malo, se haya vuelto un asesino."

Las páginas consiguientes tenían la tinta corrida casi por todas las páginas, lo único que pudimos leer eran palabras como "asesinó", "juicio", "exitoso", "culpa", "enfermo", "demanda", "demasiado peso" "no puedo más". Y finalmente terminaba con un nombre: K. Fukui.

La firma de ese diario y los ojos vacíos de Nanashi lo delataban todo. Nanashi llevó sus manos a su cabeza y con esos ojos tan vacíos como dos grandes abismos, me observó fijamente y a la vez parecía no observar absolutamente nada, como si estuviera perdido en su interior. Sus ojos comenzaron a llenarse de lágrimas carmesíes.

Me acerqué a él lo tomé de las mejillas; fue la primera vez que pude tocarlo; su piel estaba helada y a la vez era suave, nada inesperado.

"Nanashi, contrólate."

Murmuré suavemente y limpié las lágrimas carmesíes que estaban por salir de sus ojos color miel que hace un momento habían perdido todo su destello.

"Es verdad, ¿no es así? No trates de comportarte como la madre de Isabelle, no dejes que los sentimientos te corrompan. Vamos a Japón ¿entendido?, Veamos qué clase de persona fuiste para recibir tal castigo."

 




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