Partimos a Japón en barco, tardamos más o menos 4 tazas de té en llegar al país del sol naciente.
Según el diario de Isabelle: "Cuando encuentres el escrito de K. Fukui, necesito que vayas al país donde ocurrieron los hechos. No hagas el intento de encontrar al escritor del artículo, se suicidó un par de años después del incidente, ni le preguntes al señor Myers sobre el caso, no te dirán nada. Sólo parte lo más pronto posible, alguien estará esperándote en el muelle."
Me pregunté ¿quién estará esperándome en el muelle y por cuánto tiempo lleva haciéndolo?
Una vez Nanashi y yo pisamos tierra, un oriental de apariencia joven se nos acercó. Aquella persona tomó mi mano y la agitó, a su vez, hizo un par de reverencias.
"¡Hansen, amigo Hansen!", replicó algunas veces el japonés.
A juzgar por su joven apariencia, era Murazaki, mi viejo amigo Murazaki. ¿Cómo había llegado tan lejos? Y no lo había hecho solo; el pequeño fantasma permanecía con él.
Nanashi se acercó al pequeño fantasma y comenzaron a conversar, podía escuchar un poco de las oraciones de mi estimado Nanashi, más no del hermano de Murazaki.
"Murazaki.", Exclamé, moderando mi felicidad.
"Pensé que tardarías más tiempo en venir.", Murazaki rio. "Planeaba dejar de venir porque esto se volvía cada vez más tedioso para mi proyecto, pero cuando se trata de hacerle una promesa a la bella Isabelle... ¿cómo negárselo? A pesar de que ella nos haya abandonado tan joven, no implica que me haga el de los oídos sordos."
"Sí...", respondí desganado, "No sabía que mantenías contacto con ella, Isabelle nunca me lo dijo."
"Me sorprende que no te dijera nada de mí. Siempre le pedí amablemente que te saludara de mi parte y te preguntara cómo estabas."
"Ya veo por qué no lo hizo.", argumenté: "Siempre le pedí que nunca me preguntara sobre mi estado, eso me haría cuestionarme si realmente te estoy dando una respuesta asertiva."
En el camino conversamos sobre la forma en cómo nos había tratado a cada uno la vida. Le conté todas las hazañas que viví en el orfanato y sobre las conversaciones que frecuentaba tener con Isabelle a la hora del té, le comenté también sobre mi empleo y él respondió con una llamativa carcajada, acompañado de "Para ser un huérfano sin estudios, eres afortunado, Hansen.", ¿realmente era afortunado? No lo creo; tener a las personas a las que más amo, muertas, no es ser afortunado.
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Editado: 03.09.2020